Tercera parte: La Misión

Partida dirigida por Van Hoffman

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Weiss
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Daeron Nénmacil

Las rampas eran estrechas, empinadas y extremadamente largas. Definitivamente, Daeron estaba ya cansado de aquel Templo. No negaba que podía ser una joya de la Arquitectura, un prodigio de la cultura de los Hombres Lagarto, pero los eternos corredores llevaban ya un rato aburriéndole. Lo único bueno es que los Hombres Lagarto se habían tomado la molestia de esculpir en todas y cada una de las paredes, y esos relieves eran lo que hacía que Daeron se entretuviese un mínimo. Al igual que antes, seguían relatando la guerra de los eslizones contra el Clan Pestilens, el poder de Tehenhauin, el advenimiento de Sotek... Todos ellos eran acontecimientos que habían tenido lugar hace incontables siglos, casi 2500 años atrás. Sotek se presentó en forma de un enorme cometa de dos colas, el mismo cometa que los Imperiales afirmaban que había señalado el nacimiento de su Dios Hombre. Asuntos como este eran la pasión de Daeron. Después de investigar bastante durante sus años en Lustria, había aprendido mucho sobre los Ancestrales, y cada vez estaba más convencido de que los Slann tenían razón. Toda la Historia conocida no había sido más que los designios de los Ancestrales. En un tiempo inmemorial, aquellos todopoderosos hechiceros habían determinado el curso de la Historia, el advenimiento de Dioses y Avatares, guerras y traciones, catástrofes y milagros... Su poder había sido asombroso, al igual que su tecnología de viaje por la Disformidad. Y sin embargo, su leyenda tenía aún un inmenso interrogante: ¿Por qué desaparecieron?.

Responder a esa pregunta era la meta de Daeron. Y cada vez estaba más seguro de que el que ellos estuviesen en el Templo era parte de aquel inmenso Plan, trazado hace eones. Daeron estaba cumpliendo la voluntad de los seres más poderosos que hubiesen existido. Y lo haría gustoso por una fracción infinitesimal de poder o conocimiento.

Volviendo a la realidad, Daeron se vio de nuevo en una encrucijada, igual a la anterior. Volviendo a aplicar la misma lógica, decidió por dónde seguir.

Bien, creo que obviaremos la iluminada propuesta de Lord Tyrion. Si quiere dedicarse a echar las cosas a suertes, dedíquese a las apuestas, o a las carreras, pero no juegue con nuestras vidas... Y la próxima vez plantéese el quedar callado en vez de abrir la boca y confirmar mis sopechas de que sus padres son hermanos... En cuanto a vos, Capitán, no comparto su teoría. Aunque lógica, no es la correcta. Si siguiésemos de frente saldríamos otra vez al nivel superior. Si seguimos por la derecha, nos acercaremos a los skaven, así que una vez más, esl camino a seguir es el de la izquierda.

Se dio la vuelta y miró al grupo.

¿Alguna objeción?
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William Tender
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Anuviel Darkmane

La apatía y el malhumor que parecían afectar a Daeron y a Tyrion, con sus consiguientes comentarios, indirectas, e impertinencias, casi molestaba a Anuviel, si realmente se molestara en prestarles toda la atención que podía. Empezaba a estar un poco cansado de aquellos dos, y resolvió que no merecía la pena hacer caso de su actitud salvo en los momentos en que no hubiera más remedio.
-Yo estoy con el capitán Eissel. Parece lógico que la disposición de la pirámide sea la que afirmáis, Daeron, pero tamaña construcción merece el respeto que confiere el beneficio de la duda. Quién sabe los recovecos, pasillos y cámaras ocultas que podría esconder este lugar. Por si acaso el sendero se complica, optaría por seguir recto, y si, en efecto, salimos por el otro extremo, no tenemos más que deshacer nuestros pasos hasta este punto.
Lo cierto es que Daeron, muy probablemente estuviera en lo cierto, y Anuviel así lo creía, pero no valía la pena arriesgarse, y, aunque no lo confesara, el joven domador deseaba fervientemente que Daeron acertara, y ver el cielo otra vez, para alejar los fantasmas de la claustrofobia.
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Van Hoffman
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Tras un corto pero intenso paréntesis para tomar una decisión, el grupo finalmente tomó el camino recto y ascendente. Daeron estuvo a punto de perder los nervios, pues aseguraba que ir recto era una pérdida de tiempo y que debían tomar el camino de la izquierda, que descendía. Por su parte, Tyrion prefería tomar el camino de la derecha, simplemente por llevarle la contraria al mago. Sin embargo, Aënor y Anuviel apoyaron la idea del capitán, y siguieron recto.

El pasillo era prácticamente idéntico a aquel por el qué habían descendido. Mismos relieves y mismos símbolos adornaban las paredes. Tras un rato, llegaron a una antesala con escaleras ascendentes exáctamente idéntica que aquella por la que habían bajado. El hedor era insoportable, a sudor, almizcle y excrementos. Se podían ver restos de comida podrida, de algo parecido a lechos, y demás basura. Daeron refunfuñó. No hizo falta mucho tiempo para convencerse de que aquel camino regresaba a la superficie, así que aquella vez, volvieron a hacer caso al mago.

Desandaron el camino hasta la encrucijada, y tomaron el camino que había señalado Daeron. Éste descencía, y los relieves mostraban escenas de batallas, con eslizones y skavens, y un gran eslizón de cresta roja y lengua bífida en lo más duro del combate. También os sorprendió ver la representación de una inmensa serpiente multicolor, ampliamente representada ahora. Tras un rato más, disteis a una nueva antecámara, con escaleras descendientes. No lo pensasteis mucho rato. Para salir de allí, teníais que descender a las profundidades de la pirámide.

Bajasteis con cuidado por las estrechas escaleras, a una antesala parecida a las anteriores. De nuevo, ante vosotros se abría un pasillo, pero éste ni descendía ni ascendía. ¿Habríais llegado por fin al final de la pirámide? No os lo pensasteis dos veces, y avanzasteis. Los relieves eran mucho más sangrientos, más místicos, y les envolvía una energía poderosa. Al fondo del pasillo llegó a vosotros una ténue luz. Frenasteis y os acercasteis sigilosamente. Ante vosotros, un gran salón se abría. En el centro del mismo había una gran hoguera con un caldero encima. Un skaven, como aquel que había huído al interior de la pirámide en el primer combate en el exterior, removía lo que Asuryan quisiera que hubiese allí. Otros dos se mantenían cerca, en guardia. En un extremo, había una jaula, vigilada por otro skaven encapuchado. De repente, uno de ellos os señala, chilla algo, y se lanzan hacia vosotros. Por instinto, y esta vez superioridad numérica, os lanzáis a la carga.





FDI: Empieza un combate. Ale, ya podeis disfrutar.
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Tyrion Audec

¡Ja! La izquierda. ¿Cómo podría haberlo sabido el mago? Tyrion anotó una sospecha más a su larga lista. Estaba claro que... Bueno, en realidad no estaba nada muy claro, si el que se hacía llamar Daeron era un renegado druchii, o un afecto a los dioses del Caos, o un amante de los lagartos o de las ratas. Pero que no había nada bueno debajo de su cabellera rubia, estaba claro.

El comentario sobre que sus padres eran hermanos, curiosamente para los no caledorianos, pareció no afectarle. Replicó que no, que eran primos segundos y que, al menos, pertenecían a la misma raza. Tampoco es que le hubiesen dicho que se había mezclado con plebeyos.

En esto que la herida de la pierna le molestaba menos. Le molestaba más andar sin espada, así que, en cuanto se sintió con algo de fuerzas para caminar sólo, se la pidió a Anuviel. Éste pareció no escucharle, y el noble no insistió, porque estaba distraído observando unos relieves de colores en los que unos monstruos lagarto con crines de caballo (¿o era una cresta como la de un matatrolls enano, como en los libros? A Tyrion nunca se le habían dado muy bien las imágenes) les sacaban las tripas a monstruos ratoniles con sentidas muecas de furia.

Y luego no le dio tiempo a mucho más, ahora que, tras bajar despreocupadamente unos escalones, un par de skavens se abalanzaban sobre él con las lanzas dispuestas. Porque había vuelto a encabezar la marcha, claro. Cojeando, pero en vanguardia.

Así que requirió otra vez su arma, esta vez con algo más de premura, y se dispuso a resarcirse de sus heridas. Esta vez, si no había nada de magia por el medio, les demostraría cómo se esgrime.
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Weiss
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Daeron Nénmacil

Idiotas. No había otra palabra para describirles. Hacer caso a la opinión del amigo de los pájaros antes que a la suya. Era como a la hora de construir un edificio, seguir el consejo de un herrero, en vez del de un arquitecto. Tanto el "Capitán", como el Domador y el Sombrío estuvieron de acuerdo en continuar de frente, mientras que el estúpido caledoriano, que se volvía más tonto por momentos, quería ir a la derecha, sin duda sólo por molestar.

¿Quién se supone que es el que entiende de Pirámides?, ¿Vosotros o yo?. Os repito que si continuamos de frente sólo perderemos el tiempo... Creo que hasta ahora he acertado al orientarme, así que no entiendo el porqué de no hacerme caso ahora... Haced lo que os venga en gana...

Resignado, Daeron acabó siguiendo al grupo... para descubrir que, efectivamente, él tenía razón. Como Daeron había dicho, aquel camino les devolvía al nivel superior. Tosiendo para hacerse notar, esperaba transmitir lo suficientemente bien el mensaje de "Os lo dije". Cuando todos estuvieron seguros de que Daeron tenía razón emprendieron el camino de vuelta, llegando a la bifurcación anterior. Esta vez hicieron caso al Mago y se dirigieron al pasillo de la izquierda. El camino descendía, por lo que el grupo se seguía adentrando en las entrañas de la Pirámide. Daeron se sentía extraño mientras bajaba. Los niveles de magia residual eran cada vez más altos, y Daeron los percibía como una especie de electricidad estática, que de vez en cuando formaba arcos de energía en sus manos. Casi sentía cómo los hechizos luchaban por lanzarse, como si las palabras arcanas quisiesen salir de su boca, como si sus dedos quisiesen despedir rayos otra vez. Su cuerpo estaba actuando como un enorme canalizador. Su pelo ondeaba sin brisa, su túnica se movía al son de los vientos. Se sentía rodeado por una presencia invisible, hasta que cerró los ojos, para volver a abrirlos al momento siguiente. Para entonces, la presencia había dejado de ser invisible. Corrientes multicolor recorrían el corredor, entremezclándose. Era un espectáculo digno de ver, aunque sólo estaba reservado para unos pocos afortunados. Sin embargo, pasado un rato la sensación de bienestar, de sintonía con los vientos, desapareció. El aire de llenada de viento oscuro, opaco y pesado. Daeron volvió a ver las cosas con su visión terrenal, sobresaltado. Había algo malo poco más adelante...

Y efectivamente. En cuanto llegaron a una nueva sala, volvieron a encontrarse con los skaven. Pero esta vez, al reconocerlos, Daeron sintió un odio infinito. Había llegado a apreciar la cultura de los Slann tanto como la élfica, y aquellos seres eran los que habían estado a punto de destruirla. Daeron miró a Tichi Hui, así como a los demás eslizones, que habían abierto la marcha en todo momento. El odio en sus caras era más que evidente. Se acababan de encontrar con los Monjes de la Plaga del Clan Pestilens...

Daeron extendió su Báculo hacia ellos, canalizó los vientos, cerró los ojos. Y disparó muerte sobre sus enemigos...
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Casi no dio tiempo a reaccionar. Tan pronto los skavens os descubrieron os lanzasteis a la carga a por ellos. Por la izquierda, Anuviel, Yvraerl y Tyrion cargaron contra los dos que estaban haciendo guardia junto al caldero. El domador fue el primero en golpear, sin embargo, el hediondo encapuchado esquivó casi sin dificultad el ataque de Anuviel. Yvraerl no tuvo mucha más suerte, ya que aquel skaven era más ágil de lo que esperaba, y evitó la estocada del capitán, que solo rasgó túnica. Por otra parte, Tyrion, que en aquellos momentos estaba ciego de un frenesí difícil de explicar, golpeó al skaven con un golpe descendente que arrancó carne y músculo de la cara del apestoso monje de plaga. Sin embargo, el golpe no pareció dolerle, a pesar de haber sido extremadamente duro.

Mientras tanto, en el borde del pasillo, Aënor apuntaba con su ballesta al skaven que permanecía sobre una escalerilla, removiendo el caldero. Fijó el blanco y apretó el disparador de la ruda ballesta. El virote voló certero, impactando en la rodilla de la vil criatura. Aun con la saeta clavada, miró a los elfos con expresión enfurecida, sin muestra alguna de dolor físico. A su lado, Daeron empezaba a convocar los vientos. La tarea le resultó harto complicada, pues gran cantidad de magia oscura residía en el ambiente. Ni siquiera fue capaz de formar su proyectil, y sufrió un fuerte revés aethyrico a su orgullo. En ese momento, se dio cuenta de que en aquella estancia, el Dhar campaba a sus anchas, con lo aquello conllevaba…

A la derecha, Tichi Hui y su compañero se lanzaron sin dudarlo contra el skaven que vigilaba la jaula. Con una mirada, Yvraerl y Anuviel vieron que dentro de la misma estaba encerrada la figura de un eslizón… Tichi Hui arremetió con su daga ritual, clavándola en el torso del skaven. El golpe del explorador fue certero, pues atravesó el cuerpo del monje, quebrándole la columna vertebral, paralizándolo en el acto. El otro eslizón saltó sobre él y lo remató, apuñalándolo repetidamente.

Los skavens, pillados por sorpresa, atacaron con sus ponzoñosas espadas, oxidadas y roñosas. Uno de ellos arremetió contra Anuviel. El domador sufrió un corte en el costado que empezó a sangrar. En el rostro del monje de plaga se formó una sonrisa. Por otra parte, su compañero atacó entonces al noble Tyrion. Sin embargo, Tyrion consiguió esquivar por poco el ataque del hombre rata, y evitó el mismo destino que Anuviel.

En ese momento, el skaven que removía el caldero bajó de un salto y cogió algo que permanecía en el suelo. Se trataba de un orbe de metal con púas y pequeños orificios, anclado con una cadena a un mango de madera. Entonces, lo elevó, haciendo girar el orbe, del cual empezó a salir un preocupante humillo de color verdoso…



FDI: Tyrion le ha hecho 4 heridas al skaven. Aënor le ha hecho 2 al que ahora lleva el incensario. Tichi ha sacado una señora Furia de Sotek y casi se carga él solo a uno de ellos. Por su parte, la aportación de Daeron ha sido más bien nula. Y Anuviel se ha llevado 5 heriditas, casí na...
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Los golpes y estocadas se sucedían. El combate final estaba en su momento decisivo. Una sola baja más, y la batalla se decantaría a favor de uno de los dos bandos.

Anuviel trató de golpear al skaven con su espada, sin embargo, el hediondo ser se apartó en el último segundo, y lo unico que consiguió el domador fue rasgar la túnica del skaven. A su lado, Tyrion siguió con su frenético ataque, estocandole al monje en todo el pecho. Su arma se clavó en el costado del apestoso hombre-rata, sin embargo, éste siguió luchando a pesar de las heridas. Yvraerl, por su parte, no aflojó el ímpetu. Aprovechando la distracción de Tyrion, golpeó descendentemente al mismo skaven, causandole un grave corte, y derribandolo aturdido al suelo. Uno menos por el momento...

Mientras tanto, desde el pasillo, Aënor introducía otro virote y cargaba a la velocidad del rayo, disparando sin pensarselo al skaven del arma giratoria. El virote voló, y le atravesó la manga de la túnica al skaven mientras éste balanceaba su arma. Había fallado por poco. Por su parte, Daeron trataba de concentrarse en los vientos, alejandose del Dhar y canalizando su conjuro. Esta vez, consiguió formar correctamente su hechizo, y otro de aquellos dardos púrpuras voló hasta golpear directamente al skaven del mayal.

El inmundo hombre-rata profirió un alarido de furia y se lanzó contra los dos eslizones haciendo dar vueltas a su mortal arma. El arco que describió partió la cabeza del eslizón como si de un melón maduro se tratara, y habría hecho lo mismo con Tichi Hui si éste no se hubiera agachado en el último momento. Por otra parte, el último monje lanzó un alluvión de golpes contra Anuviel, sin embargo el joven y ágil domador fue capaz de evitar la lluvia de cuchilladas.

Un skaven había caído fuera de combate, pero uno de los eslizones había muerto. Y para colmo, ahora la sala se estaba llenando de aquel inmundo humo verdoso que despedía el mayal...
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Mensaje por Van Hoffman »

La sala ya se había llenado casi por completo de aquella humareda verdosa, y poco a poco se iba haciendo más densa. El humo entraba en vuestros pulmones sin oposición ninguna. El hedor era algo nauseabundo, se os revolvía el estómago y sentiais un regusto metálico en la boca. De pronto, Aënor se dobla sobre sí mismo, tosiendo fuertemente y escupiendo sangre. De repente, cae secamente al suelo, inmóvil, con los ojos en blanco, y sacando espuma por la boca. Era cuestión de tiempo que todos sufriesen el mismo destino.

Por esa razón, Tyrion, Yvraerl y Anuviel aumentaron su determinación para acabar con los skavens. Yvraerl lanzó un golpe que hirió a su oponente en el estómago, arrancandole un grito de dolor. Casi al instante, Tyrion descargó un brutal tajo horizontal que partió a la criatura por la mitad, esparciendo sangre corrupta y vísceras alrededor. Aprovechando la ventaja, Anuviel remató al que estaba en el suelo aturdido, clavándole su arma en la garganta, haciendo salir sangre negra a borbotones.

Por otra parte, Tichi Hui seguía esquivando y retrocediendo frente al ataque del implacable monje de plaga. Se veía claramente acorralado, acercandose cada vez más a la pared, y a lo que sería su final. Sin embargo, allí estaba Daeron. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, el aprendiz de mago aisló el Dhar del resto de vientos, moldeando estos últimos a su antojo. Zarzillos de los ocho colores se arremolinaron, formando una espiral multicolor que fue visible para todos. Haciendo gran esfuerzo, arrojó el rayo de pura energía contra el skaven que enarbolaba el mayal. El haz multicolor rodeó al hombre rata con una fuerte luz. Se oyó un agudo y agónico chillido, y tras disiparse la luz, solo quedaron cenizas.

Los cuatro skavens habían muerto, pero ahora había que sacar de allí a los supervivientes. Daeron y Anuviel corrieron pasillo adentro, mientras Yvraerl y Tyrion recogían al moribundo Aënor, llevandoselo a hombros. Por su parte, Tichi Hui rompió el candado de la jaula de un golpe, y sacó de allí al eslizón que estaba preso. Y corrieron. Y el humo les seguía. Subieron las escaleras una vez. Y una segunda vez. Y finalmente llegaron a la salida de la pirámide. Todo había acabado, y el eslizón preso había sido rescatado...
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Mensaje por kurgan »

Tyrion Audec

Tosiendo como un tuberculoso, Tyrion vivió varios minutos de angustia aterrorizada mientras la adrenalina y el miedo lo impulsaban a salir de la pirámide. ¿Qué arma del demonio envenenaba el propio aire, mataba a través de los pulmones? Tyrion habría dado su mano izquierda por conocer el secreto, y poder venderlo para sus propios fines, pero ese asunto no vendría a su mente hasta tiempo después. Por lo pronto, bastante tenía con abrirse paso a trompicones, apartando más de una vez a las asquerosas lagartijas que se le metían entre las piernas. Y encima lo entorpecía aquel cadáver en ciernes de Aenor, al que de buena gana habría dejado pudriéndose en la mazmorra… Si no hubiese sido por la mirada de Yvrael.

Una vez al aire libre, Tyrion dejó caer a su compañero con brusquedad en brazos del capitán. Para encarar algunos asuntos pendientes… Fue hasta Tichi Hui y junto al mago, envainó la espada ante la mirada indiferente del reptil y sonrió.

-Muchas gracias por la cura de emergencia, mi señor alimaña. Si desea pasarse por los salones de mis antepasados, los Audec se lo agradecerán. Por mi parte, muy grato haberles sido de ayuda. ¿Podría pedir un pequeño pago? Una cosilla de nada.

Se lo agradecerían con una habitación confortable y sin luz, por supuesto, por un tiempo indefinido. Agarró la espada por el mango envainado, y cojeando ligeramente-la herida de la pierna, después del esfuerzo, volvía a molestarle-se dirigió hacia Daeron, con la espada hacia delante como si le ofreciese el mango. Éste dijo algo, seguramente, pero Tyrion no escuchaba. Empuñando el arma como si fuese una maza, le destrozó la boca con la empuñadura, mandándolo al suelo mientras la sangre manaba de los labios rotos. Luego, se inclinó hacia el eslizón.

-Con esto me daré por recompensado. ¿Qué miráis? No me digáis que no lo esperábais…
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William Tender
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Mensaje por William Tender »

Anuviel Darkmane

Anuviel corrió escaleras arriba, inmediatamente detrás de Yvrael y Tyrion, con los ojos fijos en el agonizante Aëron, consumido por una asfixiante sensación de ansiedad. La garganta le escocía horrores, y su garganta le exigía toser para liberarse de los restos del diabólico gas, pero Anuviel era incapaz de hacer caso de su propio cuerpo, sintiéndolo como algo ajeno a sí mismo, incapaz de apartar la mirada de su compañero.
Cuando salieron a la luz del día, Anuviel se apresuró a inclinarse junto a su compatriota, en un desesperado esfuerzo por atenderle. Cuando Tyrion le dejó caer bruscamente, Anuviel le recogió en su regazo, y clavó en la espalda de Tyrion un estilete de acero disfrazado de mirada.
Apenas le costó unos segundos apartar sus pensamientos de los infantiles e irritantes modos del aristócrata, antes de reaccionar dirigiendo una mirada de súplica a Tichi Hui. Sabía que el eslizón no le entendería, pero en esos momentos ni siquiera pensaba con la bastante racionalidad como para recurrir a Daeron. Con la mirada angustiada y señalando al elfo que yacía en su regazo con el pecho manchado de sangre de sus propios pulmones, Anuviel preguntó: ¿Puedes hacer algo?

En ese momento, la escena de Tyrion cruzándole la cara a Daeron le distrajo del compañero herido. La sangre le hirvió.
-¿¡¡ES QUE NO PODÉIS GUARDAR UN POCO DE RESPETO SIQUIERA POR LOS COMPAÑEROS HERIDOS!!?
Nunca antes Anuviel se recordaba gritando de esa manera. Alguna vez había gritado de júbilo, pero éste era un grito de resentimiento y amargura. Un breve silencio se hizo ante la insólita explosión del joven. Anuviel, sin moverse de su sitio dirigió su mirada a Daeron, cuyo rostro descompuesto por la ira aún no había reaccionado, señalando con la cabeza a los eslizones: Daeron, ¿Podéis... preguntarles si existe antídoto o cura?
Era la primera vez que alguien agonizaba junto a Anuviel. Y en su rostro se mezclaba la tensa furia por el comportamiento de Tyrion, en la comisura de su boca; la concentrada determinación pendiente de la respuesta, en su mirada; y la angustiada tristeza, en los destellos de su lacrimosa mirada.
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Weiss
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Daeron Nénmacil

Alta Magia.

Daeron estaba extasiado. Acababa de disparar un haz de luz pura contra aquella repugnante rata, una luz formada por los Ocho Colores, una luz de una blancura impoluta que desintegró al malnacido hombre rata. Una persona no versada en la Magia era incapaz de entender el porqué de la felicidad absoluta de Daeron: la Alta Magia estaba reservada a los Magos, a Magos que llevaban siglos estudiando el flujo de los Vientos. Y sin embargo Daeron Nénmacil, Aprendiz de Mago, había sido capaz de utilizar la Alta Magia. En toda la historia de la Torre Blanca, muy pocos habían sido capaces de tal proeza: Teclis, Yrtle, Finreir, Anthelis, Maethor... todos grandes Magos cuyas hazañas habían pasado a la Historia. Y ahora Daeron se sumaba a ese grupo.

Lo que quedó después de que la luz alcanzase al Sacerdote de la Plaga fue simplemente un montón de humeantes cenizas, que fueron contempladas con estupefacción por Tichi Hui, que después dirigió a Daeron una mirada de asombro. Después, Tichi Hui se apresuró a romper el candado de la jaula donde estaba encerrado el Chamán.

Por fin te hemos encontrado...

Los tres se dieron rápidamente la vuelta, para ver cómo los demás elfos también se batían en retirada, con el Sombrío gravemente dañado, sin duda por el humo que llenaba la sala, y que hacía toser a Daeron. Salieron de la Pirámide lo más rápido que pudieron, tapándose la boca con lo que pudiesen para no respirar aquel corrupto aire. Recorrieron cientos de metros a través de los corredores, volvieron a cruzar las salas del Templo a la velocidad del rayo, y, finalmente, volvieron a ver la luz del Sol...

Daeron suspiró aliviado, cansado por la carrera, pero satisfecho por todo lo que habían conseguido: el Chamán volvía a estar entre ellos. Se acercó a Tichi Hui, también visiblemente cansado, y que luchaba por recuperar el aliento. Le puso la mano en el hombro al eslizón, que le miró con renovado respeto, ya que era consciente de que Daeron le había salvado la vida.

Lo hemos conseguido Tichi Hui. Has luchado como un héroe... Ha sido un honor estar a tu lado...

Después, Daeron se acercó al Chamán. Era su mentor, su maestro... su amigo. Aquel eslizón le había enseñado casi todo lo que sabía sobre la fascinante cultura de los Hombres Lagarto, y cada día que había pasado desde su desaparición había sido un infierno para Daeron, aunque él se esforzase en disimularlo. Finalmente, le habían rescatado, eliminando a los Hombres Rata en el proceso. Sin duda, los mplanes de los Ancestrales se habían cumplido...

Se acercó al eslizón, al que abrazó emocionado. El eslizón, aunque su raza no era muy dada a demostrar su efusividad, devolvió el abrazo a su alumno.

Me alegro de que estés bien. Ya no sabía qué pensar después de tantos días sin saber de ti...

El eslizón seguía ensimismado, sorprendido por haberse salvado de una muerte segura, y no parecía muy dado a la conversación. Simplemente se dedicó a mirar al cielo como si fuese la primera vez que lo veía. Daeron le dejó con sus pensamientos, volviendo junto a Tichi Hui. Después de la alegría inicial, el Jefe de los Exploradores se lamentaba por la muerte de uno de los suyos. Daeron intentaba dedicarle unas palabras de aliento cuando el caledoriano hizo acto de presencia...

Daeron sintió algo raro en cuanto le vio acercarse. Quizás una perturbación en los Vientos. Cerró los ojos, y al abrirlos, lo que vio resolvió sus dudas. Tyrion venía rodeado de una nube de Aqshy, el Viento del Fuego. No se proponía nada bueno... Daeron examinó al Noble, detenidamente, fijándose en cada uno de sus movimientos. Podía intentar cualquier estupidez... y se hacía una idea de qué estupidez podía ser...

Como esperaba, se dedicó a faltar al respeto a Tichi Hui, aún después de que el eslizón le hubiese salvado la vida. Pero la sorpresa vino luego. Daeron esperaba que el destinatario de la rabia del Caledoriano fuese el jefe de exploradores. Y sin embargo, era hacia Daeron hacía el que se dirigía el golpe del Caledoriano. Súbitamente, la empuñadura de la espada de Tyrion se dirigió hacia la cara de Daeron, que casi no tuvo tiempo de apartarse. Sin no hubiese sido porque la pierna herida del noble le impidió golpear con toda la fuerza y velocidad posibles, la empuñadura habría impactado totalmente en la boca de Daeron. Aunque consiguí apartarse, no se libró completamente del golpe, que le alcanzó en el lado izquierdo de la boca, llenándole la boca de sangre.Pero comparado con lo que le podía haber pasado, Daeron no podía quejarse...

El noble se desequilibró al fallar el golpe, y fue ése el momento que Daeron aprovechó. A la velocidad del rayo, Daeron conjuró un hechizo de Sueño, y se lo aplicó al Noble mediante un fuerte puñetazo en el pecho, que le dejó inconsciente en el suelo.

Imbécil... Tichi Hui, átalo. No quiero que vuelva a cometer ninguna estupidez... Zoar En'Hak decidirá qué hacer con él...

Volviéndose de la escena, Daeron escupió sangre al suelo, y vio al Domador, que se acercaba hacia él, escandalizado por el ataque del Noble, y pidiéndole ayuda para salvar al Sombrío.

Le diré al Chamán que haga lo que pueda.

Daeron se acercó a su Maestro, que seguía comtemplando el Cielo, como leyendo algo que estuviese allí escrito y que sólo él pudiese ver. Le dio un ligero golpe en el hombro para que le prestase atención, y después señaló con la cabeza al Sombrio. No hacían falta palabras para decirle que intentase salvarle, pues el estado del elfo lo decía todo.

Finalmente, Daeron se acercó al Capitán, que se encontraba cerca del Sombrío, el Domador y el Chamán. Con una irónica sonrisa, le dijo.

¿Ve cómo era por la izquierda?
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Van Hoffman
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Mensaje por Van Hoffman »

Libertad.

Esa era la palabra que estaba en la mente de todos en aquel momento. Por fin habían salido de aquella pirámide, por fin habían liberado al eslizón preso por los skavens, por fin habían cumplido con su misión. Pero no todos habían resuelto sus problemas.

Lejos de haber olvidado, Tyrion se acercó a Tichi Hui y a Daeron y tras unas, en apariencia, conciliadoras palabras, actuó de manera inesperada. No tan inesperada, pues Daeron vio una perturbación en los vientos que le reveló que algo iba a pasar. Y pasó, y muy rápido. Tyrion golpeó con el pomo de la espada a la boca de Daeron, que consiguió evitar en el último momento el impacto directo y solo recibió un golpe de refilón. Aún sangrando por la boca, Daeron conjuró una vez más y descargó su hechizo mediante un puñetazo en el estómago de Tyrion, que se desplomó dormido en el suelo. De no ser por las palabras del mago, Tichi Hui habría degollado allí mismo al caledoriano, sin embargo se contuvo y obedeció, atando las manos del noble tras la espalda.

Mientras tanto, Kaizlat Tehe, chamán eslizón prisionero de los skavens, recuperaba la compostura.

- Basssssssta... -dijo de pronto en un sibilante Eltharin- No debemossssss pelearnossssss entre nosssssotrosssss. Lord Zoar En'Hak tiene planessssss para todossssss. Losssssss Ancessssstralesssss han hablado. Debemosssssss volver a Hoxoatl.
Van Hoffman, pastor de garrapatos por gloria y gracia de Igarol

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Saratai
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Mensaje por Saratai »

Yvraerl Eisël

Al final todo habia acabado. Tras interminables etapas de laberintos, y el cruel encuentro con los seres-rata, los cuales inflingieron graves heridas al grupo, al final lo consiguieron. Al final terminaron el proposito que los habia llevado hasta aquel recondito lugar. Lugar al que el vagabundo nunca volveria, al menos a voluntad propia.

Pero cuando parecia que no acontecerian más problemas y que todos estaban a salvo, Tyrion cometió el acto que todos esperaban que hiciera de un momento a otro. Sin dilación su vil golpe tuvo respuesta acabando el noble entre los dulces sueños que su victima le provocó, para tranquilidad de los presentes.

Lo primero que hare cuando Tyrion despierte será tener una larga charla con él. Si quiere seguir vivo no puede seguir asi, a no ser que haya perdido la cordura. Y en ese caso, tampoco puedo permitir que dos asur acaben con sus vidas entre si. Será mas apropiado mantenerlo lejos, o buscarle una salida de este lugar.


En ese instante de intranquilidad, el eslizón acometió a todos a regresar a la seguridad de la ciudad. Para sorpresa de Yvraerl, éste fue capaz de encadenar bastantes palabras en eltharin. Teniendo en cuenta que Daeron debia ser el único asur en aquel lugar antes de su llegada, aquello queria decir que los eslizones tenian una capacidad de aprendizaje similar a la de un elfo, pues este habia aprendido eltharin al mismo tiempo que Daeron su silbante lenguaje. Interesante, sin duda...

Tal vez haya sido muy precipitado en mis ansias por huir de este lugar. Si tras este incidente ganamos el favor de esta especie, tal vez pueda ser interesante quedarse en esta jungla una temporada.


-Volveremos a tu ciudad eslizón, pero antes atenderemos a los heridos. Y por heridos me refiero a todos, cuerdos o no... Una mirada de tristeza se agarró con fuerza al caledorniano mientras el vagabundo atendia las heridas de Aëron, intentando hacerle respirar.

Es un milagro que siga vivo. Los dioses demandaran algo más de su vida por algún retorcido propósito que no alcanzo a entender.
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Weiss
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Re: Tercera parte: La Misión

Mensaje por Weiss »

Daeron Nénmacil

Daeron no pudo disumular una sonrisa cuando el eslizón habló. Si había algo que los visitantes elfos no esperaban, era ver a un eslizón hablar eltharin. Realmente era una visión divertida. Pero no por lo gracioso de la situación sus palabras eran menos preocupantes...

Se encontraban en medio de la selva, varios de ellos estaban heridos, no sabían si habría más skavens en las cercanías... No, realmente la situación no era precisamente tranquila. Además el chamán no había respondido a la petición de Daeron de que ayudase al Sombrío, lo que daba a entender que no era capaz de hacer nada... Y había pocas cosas de las que no fuese capaz un Chamán Eslizón en materia de curación... Si había insistido en que debían volver a Hexoatl, era por algo. Y Daeron se imaginaba por qué...

Sólo Zoar En`Hak era capaz de ayudar al elfo.

Sin embargo, parecía que el Capitán no había interpretado de esa forma las palabras de Kaizlet Tehe, e insistía en que antes de partir habría que tratar a los heridos. Ni se daba cuente de que si demoraban su partida, ya no quedarían heridos a los que atender...

Creo que no se da cuenta de la situación, Capitán. La naturaleza de las armas que han herido a nuestro Sombrío amigo no se asemeja a nada que haya visto antes... No podemos hacer nada por él aquí. Su única esperanza es que Zoar En`Hak le salve, y si pretendemos eso no podemos demorarnos más. En marcha. Tichi Hui, guíanos.

Después del silbido que expresaba la conformidad del eslizón, y de la mirada mortal que le dirigió al Caledoriano, todavía en el suelo, Tichi Hui se adelantó.

Daeron dirigió su vista hacia Tyrion, que seguía tirado en el suelo, dormido. Alguien tendría que ocuparse de despertarle... El Mago le pegó una patada en la espalda a Tyrion, y pensaba seguir haciéndolo hasta que el estúpido Noble despertase. Patadas no muy fuertes, obviamente, pues tampoco quería matarle allí mismo...

En cuanto el Noble se despertó, Daeron se dirigió a él.

Hora de moverse, Lord Tyrion. Ya veremos qué decide Zoar En`Hah hacer con vos... Puede que no tenga tanta clemencia como yo...

Daeron iría en todo momento detrás de Tyrion, alerta por cualquier cosa que el Noble pudiese intentar. Pero por si acaso, unca estaba de más tomar precauciones...

Señor de las Bestias, acompáñeme, por favor. Y convenza a nuestro ilustre amigo de que intente más idioteces... Lo haría yo, pero tiene la extraña manía de no hacerme ni caso.

Por fin volvía a casa...
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kurgan
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Re: Tercera parte: La Misión

Mensaje por kurgan »

Tyrion Audec

Qué pesadilla más horrible... Tyrion había embarcado para Lustria-¡buscando dragones!-después de un arrebato en una taberna de su amada Lothern. ¡En un barco lleno de humanos, con unos compañeros inverosímiles! Y no sólo eso, sino que se encontraban con lagartos parlantes que insultaban al linaje de los Audec, con criaturas que mezclaban los rasgos de un elfo con los de una rata, con... Ah, qué hablar. Los ojos del noble veían su querida habitación, el espejo de cuerpo entero en el mueble de factura Nörtil, el amanecer se colaba por una ventana... Y a su lado respiraba, casi inaudiblemente, Aënil. Tyrion pasó una mano por la espalda de la elfa, preguntándose por qué abrían discutido. ¡Ah, sí! En el sueño, ella descubría su secreto y se lo echaba a la cara, amenazándole con... Pero daba igual, porque ahora...

Lo despertaron de una patada, y Tyrion se encontró mirando a Daeron. Maldición.

Hora de moverse, Lord Tyrion. Ya veremos qué decide Zoar En`Hah hacer con vos... Puede que no tenga tanta clemencia como yo...

Ahora sí que estaba cabreado, el noble. Una cosa era tener que aguantar a estos imbéciles en condiciones normales, pero después de un sueño como éste... Pensó que tenía la boca pastosa.

Señor de las Bestias, acompáñeme, por favor. Y convenza a nuestro ilustre amigo de que intente más idioteces... Lo haría yo, pero tiene la extraña manía de no hacerme ni caso.

Tyrion escupió con fuerza a los pies de Daeron.

-Vuestro Zoarená no tiene jurisdicción sobre mí, ninguna que sea reconocida. ¿Os he atacado? Venid, venid a Ulthuan o busquemos un barco en la costa, o vayamos a una de las fortalezas de esta costa. Vuestros amigos los animales salvajes no tienen más facultad para juzgarme que los ciervos de los bosques de Caledor pueden castigar a un cazador. ¡Soy un noble de alto nacimiento! En esta posición me veo por no querer acatar vuestras estupideces, así que, iré a donde me plazca.

Movió la cabeza. Estaba atado como un borrego.

-Por otra parte, exijo que se me devuelva mi espada, sí, ésa que lleváis vos. Y que me desatéis. Si no, ya me podéis ir matando.
Y se sentó con las piernas cruzadas. Que lo llevasen arrastrado, que mordería y pegaría patadas cuanto pudiese. Y quizás una lanza lo salvase de esa indignidad. Mejor que pensar en Aënil, en su hermana, en todo.
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