Heinrich Messner II: En busca de la Verdad

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Weiss
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Heinrich Messner

A Messner no le disgustaba aquel Cazavampiros. Sus métodos eran bastos pero efectivos, a la altura de los de los mejores matones de la Guardia. Porque había que admitirlo: muchas de las confesiones que obtenía la Guardia, las obtenía por métodos poco ortodoxos, en especial los hombres de Jaran. La gente como Messner sólo se ocupada de los delitos más graves, o los cometidos contra gente importante, en la que para sacarles la información tejían toda una red de mentiras a su alrededor, hacían acusaciones, preguntas, y sólo tenían que esperar a que el delincuente en cuestión se contradijese. Y aquello era algo que a Messner le apasionaba. Le ancantaba mirar la cara de los reclusos, sus intentos de procesar la información, intentar dónde estaba la trampa en las palabras del Letrado. Y finalmente, Messner pronunciaba la acusación definitiva. Messner era un hombre realmente feliz con su trabajo.

Por lo que ya no era tan feliz era por las últimas declaraciones de Miller. Aunque en realidad le habían parecido bastante graciosas. Aquel hombre podía tener cierta valía, aunque no excesivos modales. Pero de ahí a llevarse a Pieter había una distancia abismal...

Creo que no le he escuchado bien, Herr Miller. O quizás no le haya entendido. ¿Pero ha dicho que este hombre es suyo ahora?. No me diga que ha sido eso, por favor. Y también creí entender que se lo llevaría sin que yo pudiese hacer nada... Curioso... Porque estas ropas indican lo contrario, Herr Miller, al igual que esta espada y esta orden -Messner sacó al papel firmado por Treitt y Jaran- Verá, no llevo estas ropas negras porque me encante su estilo, sino porque señalan que soy de la Fiscalía, y eso significa que mi jurisdicción está por encima de la de cualquier espada de alquiler. Podrá ver a Alan luego, yo también me reuniré con él, pero de ahí a llevarse a mi buen Herr Azhelhof... Creo que no...

Miró unos intantes al Cazador, para medir su reacción.

Y en cuanto a lo de ver a Herr Bacher... Creo que yo había llegado antes, ¿no?.
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Van Hoffman
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Heinz Stolzer / Franz Miller

Aquel chupatintas de la fiscalía empezó a irritar a Heinz. No solo pretendía impedirle que le entregara a Pieter al sargento Alan, si no que además quería verse con Lord Bacher antes que él. Quizás Messner fuera hábil con las palabras, pero Heinz era más testarudo que un enano.

- Mire, Messner, no me importa los más mínimo de qué vaya disfrazado, y mucho menos lo que ponga en ese pedazo de papel. Yo, ni soy de la guardia, ni soy de la fiscalía. A mi me han dicho que busque y entrege al agente infiltrado en la guardia de Averheim. Pues bien; ya lo he encontrado, y ahora pienso entregarlo. Y será un placer ir con usted a visitar a Alan, pero nada impedirá que él -dijo señalando a Pieter- pase a su disposición. Y entonces, Alan hará lo que le parezca, como si quiere dejarlo en libertad o hacer que le acompañe. Pero hasta entonces, éste hombre me pertenece, por muy lameculos del Fiscal que sea usted.

Heinz le dio la espalda a Messner y miró a Migolver.

- Y creo que lo mejor sería dejar que Herr Bacher decidiera qué asunto es más urgente...
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La salita se lleno de palabras y discusiones entre el ayudante del Fiscal y el cazarrecompensas. Realmente, era el ayudante del Fiscal quien tenia la jurisdicción... en cuanto a juzgar a personas se referia. Pero ¿no era legal que un cazarrecompensas pudiera entregar a un criminal a la justicia? Habria que ser un experto en leyes para saber si Heinz podia llevarse a Pieter o si en cambio debia permanecer con Heinrich.

Fuera como fuera, para el hermanísimo Bacher aquella función estaba perdiendo la gracia.

Migolver Bacher

-Bien bien, queridos caballeros. Veo que sus disputas son de un ámbito en el que prefiero no tomar parte, por muy interesante que éste me parezca. Hagan con este buen hombre de Sigmar lo que consideren oportuno, aunque después de lo que he oido, creo que están ustedes cometiendo un fatal error. Por supuesto, eso es sólo una apreciación subjetiva de mi persona, sin ningún fundamento legal.

-En cuanto a quien deberia visitar a mi hermano primero, ustedes ni siquiera se han presentado formalmente, y carezco de información para saber que asunto es más vital. Se que Herr Ojo Morado, el cual para mi de momento tiene preferencia, busca que mi hermano gane el referéndum, pero desconozco para que ha venido el alguacil de Treitt.


El noble era malicioso. Queria forzar tanto a uno como a otro a que le dijeran en voz alta y delante de los demás el propósito de la visita. Mientras tanto Pieter miraba fijamente a Heinz. Si salia bien de ésta pondria todo su empeño en vengar la afrenta que habia sufrido. Pieter Azhelhof no era ningún vulgar criminal, no merecia que nadie le cogieran por el cuello, y menos un cazarrecompensas. Pero no queria empeorar la situación en casa de un noble como Bacher. Esperaria a más adelante.


FDI: Quién tenga Sabiduría Académica (Leyes) puede hacer una tirada para saber si un cazarrecompensas puede llevarse a su presa en las narices de un miembro de la Fiscalia, o si en cambio el ayudante tiene prioridad. La tirada se hará con un +10, es un caso sencillo.
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Heinz Stolzer / Franz Miller

Heinz se ofendió con el comentario de aquel pisaverde de Migolver. ¿Cómo se atrevía a burlarse de su ojo? Sin embargo, y por el bien de su reunión con Lord Bacher, se contuvo.

- Puede llamarme Franz Miller, caballero, y efectivamente, vengo a proponerle un trato que puede significar la diferencia entre una victoria aplastante o una derrota humillante. Pero supongo que el motivo de Herr Messner es mucho más importante que el mio...

Las palabras de Heinz estaban dirigidas para pinchar a Messner, y sacarle el motivo de su visita. Y aun así, Heinz no dudaba que él se reuniría con Bacher primero, y una sonrisa de satisfacción apareció en el herido rostro del stirlandés.
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Heinrich Messner

A Messner no le gustaba que le hiciesen esperar ni que le hiciesen preguntas idiotas. Tampoco que se dudase de sus capacidades. Pero si algo le cabreaba de verdad era que le insultasen. Más de un detenido había recibido una buena paliza por atreverse a insultar a Messner, y uno que le había escupido nunca había vuelto a andar.

¿Lameculos del Fiscal ha dicho?. Herr Miller, he mandado hombres al calabozo por menos de eso. No le conozco, así que no se lo tendré en cuenta, pero asegúrese de que no vuelva a repetirse. Y en cuanto a lo de ver primero a Herr Bacher, digamos que mis asuntos también tratan sobre el Referéndum, pero son asuntos PRIVADOS -dijo dirigiéndose a Migolver- que sólo trataré con él. Soy un representante de la Ley, además de un Messner, y me parece indignante que se me interrogue de esta forma, Herr Migolver. Simplemente vengo a esta casa para tratar temas que interesan a su hermano y se me obliga a confesar mis asuntos a tratar ante un mercenario... Herr Migolver, tengo temas importantes, que interesan sobremanera a su hermano, pero si hay algo que no tengo es tiempo... Y paciencia tampoco es que me sobre...

Messner acabó de hablar y miró a los demás presentes. A la vez, se esforzaba por recordar. Legalmente, quién tenía más poderes sobre Pieter, ¿Él o Miller?.
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Migolver estaba confundido. Sinceramente, aquel tipejo malvestido y malhumorado llamado Franz Miller le caia mejor que el ayudante del Fiscal. Pero por otra parte, ese tal Messner era un tipo importante, y seria muy poco educado por su parte hacer pasar antes a un plebeyo que a un hombre civilizado.

Migolver Bacher

-Bien, acabo de encontrar una solución salomónica para resolver este entuerto. Messner estaba el primero para recibir a mi hermano, sin embargo conozco antes a Miller... Asi pues, dado que los dos quereis entrar primero, que sea Messner quien entre, con la condición de que este cazarrecompensas se lleve sus problemas y con ellos a Herr Azhelhof a otra parte, no por falta de hospitalidad sino por pura necesidad de tranquilidad.

-Por otra parte, si Messner no está de acuerdo con esta situación, que sea Miller quien entre primero a ver a mi hermano y que el ayudante del Fiscal haga lo que crea conveniente con el muchacho aspirante a cura.

-Y si, por alguna endemoniada razón, siguieran ustedes con tales problemas de entendimiento, mi hermano los recibirá a ambos a la vez. No creo que tengan problema en tal si todas sus pesquisas son legales, y si no lo son se pueden ir vuestras mercedes por el lugar que vinieron. Aganme saber sus intenciones cuando lo deseen, pero recuerden que no soy ningún criado y que no voy a ir detras suya para saber que quieren. Sinceramente, me traen sin cuidado sus riñas.


El noble se quito la capa y entró en una habitación contigua dejando la puerta abierta, algo más cálida gracias a la chimenea de leña que ésta poseia. Con total despreocupación, y sin cuidado de lo que los tres desconocidos pudieran hacer en su casa, el hombre se puso sus anteojos para leer un libro y a encenderse una pipa. Messner pudo observar una pequeña sonrisa contenida en el rostro de Migolver, el cual habia dejado sus armas curiosamente cerca del sofá donde leia su libro.


FDI: Heinrich, realmente has fallado la tirada, pero tu piensas que estás en lo cierto, creyendo que tienes tu prioridad al stirlandés. En verdad, los cazadores de recompensas tienen derecho a cobrar una presa lo mismo que un cazador un lobo, y un ayudante del fiscal no puede hacer nada para evitarlo. Es más, un ayudante del Fiscal es lo más parecido a un juez actual, y no tienen jurisdicción ninguna para darle ordenes a nadie más que a sus sirvientes. Pero claro, tu eso lo has ''olvidado convenientemente''. El caso es que en esta situación en concreto das por hecho que un desharrapado como Miller debe obedecerte.
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Heinrich Messner

Messner se reía de las soluciones salomónicas de aquel zoquete. Si había pisado una Facultad de Derecho en su vida, sin duda fue durante la ardua búsqueda de su cerebro, y todas las pistas indicaban que aún no lo había encontrado. No había otra alternativa a que alguien se comportase de tal forma delante del heredero de Mannfred Messner, y que además resultaba ser el Ayudante del Fiscal Treitt. O aquel hombre había pasado los últimos años metido en un pozo, o era rematadamente idiota. Cualquiera con un poco de idea de Leyes se había desternillado delante de sus "justas" decisiones, pero Messner ya se había cansado de discutir.

Que pase antes el mercenario, porque yo no pienso perder a éste de vista. Me inclino ante vuestras soluciones, Herr Migolver, sin duda yo no habría decidido mejor... -el tono irónico de las palabras de Messner era más que evidente- Esperaré aquí a que acabéis de tratar vuestros interesantes temas, luego entraré yo y cuando acabemos, iremos a buscar a Alan. Porque lo siento, Herr Miller, pero me parece que Pieter se quedará conmigo mientras Alan no diga lo contrario, quiera usted o no... Ahora diga a Herr Bacher lo que tenga que decirle.

Dándose la vuelta, volvió a sentarse en uno de los sillones. Vio cómo Migolver le miraba, con una sonrisa maliciosa.

Ríase, Herr Migolver... Ya veremos cómo acaba todo ésto. Pero le aseguro que ofender a Heinrich Messner no ha sido una buena idea...
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Heinz Stolzer / Franz Miller

La sonrisa de Heinz se ensanchó tras oír las palabras de Messner. Como había predicho, él sería el primero en hablar con Lord Bacher, y ver como Messner le cedía el paso, pese a haber llegado antes, no le podía satisfaces más. Lo único que no le agradaba era dejar a Pieter con el ayudante del fiscal. El muy ruín podía llevarselo, y Heinz volvería a perder la pista. Pero si tan importante era su reunión con Bacher, no la iba a dejar solo para que Heinz no se llevase al reiklandés...

Heinz decidió no pensar más en aquello, y centrarse en lo que tenía entre manos.

- Gracias Messner. Veo que no corría tanta prisa... Herr Bacher, ¿podría alguien indicarme donde encontraré a su hermano?

Antes de marchar a ver a Lord Bacher, Heinz le dedicó unas últimas palabras al ayudante del fiscal.

- Creo que sería lo mejor que ambos llevasemos a este hombre ante Alan, y que el sargento decida lo que hacer con él. Así que espero que usted cumpla con su palabra, Messner.
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Un aplauso se oyó desde la salita dónde el noble fumaba de su pipa.

Migolver Bacher

-Oh, de verdad estoy orgulloso de vosotros dos. Habeis tomado una decisión muy interesante. Herr Oj... digo, señor Miller, venga conmigo. Usted, Messner, permitame que le acompañe a una sala de espera, dónde podrá tomar unos caldos mientras su compañero negocia con mi hermano.


Sin mediar ninguna palabra más, Migolver llevó a Messner hacia una sala dónde una criada (muy joven y guapa) limpiaba unos viejos sillones, feos y carcomidos, pero que en su dia debieron ser los más caros y preciados. Alli dejó a Heinrich y a Pieter, para que hablaran de lo que los dos necesitaran, y añadiendo que el volveria en un segundo con ellos.

Tras esta parada, Migolver y Heinz subieron una interminable escalera. Era costumbre en las familias ricas la construcción de los estudios y aposentos privados en la parte más alta de la casa. Según se decia, cuanta más altura tuviera una casa, menos le llegaria el hedor de los pobres que en la calle deambularan. Unos timidos toques a una puerta de roble, barnizada y pulida, fueron contestados con una invitación a entrar por ella.

Cuando Heinz entró pudo ver una maravillosa habitación, muy amplia y con varios mapas y cuadros, asi como la cabeza de un venado colgada de una pared como trofeo de caza, y una gran mesa con tres sillas, dos a un lado y una al otro, todas con el simbolo de los Bacher. Y casualmente, en lugar de ser las dos sillas para los invitados a dicha mesa, lo eran para los dueños. En un asiento se encontraba un hombre alto y delgado, de pelo castaño, con ricas ropas y colgantes de oro. Su vestimenta era colorida y alegre, y denotaba un buen gusto para vestir. A su izquierda, un hombre con una fuerte mandibula, moreno de ojos verdes, examinaba a Migolver y a su invitado. Al cabo de unos segundos, el hombre moreno habló:

Rudiger Bacher

-¿A quién me traes ahora hermano? Te dije que estaba ocupado.


El tono con el que Migolver respondió fue inaudito para Heinz, el hermano pequeño le habló al primogénito con total servidumbre.

Migolver Bacher

-Lo siento señor, pero este individuo, de nombre Franz Miller, dice que tiene negocios importantes a tratar con usted.


A tal afirmación, Rudiger emitió un bufido, exigiendo a Heinz Stolzer que dejara las armas fuera, pues no era costumbre entre hombres buenos negociar con ellas encima de la mesa. Un grito de Migolver siguió a tal petición, y en pocos segundos un criado estaba esperando en la puerta para recoger las afiladas pertenencias de Heinz. Ruidger se presentó como tal ante el cazarrecompensas, pero el segundo hombre no habló ni realizó presentación alguna. Mientras tanto, Migolver bajaba las escaleras, algo aliviado por desaparecer de la presencia de su hermano.

Rudiger Bacher

-Bien, Herr Miller, dele sus armas al sirviente y coja asiento. Espero que el motivo de su visita sea importante, como comprenderá estoy en momentos muy estresantes, y no tengo tiempo para perderlo con tratantes que no llegan a ninguna parte, aunque algo me dice que usted no es de esas personas.



Mientras tanto, en el piso inferior, Pieter y Heinrich esperaban pacientes. Sin embargo, la relajación desapareció ante la llegada de Migolver, aunque para sorpresa de los dos no hizo ningún comentario jocoso.

Migolver Bacher

-¿Estais comodos? Si necesitarais cualquier cosa, decidlo, no os priveis. Usted tambien, Pieter, ya verá como todo se soluciona hasta quedar en un malentendido sin importancia, ¿a que si Herr Messner?


Con cada palabra de Migolver, Pieter se iba relajando más. La ausencia del stirlandés hacia que su furia comenzara a disiparse lentamente.


Esa era la situación en la mansión de los Bacher. En el estudio, el sirviente, Heinz, Rudiger y su acompañante comenzaban una peculiar reunión. Y pisos más abajo, Heinrich, Pieter, Migolver y una bonita criada esperaban a que el stirlandés terminara su entrevista con el mejor politico de la ciudad.


FDI: Cada uno puede interactuar con los personajes que se encuentran en su escena. El tiempo juega en vuestra contra, pues está atardeciendo.
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Heinz Stolzer / Franz Miller

A medida que subía, Heinz observaba la casa. Se trataba de una rica mansión que, aunque austera por fuera, no debía diferir mucho de las demás por dentro. Todo estaba decorado con objetos con pinta valiosa. Sin duda, un hábil ladrón podría retirarse de la vida laboral después de hacerle una visita a una de estas casas. Una vez en el estudio, lo que vió no fue sinó otra muestra de la hipocresía de la clase alta. En aquella sala había más inversión de dinero que en toda su aldea natal. Pero Heinz no era una persona a la que eso le importase mucho. Cada uno se apañaba con lo que tenía, y debía buscarse la vida para seguir adelante, por eso se dedicaba a atrapar delincuentes y cobrar sus recompensas. Heinz aprovechaba sus habilidades, y supuso que Bacher tambien aprovecharía las suyas, lo cual era, desde su punto de vista, completamente ético y respetable.

Mientras cabilaba para sí, un sirviente llegó para despojarle de sus armas. Heinz no dudó en ofrecerselas, y el sirviente quedó en unos segundos, cargado hasta las cejas. Como supuso que se referirían a las que estaban a la vista, y nadie se la pidió expresamente, Heinz no hizo ningún comentario acerca de la daga que siempre tenía escondida en la bota para situaciones comprometidas.

Sin más, el stirlandés se sentó sin ningún tipo de protocolo ni pomposidad, simplemente se sentó en la posición más cómoda para él. Finalmente, le expuso su "trato" a Bacher.

- Verá, Herr Bacher, yo no soy alguien con pelos en la lengua, y no se de grandes palabreríos, así que iré al grano. Usted tiene un problema. Un problema llamado anarquistas. Mire, a mi me dan igual los políticos y sus cosas, yo pienso que cada cual a lo suyo y todos contentos. Pero, ayudandolo a usted, desencadenaré una serie de sucesos que me proporcionarán lo que yo más ansío: información.

Heinz hizo una pausa para que Bacher asimilara.

- Y ahora, a lo que de verdad interesa. Me he enterado, por fuentes que no revelaré aqui, que hay tres individuos que se le han atragantado. Tres individuos a los que usted ordenó silenciar, pero con un pésimo resultado. Pues bien, resulta que conozco la ubicación exacta de dichos individuos, y que ellos creen que seré yo el que les protegerá de los matones enviados por usted. Mi trato es el siguiente: yo me deshago de ellos, y usted me proporcionará lo que le pida. Soy una persona humilde, Herr Bacher, solo serán unas pocas coronas y algo de influencia.

Otra pausa para que Bacher piense y analice.

- La alternativa, Herr Bacher, es que esos muchachos continúen agitando la ciudad con mucho más apoyo y que, inevitablemente, su persona pierda el referéndum.

Esas últimas palabras, Heinz las pronunció con tranquilidad, como quitandole importancia, y sin siquiera mirar a la cara a su interlocutor. Estaba plenamente convencido de que daría resultado. Había momentos en los que la sutileza era inutil, y que un buen asalto de frente y con todas las fuerzas era lo más efectivo, y más cuando ser sutil llevaría horas, y horas no era lo que le sobraba precisamente al cazador.
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Mensaje por Saratai »

Los interlocutores del estudio de Rudiger escuchaban atentos las pesquisas que el cazarrecompensas stirlandés soltaba con tranquilidad. De haber sido una típica familia noble, su ausencia de modales le habria hecho perder la cabeza. Pero Rudiger era comprensivo, y no rechazaba un negocio por los modales del que se lo ofrece. Por esa razón estaba en la posición en la que estaba, y por ese mismo motivo, Heinz Stolzer podia seguir hablando. Una vez éste habia terminado de ofrecer sus servicios, Rudiger habló.

Rudiger Bacher

-Creo que comprendo lo que usted comenta, Herr Miller. Pero usted erra en dos detalles. El primero, yo no he enviado a ningún matón para acabar con dichos alborotadores públicos. El segundo, que ellos no tienen fuerza suficiente para hacerme perder ningún referéndum, pues todos los ciudadanos saben que conmigo estarán mucho mejor que sin mi, y que si yo resulto elegido acabaré con los problemas que en esta ciudad abundan. Y eso es algo que esos inmundos no pueden realizar, pues solo son unos vagos que quieren vivir sin trabajar.


Las esperanzas de Heinz desaparecian ante estas palabras. Pero cuando Rudiger se estaba preparando para despedir al stirlandés de su casa, el hombre castaño que permanecia a su lado interrumpió.

Administrador Oliver Saford

-Herr Miller, en la casa Bacher no pagamos a matarifes ni sicarios para encargarnos de nuestros enemigos. No tenemos esa necesidad... Sin embargo... Es bien cierto que la gente que nos ayuda desinteresadamente siempre resulta favorecida, pues los amigos de verdad valen más que el dinero. A buen entendedor pocas palabras faltan, y creo que es usted un hombre astuto que habrá comprendido lo que intento explicarle. Le rogaria que para sus próximas visitas vaya por la mañana a la casa de negocios que poseemos en la Zona Comercial y pregunte por Oliver Saford. Un mero formalismo, cierto, pero los detalles son importantes, y para mi, básicos.

-Ahora, buen hombre, haga usted lo que crea apropiado, y yo por mi parte haré lo propio. Si después de hacer caso a su naturaleza ve que le resulta beneficioso, siempre podemos continuar con nuestra relación. Si necesita algo más no dude en cometarlo.


La habitación quedó en silencio, dando por finalizada una charla más rápida de la que nadie habria imaginado. Mientras tanto, abajo en la sala de recepción, Migolver y Pieter hablaban de nimiedades, mientras Heinrich callaba y el tiempo seguia su paso.
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Mensaje por Van Hoffman »

Heinz Stolzer / Franz Miller

A medida que Rudiger Bacher iba hablando, Heinz iba frunciendo el ceño. Era imposible que Jaff estuviera equivocado, y menos aun que le mintiese sobre esto. Algo no cuadraba, algo importante se estaba pasando por alto. ¿Cómo podía ser que Bacher, que parecía plenamente convencido de lo que decía, negase lo que Heinz había afirmado rotundamente? El stirlandés no comprendía las palabras del político, hasta que el otro hombre habló.

Ya veo... así que Herr Bacher no es más que una marioneta... Creo que tengo una ligera idea de cómo son las cosas en esta casa: nadie es lo que parece...

Heinz escuchó atentamente las palabras de Oliver Saford, y captó al instante el velado mensaje. Cuando el administrador acabó de hablar, Heinz se levantó y se puso el sombrero, y dijo sus últimas palabras.

- Muy bien, Herr Saford, en ese caso, se lo que he de hacer. Ha sido un placer hablar con sus mercedes.

Y antes de salir por la puerta, añadió.

- Ah, y sepan ustedes, que el dinero no es más que un mero formalismo. Para mi, la influencia y la información tienen mucho más valor.

Finalmente, salió del estudio, reclamó sus armas, y dejó que le llevasen a la sala de espera, donde le dedicó unas palabras a Messner.

- Adelante, Messner, su turno.

Tras eso, Heinz esperaría sentado a que el ayudante del fiscal volviese de su reunión con Bacher
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Heinrich Messner

Messner y Pieter avanzaron hasta otra sala de espera. Estuvieron sentados unos instantes en silencio. Messner analizaba a Pieter con la mirada. Era como si sus fríos ojos viesen a través de carne, sangre y hueso, como si descubriesen los secretos más profundos que Pieter guardaba. Obviamente, Azhelhof se había percatado de ello, e intentaba esquivar la mirada de Messner.

Qué oculta de verdad este hombre... ¿Qué es lo que en realidad está pasando?. Si su Maestro y él ya habían sido enviados antes de que la situación se descontrolase del todo, es que alguien ya lo sabía... ¿Pero quién?. Si parece que hay infiltrados en todas partes, ¿se puede confiar en alguien?. ¿Cómo empezó todo ésto?. Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas...

Habitualmente, era Messner quien hacía las preguntas. Y estaba acostumbado a recibir respuesta, por unos medios u otros. Pero ahora miles de preguntas zumbaban alrededor de su cabeza. Y no tenía respuesta para ninguna... No sabía si todos sus esfuerzos servirían para algo, si esclarecerían algo con el trato que había acordado con los mutantes. De hecho, no sabía ni se sobreviviría al combate que sin duda se desataría. Y fue en ese momento cuando Messner se dio cuenta de que podía estar disfrutando de sus últimas horas de vida...

Las cartas están sobre la mesa. Y sólo puedo jugarlas como mejor sepa...

En aquel momento Migolver Bacher irrumpió en la sala. Lo que sorprendió a Messner fue que esta vez ni vino haciendo chistes ni ningún tipo de comentario irónico. Sólo preguntó con amabilidad si necesitaban algo.

Lo que yo necesito no puedes dármelo... ¿Porque no tendrás Cañones de Salvas, no?.

Messner se volvió hacia él, y con la voz más amable que pudo conseguir en aquel momento, dijo.

No, gracias, no necesito nada... Esperemos que tenga razón y todo quede en un asunto sin importancia...

Se esforzó en mantener una media sonrisa, mientras volvía a mirar al suelo, dándole vueltas a todas las ideas que se arremolinaban en su cabeza. Migolver, en vista de que Messner no le daría conversación, inició una insulsa conversación con Pieter. Hablaron de Sigmar, del Templo de la ciudad, y de diferentes trivialidades religiosas a las que Messner no prestó atención alguna...

Los tres Alptraum, Pieter, Friedgsoth, Herr Patrullero y yo. Como mínimo. Y falta saber qué refuerzos conseguirá el Sargento... Va a ser una masacre...

Messner hizo un repaso mental de todos los acontecimientos que le habían llevado hasta allí. La taberna, la discusión con Herr Patrullero, Dieter Gayer, el camino a Monheim, aquella casa, la chica, Quober, los mutantes, los lobos, el Templo... Muchas emociones en un solo día para un simple Letrado. Un simple Letrado que estaba a punto de involucrarse en un intercambio de rehenes, un combate mortal...

Y entonces Sigmar derribó de un solo golpe el tronco con el que empezó la construcción de Altdorf.

A saber por qué razón, Pieter estaba narrando la fundación de la capital de Reikland. Con un error garrafal. Messner se levantó del sillón, nervioso, y empezó a dar paseos por la sala.

Reikdorf, Pieter. De aquella Altdorf se llamaba Reikdorf...

La puerta se abrió, y Miller apareció en la sala.

Adelante, Messner, su turno.

Heinrich se volvió hacia el mercenario. El canalla de él cumpliría lo que había dicho, y se quedaría esperando hasta que Messner acabase de hablar con Bacher, hasta que pudiese reclamar a Pieter.

Azhelhof, vamos. Discúlpenos, Herr Migolver. Agradezco su paciencia, Herr Miller, pero estoy seguro de que tendrá cosas mejores que hacer que seguirme. Haga lo que le parezca...

Messner y Pieter salieron de la sala de espera, donde un sirviente les esperaba. Como era habitual, el despacho de Bacher se encontraba en la parte alta de la casa.
Última edición por Weiss el 09 Feb 2009, 19:42, editado 1 vez en total.
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Saratai
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Mensaje por Saratai »

Al cruzarse Pieter y Heinz por las escaleras, las chispas saltaron. El iniciado estuvo tentado de tirar a aquel maleducado por las escaleras, pero en el útlimo instante se contuvo. Heinrich le habia tratado bien, y confiaba en él lo suficiente como para no trastocarle los planes.

La puerta del despacho de Rudiger se abrió una vez más, dejando entrar a Pieter y Heinrich. El señor de la casa no pudo sino deprimirse un poco al ver que las visitas no se acababan. Hoy habia sido un dia muy largo. Bacher se atusó el pelo moreno, mientras su administrador ojeaba unos libros. Al entrar los dos visitantes, Pieter permaneció de pie. Solo habia una silla, y no era él quien iba a hablar. Además, su enfado era aun presente, pero no lo demostraria alli. El politico habló.

Rudiger Bacher

-Muy bien señores. No les diré que dejen sus armas, parecen ustedes de fiar. Por favor, preséntense y diganme que es lo que necesitan de mi persona.


Bacher estaba sereno pero confiado, estos visitantes parecian más amigables que el anterior asesino. Al menos podria estar tranquilo de que no le apuñalarian en mitad de la charla.
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Weiss
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Messner y Pieter entraron en el despacho de Rudiger Bacher. Allí dos hombres les aguardaban, sentados detrás de una mesa, junto a la que Messner también tomó asiento después de dar la mano a sus dos interlocutores. Obviamente, él conocía a Bacher de vista, pero no sabía quiern era el hombre que le acompañaba. Cuando Rudiger les pidió que se presentasen, Messner tomó la palabra.

Gracias por su confianza, Herr Bacher. Como sabrá, mi nombre es Heinrich Messner, hijo de Mannfred Messner, y trabajo en la Fiscalía como ayudante del Fiscal Treitt. Mi compañero es Pieter Azhelhof, de Reikland, y es mi colaborador. Estoy aquí por un asunto más que importante, Herr Bacher, y como me imagino que ni vos ni yo tenemos mucho tiempo que perder no me andaré con rodeos.

Sé que el Referéndum mediante el cual se convertirá en Gobernador de la Provincia es la próxima semana. Pues bien Herr Bacher, necesito que retrase el mismo una semana o dos.


Messner esperó unos instantes, analizando la reacción de Bacher.

Se encontrará sorprendido, Señor, pero le aseguro que hay razones que justifican sobradamente me petición. Sabrá que nos encontramos en un momento delicado, y nuestra gran provincia se enfrenta a varios problemas. Hoy mismo me he visto obligado a restringir la circulación por las Puertas de la ciudad, debido a que los caminos son aún más peligrosos. Si ese problema fuese poco, tenemos muchos más frentes abiertos, frentes que pueden obligarnos a tomar decisiones aún más radicales, como llegar a establecer la Ley Marcial en la provincia. Será consciente de que no son las mejores circunstancias para llever a cabo su consulta, que por otro lado sabe de sobra que tiene ganada, por lo que sólo implicaría posponer su victoria unas semanas más. Desde mi punto de vista hasta podría salir beneficiado si pospone el Referendum. Sus opositores le culparán en cuanto llegue al poder, desafiarán sus decisiones. Por eso es mejor que espere a que las cosas se calmen. Y no sólo por eso, sino porque tememos hasta por su misma vida...

Otra pausa para dar efecto.

Herr Bacher, todo el mundo es consciente de la influencia que tiene, del poder que concentra. Y le aseguro que los causantes de todos estos desmanes estarían encantados de quitarle de en medio. Usted es una persona capaz de unir a la provincia, y eso no interesa a nuestros enemigos. No nos podemos permitir perderle, así que le aconsejaría que esperase unas semanas, pasando desapercibido, bien protegido y aguardando a que las cosas vuelvan a su cauce. Le aseguro que por mi parte estoy haciendo todo lo que puedo para recuperar esa tranquilidad. Herr Bacher, por favor, retrase su consulta.

Una vez acabó de hablar, Messner esperó a oír la respuesta de Rudiger Bacher.
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
Cerrado

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