Acto 4: ¡Fuego!

En la ciudad de Mariemburgo se esconden muchas más cosas de las que se ven a simple vista...

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igest
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Poco a poco, véis como se va retirando hacia un lado y finalmente, cuando cree que ha puesto suficiente distancia con vosotros, se gira y se pierde rápidamente en la oscuridad que os envuelve. Theo se agacha a recoger la bolsa y cuenta el contenido de la bolsa... una buena suma de monedas de plata... es entonces cuando se le pasa por la cabeza que puedan haber dejado escapar algo más valioso. ¿Quizás lo que parecía esconder bajo la capa? Sin duda, una bolsa con tanta plata en este apartado, sucio y maloliento rincón de Mariemburgo no es algo habitual....

Pero para cuando Theo y Konrad apartáis los ojos de la bolsa,os dais cuenta que ha desaparecido completamente en la oscuridad... no escuchais ningún ruido de pisadas lo suficientemente cerca... y también os percatáis de un detalle, la oscuridad de la noche ha caido, y ahora os encontráis ligeramente desorientados en medio de las estrechas calles. Vuestra visión se ha ido acostumbrando a la oscuridad, pero aún así no lográis identificar grandes detalles... todas las casas que os rodean parecen igual de destartaladas y pobres, y tampoco hay otro ruido que pueda llamar vuestra atención. Así que decidís coger la primera salida, con la que creéis que continuaréis profundizando en el Vlakland.

Por aquí Le dice Theo a Konrad.... pensando ya en buscar un lugar donde gastar esas monedas...

Unos pocos minutos después, os dáis cuenta que habéis ido girando hacia vuestra izquierda, y es que frente a vosotros la siguiente calle se abre al final hacia el rio Reik, dejando entrever al fondo algunas luces de un gran edificio, que sin duda sabéis que pertenece a la Isla Rijker y su prisión...
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De pronto un escalofrío os recorre el cuerpo, y no es obra del frío nocturno, sino del recordatorio de lo que ese lugar representa... casí parece que se tratase de una broma macabra del destino, que os muestra donde corréis el riesgo de acabar vuestros días en el caso que todo lo que sucede esta noche acabe mal....

Entonces Theo percibe por el rabillo del ojo movimiento ... la calle a su izquierda, también da hacia el río Reik pero apuntando en otra dirección y puede ver con claridad la silueta de un barco élfico aproximándose... ¿Están buscándoles a ellos? En la cubierta puede ver movimiento de varias figuras... si su destino es la orilla del Vlakland sin duda en unos minutos los tendrán encima.... pero ¿osarán los Maniquies perseguirles en un lugar como este?
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Nocturno
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Theo Lobster

Un barco en la noche... Podría ser poético, pero no si va lleno de elfos que te buscan para llevarte a prisión o algo peor. Por un instante Theo lamentó el tiempo perdido atracando a aquel hombre raro por un puñado de monedas; Tal vez habría sido mejor poner su culo a salvo primero, pero tomó nota de la practicidad de la situación.

Una luz de esperanza se abrió paso en las tinieblas de la noche y de su cabeza. Sin dudarlo se acordó de donde podían guarecerse y dijo en alto su destino:

¡La casa de Aldabert! ¡Vamos Konrad!

Cogiendo del brazo a su colega tiró de él para que lo siguiera. La casa de Aldabert no era una taberna en sí misma, sino una casa con un cobertizo en el cual su mujer Bethra y él preparaban comida por una monedas. Solía estar atestada de gente que quería comer y beber por una bagatela sin tener necesidad de saber de dónde venía el producto, pero era de justicia decir que el sabor no era nada malo.

Había estado allí hacía un par de años y no se paró a pensar que quizás algo podría haber sucedido, simplemente cogió a Konrad del brazo y corrió con la seguridad que le daba el alcohol y la adrenalina, pero definitvamente alejándose de la costa todo lo que se puede alejar uno de un mar que inundaba frecuentemente las calles.
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SrSkaven
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

Mensaje por SrSkaven »

Konrad Reder

Mientras corría tras su compañero en busca de algún tugurio donde esconderse Konrad no podía dejar de lanzar miradas a su espalda. Aunque de momento no parecía que estuvieran encima de ellos, sabía que los orgullosos maniquíes iban a peinar bien la zona buscando culpables. Debían pasar desapercibidos y esperar que cargasen el muerto a cualquier indeseable que encontraran por las calles abarrotadas de desperdicios.

Theo, nuestras ropas. Estamos empapados. Como uno de esos elfos nos ponga el ojo encima sospecharán de nosotros. -se entrecorta su voz por la carrera- Necesitamos unas capas para cubrirnos.
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igest
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

Mensaje por igest »

Al saber que los maniquies podrían estar tras vuestros pasos... la mente de Theo comienza a funcionar a toda velocidad. Sin duda, no está muy por la labor de dejar que le atrapen en este lugar...

¡La casa de Aldabert! ¡Vamos Konrad!

Theo tira de inmediato del brazo de Konrad, quién no tiene mucho tiempo a reaccionar, pero su mente también ha empezado a correr tan frenética como sus pies...

Theo, nuestras ropas. Estamos empapados. Como uno de esos elfos nos ponga el ojo encima sospecharán de nosotros. -se entrecorta su voz por la carrera- Necesitamos unas capas para cubrirnos.

Y así los dos, dandoos la vuelta emprendéis vuestra carrera en medio de la oscuridad de la noche... la casa de Aldabert es vuestro destino, Konrad confía en la cabeza de Theo que va a la cabeza... y mientras corren, a su cabeza le llega el recuerdo de algo que dijo Mathias antes de comenzar con todo esto... - "Cora, Cora Hedwig" - dijo que si las cosas se ponían oscuras, podría ser de ayuda... quizás en la casa de Aldabert puedan encontrar a la tal Cora... o bueno, al menos, si los maniquies les cogen allí, que sea con una jarra de cerveza en la mano.

La carrera se prolonga unos minutos que os parecen eternos. Al principio, solo la oscuridad y el silencio os acompañaron en vuestra huida... Konrad observaba a su alrededor intentando descubrir algo que ponerse por encima y quizás así disimular sus ropas empapadas, y de paso alejar un poco el frío. Pero parece que la suerte no está de su lado... Enfrascado únicamente en seguir los pasos de Theo y de ver si veía algo con que taparse, al principio no se dió cuenta, pero de pronto se dió cuenta de como su compañero parecía dubitativo. ¿Quizás se había perdido en medio de las estrechas calles envueltas en oscuridad? ¿Quizás solo una pequeña laguna en sus recuerdos de la última visita a la casa de ese tal Aldabert?

De pronto Theo estaba allí parado, en un cruce de calles, como cualquier otro de los que habían pasado en su carrera... casas destartaladas a un lado, casas aún más destartaladas al otro... contraventanas cerradas, silencio, oscuridad, suciedad en el suelo... todos los cruces parecían iguales en la oscuridad. Entonces Theo lo escuchó... ruido de pasos... pero no pisadas de botas, ni pisadas de algún incauto perdido, ni quizás las de un borracho que aún se resiste a regresar a su casa... algo más leve, un suave rumor...

Elfos... cerca...

El tono de voz de Theo bajo, hasta el punto de que Konrad pudiese escucharlo pero para no delatar su presencia. Konrad se giró nada más escuchar estas palabras, pero no veía nada en la calle... tampoco sabía exactamente de donde procedía el ruido, pero por las indicaciones de su compañero estaba claro que el ruido procedía de sus espaldas, y quizás le gustaría saber exactamente cuanta distancia les separaría de sus perseguidores. Ni uno ni otro, dudaron mucho en reanudar la carrera.

Al frente Theo no tenía muy claro el camino a seguir... así pues optó por girar a la izquierda, creía que ese camino les acercaría a la casa de Aldabert, y la ruta parecía que les permitiría mantener la distancia con los elfos. Konrad le seguía, ahora menos preocupado de buscar algo que ponerse por encima... tratando de no tropezar con nada y de seguir los pasos de su compañero. Dos giros de calle despés, Theo se dió cuenta de que si bien ahora reconocía algo, su carrera parecía haberles acercado a los elfos, ahora también Konrad podía escuchar el tintineo metálico de las armaduras élficas.

- Por aquí. Una calle más y estaremos frente a la puerta de Aldabert.

Giráis, y os véis sorprendidos por un hombre que se tambalea en medio de la calle... os mira perplejo con sus ojos vidriosos, una botella en su mano y las ropas hechas unos andrajos y cubiertas de barro. Quizás haya salido de la casa de Aldabert de tomar "la última"... aunque no, Theo cree que alguien así no sería bien recibido por Aldabert y Betrha. Lo que si tenéis claro es que al final de esta calle hay un pequeño rayo de luz... ¿por fin un lugar donde guarecerse de la oscuridad de la noche? (y de paso de los elfos).
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SrSkaven
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Konrad Reder

La perspectiva de acabar atrapado por los vengativos elfos no parecía nada halagüeña. Konrad se adelanta a su acompañante y se dirige decidido a esa luz que promete una mínima oportunidad de no caer bajo los maniquíes. Primero sobrevivir a esta noche, luego ya habrá tiempo para pensar como compensar al Ordo.

A la altura del beodo caballero Konrad disminuye su paso, ¿le ha parecido oír algo que podría alertar de la presencia de esos malditos guardias de orejas picudas?

(Una tirada de percepción aquí por parte de Konrad, si no detecta nada extraño seguirá avanzando hacia la luz. Si tiene alguna sospecha de la presencia de maniquíes intentará fingir que ha pasado toda la noche junto al caballero de los andrajos.)
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Theo Lobster

Theo llegó al cruce y observó las calles; "No recuerdo este lugar" pensó: Era una bifurcación de tres calles, la del frente más grande, la de la derecha que parecía ascender ligeramente llevando la altura por encima del límite de la subida de la marea, y la de la izquierda, que parecía hundirse por debajo del nivel del mar.

No le daba buena espina el camino de la derecha, y el del centro le olía raro, así que cogió el camino de la izquierda. Pronto sintió la satisfacción de haber acertado porque reconoció la calle en la que estaban:

- Por aquí. Una calle más y estaremos frente a la puerta de Aldabert.

Theo observó de pasada a un borracho sorprendido de que saliera de la casa de Aldabert y corrió hacia la puerta. ¡Por fin estaban salvados! ¿Por fin estaban salvados?
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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El sentimiento de que las cosas empezaban a ir de mal en peor en esta noche, empieza a apoderarse de Konrad, quién pese a las circunstancias puede aun dedicar un instante a pensar en como compensar al Ordo por su acción... aunque el instinto de supervivencia aún es mayor. De pié cogiendo algo de aliento por la frenética carrera por las oscuras y sucias calles del Vlakland, el barbero cirujando se detiene para escuchar a sus perseguidores. Parece que aunque están cerca, aun existe la posibilidad de llegar hasta la puerta con luz antes que los maniquies les encuentren en medio de la calle...

Theo, parecía más convencido de avanzar, y ni siquiera dudó un instante dejar atrás al borracho y lanzarse a la seguridad del lugar iluminado.

- Por aquí. Una calle más y estaremos frente a la puerta de Aldabert.

Konrad tras asegurarse de la distancia que les separaba de los maniquies era suficiente como para no tener que jugársela en la calle interpretando el papel de borracho junto a aquel hombre, se lanza detrás de su compañero que ya está llegando a la altura de la puerta.

Theo da las dos últimas zancadas e irrumpe en la sala abierta aún, pese a las horas... algo extraño para Aldabert, piensa Theo, pero algo que ahora puede significar su salvación. La sala que actua como "bar" está en bastante peor estado de lo que Theo pudiera recordar, apenas unas cajas sirven como bancos donde sentarse, mientras que unas estructuras no mucho más estables ni fiables sirven de mesas destartaladas... Dentro no hay nadie, a excepción del mismo Aldabert, quién tiene el rosto bastante demacrado y casi no parece ni prestar atención al personaje que irrumpe en la sala en mitad de la noche empapado de arriba a abajo y llenando el suelo con el barro de sus botas.

Cuando Konrad aparece justo detrás de Theo, el hombre levanta la mirada del vaso que estaba limpiando sin muchas ganas y os concee una mirada casi absorta... En la calle el ruido de entrechocar de metal se hace más nítido, calculáis que no estarán demasiado alejados del último giro... si vuestros sentidos no os engañan.
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Konrad Reder

El local de Aldabert es poco más que un tugurio, pero puede ser la única oportunidad de pasar desapercibidos. La mirada desorientada del tabernero no parece demasiado alentadora. Konrad toma la iniciativa y se sitúa delante de Theo, avanzando hacia Aldabert.

-Aldabert, recuerda a tu buen amigo Theo, ¿verdad? Pues ahora necesita un favor, ¿tienes un almacén donde podamos resguardanos? Vamos, solo tienes que ser discreto y Theo dejará caer algunas monedas. Konrad echa un vistazo a su alrededor.

-Y por lo que veo, esas monedas te vendrían bien.
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Theo Lobster

Al entrar en el local de Aldabert los recuerdos se agolparon en la mente de Theo y por un momento se sumergió en ellos. Recuerdos de tiempos más felices, en los que la parada en el local era una simple distracción de su trabajo, y le servía para mezclarse con parroquianos que seguramente nunca pagaran por sus servicios de barquero, pero que igualmente podían ayudarle en muchas circunstancias.

Theo pensó en Aldabert y en cuánto lo conocía. En realidad la relación tabernero-cliente no era nunca muy cerrada, pero siempre le pareció un tipo decente que se trataba de buscar la vida.

-Aldabert, recuerda a tu buen amigo Theo, ¿verdad? Pues ahora necesita un favor, ¿tienes un almacén donde podamos resguardanos? Vamos, solo tienes que ser discreto y Theo dejará caer algunas monedas.

Salió de su ensimismamiento y echó la mano a la bolsa, sólo para asegurarse de que seguía allí.

-Y por lo que veo, esas monedas te vendrían bien.

Miró la cara del tabernero y le pareció más demacrado que de costumbre. Tiempos difíciles causan estragos en la gente, pero no se lo esperaba de él. Trató de ayudar volviendo a llevar la mano a la bolsa y asiéndola para dejar claras sus intenciones.

Cuánto tiempo Aldabert. Llévanos al almacén, unos maniquíes nos están persiguiendo. --Dijo dirigiéndose él mismo hacia la puerta de la parte de atrás.
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Aldabert os contempla sin apenas mostrar cambio en su expresión.... es Konrad el primero en hablar....

-Aldabert, recuerda a tu buen amigo Theo, ¿verdad? Pues ahora necesita un favor, ¿tienes un almacén donde podamos resguardanos? Vamos, solo tienes que ser discreto y Theo dejará caer algunas monedas.

-Y por lo que veo, esas monedas te vendrían bien.


El hombre sigue impasible.... ni siquiera la oferta del dinero parece hacerle cambiar, es como si tampoco le importase mucho. Y atropelladamente llegan las palabras de Theo....

Cuánto tiempo Aldabert. Llévanos al almacén, unos maniquíes nos están persiguiendo.

Mientras decía esto, Theo avanzaba hacia la parte de atrás. Y entonces el hombre... ahora si, por fin.... para alivio de Konrad que por otro lado pensaba que quizás podrían ahorrarse las monedas.... cambió la expresión de su rostro y sus labios se movieron.

Vamos, no hay tiempo.

Diciendo esto se levantó y con un paso rápido se acercó a la puerta para abrirla y haceros una señal para que entreis. Quizás ha sido el hecho de mencionar a los Maniquies.... quizas sea que simplemente reacciona demasiado tarde... pero lo cierto es que esa puerta os parece ahora una oportunidad para darle esquinazo a los elfos.

El interior de la habitación que sirve de almacen se encuentra a oscuras y no huele precisamente bien. Se mezcla el olor de pescado con el de algo que creéis que podría ser queso.... aunque bastante rancio. Un par de barriles ocupan una parte del suelo, pero no deberíais tener mucho problema para entrar. Así pues, avanzáis con paso decidido (pese al olor) y Aldabert cierra la puerta detrás vuestra quedando a oscuras. Fuera escucháis como el hombre camina un momento y os da la sensación de que vuelve a sentarse.

Durante un instante una sensación de alivio os llena, pensastéis que el lugar era vuestra unica oportunidad, pero justo ahora vuestras cabezas empiezan a jugaros una mala pasada. ¿Y si los maniquies os encuentran? ¿y si Aldabert decide avisarles de vuestra presencia? Quizás espera obtener una recompensa más jugosa que las monedas que le ofrecía Konrad.... ¿puede que hayáis dejado huellas visibles en vuestra entrada precipitada que os delante? sea como sea, un montón de pensamientos se os pasan por la cabeza, mientras lentamente vuestras vistas se van acostumbrando a la oscuridad, aunque un pequeño hilo de luz que entra por debajo de la puerta os permite discernir en parte las estanterías que os rodean, donde están los barriles y donde os encontráis vosotros.

Entonces, volvéis a escuchar el sonido metálico de armaduras y armas... ¡Están aquí!
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Theo Lobster

Vamos, no hay tiempo

Aldabert les hizo pasar al almacén y no fue ni un segundo pronto. El tintineo de las armaduras se escuchó en la taberna indicando que los maniquíes les habían alcanzado. Ahora debían pensar qué hacer. ¿Esconderse y arriesgarse a hacer algún ruido que los delatara o esperar y confiar en la suerte? La suerte... Theo pensó en la suerte como algo muy lejano, que había estado escapando de ellos toda la noche. ¿Sería su momento de fortuna? Por suerte el almacén tenía una pequeña puerta por donde Aldabert metía las mercancías, así que aún tenían la opción de seguir corriendo.

Theo pensó en su ballesta, brillante e impoluta en el fondo del Reik. Qué pena no tenerla a mano, pero no se encontraba desarmado sin ella. Sus puños (y sus chistes) lo habían sacado en más de una ocasión de varios problemas y confiaba en ellos si tenía que defenderse en un momento puntual, siempre y cuando su rival no estuviese armado hasta los dientes.

Hizo un gesto con la mano a Konrad, llevándose primero un dedo a los labios y extendiendo la mano hacia él. La suerte estaba echada.
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

Mensaje por SrSkaven »

Konrad Reder

Dentro del oscuro almacén Konrad no pudo dejar de imaginar como sería estar dentro de una de las celdas de los maniquíes. Por experiencia propia sabía que el resto de calabozos de Marienburgo no eran precisamente cómodos, pero allí escondido entre el pescado y el queso rancio, todas las historias que había oído sobre las horribles prácticas que los maniquíes acostumbraban a realizar con sus prisioneros parecían mucho más reales.

Theo se llevó un dedo a la boca, al tiempo que extendía su mano. La mano de su compañero estaba áspera, pero en cierto modo resultó reconfortante. Lo siguió de la forma más sigilosa posible mientras elebaba una plegaria a Ranald.
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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El sonido de las botas élficas al pisar la madera del local no es el típico que podría esperarse de unos soldados... mucho más atenuado, un sonido más sordo, casí como si llevasen unas calzas acolchadas.... pero el tintineo de sus armaduras... ligeras, pero firmes y capaces de desviar una espada sin que su brillo apenas se vea resentido. Por el ruido que escucháis del exterior, ambos podéis saber que al menos hay dos guardia élficos... os parece que no hay más, aunque en el interior del almacen no podéis estar cien por cien seguros. Quizás el resto han pasado de largo....

También escucháis que hablan entre si durante un instante, en su lengua melodiosa y cuyo contenido se escapa a vuestro entendimiento, y no porque su tono sea tan bajo como un susurro para vosotros. Entonces uno de ellos habla, ahora si en Reikspiel... con el acento que otras veces habéis escuchado, aunque solo fuese de lejos, de estos individuos... aunque podéis entenderle a la perfección.

¿Has visto a unos criminales posadero? Sus palabras, pese al tono melodioso de su voz, suena suficientemente amenazante... casi os podéis imaginar la escena con Aldabert, sentado todavía fuera mientras le apuntan con la punta de la espada o una lanza... Eleváis vuestras plegarias, esperando que no os denuncie, que la antigua amistad sea suficiente para que su voluntad no se venga abajo y os ayude en este momento difícil.

Una pausa... silencio... casi podéis sentir la tensión, las miradas penetrantes y hasta diríais que indignadas de los guardias, mientras Aldabert esta ahí fuera, quizás con un paño limpiando un vaso entre sus manos... hasta que finalmente abre la boca.

El único al que he visto recientemente, es a un borracho, que seguro que os habéis cruzado en el camino... una nueva pausa.... y lo cierto es que si no vais a tomar nada, me gustaría poder cerrar de una vez por todas e irme a descansar antes de comenzar una nueva y penosa jornada en este agujero, del que nadie se acuerda. ¿O acaso vosotros venís por aquí a menudo a disfrutar de todas las bondades que podemos ofreceros? Estas últimas palabras son vertidas por el hombre con todo el veneno que su lengua es capaz de escupir....

En la oscuridad del sitio, el sudor va haciendo acto de presencia en vuestros cuerpos, en parte por calor y en parte por la tensión de la situación... ¿que estarán haciendo los maniquies ahí fuera? Os los imagináis observando con su aguda vista todos y cada uno de los rincones, tratando de escudriñar... escuchais unos pasos que diríais se acercan a la puerta que os separa de ellos....

Ahí no encontraréis mucho más que un poco de cerveza aguada y queso rancio... No se si vuestras delicadas narices pueden oler ese agradable aroma La ironía y el desprecio cargan de nuevo las palabras de vuestro "protectos"... ¿esperaréis a ver si la puerta se abre? o ¿a ver si finalmente esas palabras bastan para que los elfos se vayan?
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Theo Lobster

El sonido de las botas élficas resonaba en la cabeza de Theo como si fueran disparos de cañón; Sentía la cercanía del peligro y estaba paralizado por el miedo. Con el dedo de una mano en los labios y la otra extendida hacia Konrad apenas si podía respirar. Si su cabeza hubiera podido pensar habría valorado las posibilidades. No había otra puerta de salida, así que estaban atrapados como ratas; Puede que hasta tuvieran problemas para moverse en caso de que tuvieran que defenderse de un ataque decidido.

¿Harían caso los elfos a Aldabert? ¿Les percibirían con sus sentidos agudizados?
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Re: Acto 4: ¡Fuego!

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Konrad Reder

Atrapados entre la espada y la pared, -entre el elfo y la bodega- pensó amargamente el barbero-cirujano. Konrad sentía como las gotas de sudor caían por sus mejillas. No había explicación posible para sus ropajes empapados, su huida por las callejuelas y su actual escondite.

Konrad deslizó la mano hasta la daga. No habría intentos de diálogo. Si uno de esos elfos abría la puerta se enfrentaría al firme pulso de Konrad. Miró a Theo, con la cabeza hizo una señal hacia la puerta y luego hacia su mano, con la daga empuñada.

Sus labios se separaron en una nueva y muda plegaria a Ranald pidiendo que los guardias no abriesen la bodega. Si así lo hacían, Konrad tendría que llenarse la manos de sangre. En el mejor de los casos eso significaría esconder dos cuerpos, sobornar al tabernero y dar más explicaciones al ordo. En el peor, al menos, no tendrían que rendir cuentas mas que con Morr.
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