Conoce a tu enemigo...

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Weiss
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Conoce a tu enemigo...

Mensaje por Weiss »

HISTORIA DEL CLAN VON CARSTEIN

"Era un lugar terrible; una tierra permanentemente envuelta en niebla y bruma, donde los castillos abandonados montan guardia airados como ogros hambrientos sobre las lúgubres carreteras: donde los hoscos campesinos, algunos con estigmas evidentes de mutaciones, murmuran tétricas advertencias sobre salir por la noche; y donde, una tarde, un noble de piel pálida y ojos rojos nos estudio con expresión hambrienta a través de los visillos de una ventana de su carruaje negro como la noche, como un gastrónomo Bretoniano inspeccionando su próxima comida. Al verlo, una extraña premonición recorrió mi mente; tuve la premonición que alguna cosa terrible nos sucedería en nuestro viaje. Mencioné mis preocupaciones a mí compañero. pero como siempre. acabó riéndose de mis premoniciones de desastres, y a continuación prosiguió con sus habituales comentarios despreciativos sobre la valentía de toda la raza humana. No me seduce la idea de contar todos los eventos que acontecieron posteriormente, y que demostraron que mis peores temores eran bien fundados. De todas las horribles tierras por las que he viajado, no hay duda que Sylvania es seguramente la mas horrenda."

De "Mis viajes con Gotrek", Vol IV por Felix Jaeger.
Biblioteca de Altdorf 2505.


En la frontera oriental de Stirland, en la fría sombra de las Montañas del Fin del Mundo, se encuentra Sylvania, la región con peor reputación de todo el Imperio. Esta tierra de colinas yermas, páramos marchitos y bosques envueltos en niebla es evitada por todos los viajeros prudentes. Ningún hombre en su sano juicio penetraría en ellos después del anochecer, y ningún caballero errante o peregrino fatigado aceptaría jamás cobijo en uno de los tristes y deteriorados castillos que dominan esta tierra. Por la noche, los embrutecidos campesinos de los escuálidos pueblos cierran y atrancan sus puertas, y cuelgan manojos de espantabrujas y raíces demoníacas sobre las ventanas cenadas, con la fútil esperanza que estas hierbas protectoras les defiendan contra las criaturas que acechan en la noche.

Los hechiceros afirman que el viento de la Magia Oscura sopla con fuerza sobre Sylvania, y que las torres de la nobleza están construidas sobre lugares de particularmente mal agüero y aspecto maligno. Incluso los famosos recaudadores de impuestos del Conde Elector de Stirland llevan amuletos benditos por los Sacerdotes de Morr y Sigmar; pese a su brutalidad y valentía, los recaudadores marchan siempre en compañías de cincuenta hombres cuando su señor les obliga a recaudas los impuestos en esa tierra.

Sobre Sylvania se han contado historias de maldad desde hace más tiempo del que nadie pueda recordar. Hay muchas posibilidades que si en una taberna hay un bardo recitando alguna halada espantosa, o un poeta de la corte escribe una historia de terror, ésta estará ambientada en este terrible lugar. Hay más leyendas negras sobre Sylvania que sobre todas las demás provincias Imperiales juntas, y la mayoría de las historias tienen un trasfondo de verdad. Realmente es una tierra donde los espíritus inquietos, los Vampiros sedientos y los hechiceros malignos todavía andan bajo la pálida luz de la luna. Sólo los más valientes de entre los temerarios andarían por allí y aún así, solo si tuvieran una muy buena razón para hacerlo.

El incidente de cariz maligno mas antiguo que está registrado aconteció durante la Gran Plaga del 1111, cuando los hombres rata Skaven no quisieron entrar en los bosques de Sylvania por miedo a los ejércitos de No Muertos que habitaban en esa tierra. Se dice que en la noche de Geheimnisnacht del 1111, Morrsleib brilló con una fantasmagórica luz esmeralda, y que una lluvia de meteoritos incandescentes cayó sobre Sylvania. Los Astrólogos y los adivinos profetizaron la catástrofe. Esta lluvia de estrellas era un presagio de mal agüero.

En el año 1111, los muertos andaron por primera vez por Sylvania. Cadáveres podridos, marcados con las negras pústulas de la plaga, que no querían quedarse en los cementerios. Los padres muertos volvían para reclamar a sus hijos. Incluso los Necrófagos huyeron de los saturados cementerios y osarios cuyos habitantes no querían descansar en paz.

Los ejércitos de cuerpos en descomposición empezaron a arrastrar sus pies, necesitando tan sólo de una voluntad que les guiara. Esta voluntad fue la de Frederick van Hal, cuyo nombre degeneró de generación en generación hasta Vanhal. Este controló la hueste de No Muertos con su voluntad y conquistó la tierra que posteriormente sería denominada Sylvania. Construyó su torre en Vanhaldenschlosse, las ruinas del cual todavía son evitadas en la actualidad.

En el tiempo de la Muerte, el Imperio se retorció de dolor bajo las peludas garras de la opresión Skaven, y sólo estos malignos roedores contuvieron la expansión del dominio nigromántico de Vanhal. Los Skaven y los No Muertos agotaron sus fuerzas en una larga y fútil guerra que finalmente causó la derrota de ambos. Vanhal fue asesinado por su ambicioso aprendiz Lothar von Diehl, que a su vez fue expulsado de Vanhaldenschlosse por un grupo de caballeros, aparentemente bajo el mando del fantasma de su maestro. Después de la desaparición de von Diehl, al no tener una inteligencia que los guiara, los ejércitos de No Muertos vagaron sin rumbo por estas tierras, degollando a los vivos, pero siendo destruidos por sus enemigos humanos, Skaven y Orcos.

El Imperio necesitó varios siglos para recuperarse de los estragos causados por la Peste Negra; Sylvania no llegó a lograrlo nunca. Su población había sido reducida a una décima parte de la que tenía antes de la plaga, y el índice de mutaciones y enfermedades era muy superior que en cualquier otra parte del Imperio. Además, después de la plaga, los muertos han tenido siempre la desagradable tendencia a no permanecer enterrados. Este problema es el origen de la siniestra tradición Sylvania de enterrar los cuerpos boca abajo en sus ataúdes, por si estos intentan excavar para salir de la tumba.

En los años posteriores a la Gran Plaga, Sylvania adquirió una terrible reputación. Los campesinos llegaron a ser el prototipo de la estupidez y la tozudería. La inadecuada tierra de sus campos no producía unas cosechas tan buenas como en otras partes del Imperio. El hambre y las enfermedades eran comunes. Pocos mercaderes comerciaban en ese área, ya que los posibles beneficios eran muy escasos. Sólo los proscritos más desesperados llegaban para establecer sus guaridas en estos bosques improductivos y malditos.

Los miembros de la casa gobernante de los von Drak eran débiles, decadentes e indolentes, indiferentes a sus obligaciones feudales, y con una historia de idiotez y locura congénitas. Dicen que era la única casa gobernante en el Imperio que no envió ni un Cruzado a Arabia. El resto de los nobles de la región eran poco mejores. Muchos eran malvados, opresores y totalmente corruptos, poco mejores que bandidos, que luchaban y se saqueaban entre sí sin ningún respeto por las autoridades superiores. El resto eran unos cobardes a los que no gustaban la guerra o las demás obligaciones de la nobleza.

Sylvania era una zona marginal, evitada por el resto de la humanidad. En sus sombríos rincones había seres horribles que podían actuar impunemente. Esta región atraía a los hechiceros malignos como un imán, ya que en ella podían proseguir sus estudios de Magia Oscura sin la intervención de las autoridades. Ocasionalmente, algún rumor sobre oscuras maquinaciones atraía la atención de los cazadores de brujas o una de las feroces órdenes Templarias. Los bosques eran registrados metro a metro sin que la nobleza local ayudara o impidiera el registro. Excepto en estos casos, el lento crecimiento de las fuerzas del mal en esta tierra seguía adelante sin problemas. Esto provocó que en una ocasión el Gran Teogonista Jurgen VI declarara una cruzada contra Sylvania. Por desgracia, todo esto sucedió en la época de los tres Emperadores, en la que había tres pretendientes diferentes al trono Imperial y el Imperio estaba demasiado fragmentado para responder a esta amenaza. Por tanto, los von Drak mantuvieron su ineficaz gobierno sobre esta tierra enferma.

Este oscuro periodo tocó fondo siglos después, cuando Vlad von Carstein empezó a gobernar Sylvania. La narración que cuenta como llegó el primero de los infames Condes Vampiro al poder es muy cruel. Todo empezó una noche tormentosa cuando Otto, el último de los dementes Condes von Drak, yacía en su lecho de muerte sin ningún heredero varón, Otto prometió casar a su hija Isabella hasta con un demonio del Caos antes que dejar que su odiado hermano Leopold heredara. Ya había rechazado a todos los nobles de Sylvania porque los despreciaba a todos, y nadie con sangre noble del exterior de la región quería casarse con una heredera de esa región.

Otto era un hombre malvado, propenso a empalar las cabezas de los campesinos a la mínima provocación, y cuando estaba totalmente ebrio, estaba convencido de que era Sigmar reencarnado. Los nobles que debían ser sus vasallos no tenían respeto alguno hacia su autoridad, y no obedecían sus órdenes. Toda Sylvania ardía bajo los desórdenes civiles. En su lecho de muerte, agonizaba pero no se arrepentía, y maldecía a todos los dioses.

En el exterior, los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban la oscuridad. Victor Guttman, el viejo sacerdote de Sigmar que habían llamado para confesar al viejo Conde, cayó inconsciente. Entonces, entre la tormenta pudo oírse ruido de ruedas. Un gran carruaje negro llegó hasta el exterior de la torre, una mano pesada aporreó la puerta, y una voz fría y orgullosa pidió que se abriera.

La puerta del castillo saltó de sus goznes antes que ningún soldado pudiera tocarla, dejando paso al visitante. Los perros dejaron de aullar y se escabulleron. El extraño era alto, oscuro, y orgulloso, de porte y aspecto noble. Nadie se interpuso en su camino hacia la habitación del Conde. Su acento era extranjero, quizás de Kislev, y recitó su noble ascendencia al Conde, pidiendo la mano de la hija de Otto. Mirando en los fríos y brillantes ojos del extraño, el Conde quizás lamentó su apresurada promesa, pero no podía negarle nada al extraño. Despertaron al sacerdote para que celebrara la ceremonia del matrimonio ante el lecho de muerte del Conde. A continuación, Otto expiró, dejando a su hija a cargo de Vlad von Carstein. La primera acción del nuevo Conde fue lanzar a Leopold (que protestaba enérgicamente) por la ventana más alta de la torre del Castillo Drakenhof.

Vlad parecía tan excéntrico como el viejo Otto. Nunca comía en presencia de sus sirvientes. Nunca caminaba a la luz del sol. Despidió al sacerdote y le expulsó del pueblo. Nadie volvió a ver jamás a Víctor Guttman. Pronto fueron despedidos muchos de los viejos sirvientes de la torre, y sus puestos fueron ocupados por extranjeros morenos, procedentes del Este. Sin embargo, el nuevo Conde parecía menos opresor que el anterior, y la gente prosiguió su vida normal, ignorando a los encapuchados forasteros que acostumbraban a visitar el castillo. Los años de gobierno de von Drak les habían enseñado que era mejor no preguntar. El nuevo Conde al menos no ordenaba ejecuciones insensatas para divertirse, ni pedía exorbitantes impuestos como el anterior Conde.

Nadie dudaba tampoco de la capacidad militar del Conde. Cuando la compañía de Bernhoff el Carnicero entró cabalgando en el pueblo y pidió tributos, el Conde mató al mercenario como si fuera un chiquillo, aunque Bernhoff era un famoso guerrero. A continuación procedió a degollar a todo el grupo de mercenarios mientras sus guardaespaldas miraban, sin tomar parte en el baño de sangre. La popularidad del Conde estaba garantizada. Dentro del reino se cumplía la ley, los ladrones eran castigados, y los bandidos eran perseguidos implacablemente.

Al pueblo llego la noticia que Isabella estaba enferma y que la enfermedad era incurable, La enfermedad la estaba matando poco a poco. Uno de los médicos que la atendieron afirmó que su corazón había dejado de latir y que había muerto. El nuevo Conde dijo que no era cierto, Despidió a los sabios doctores, diciendo que él mismo cuidaría de ella con sus propias manos. Tres días después ella volvió a aparecer ante su pueblo diciendo que estaba totalmente restablecida y parecía que realmente lo estaba. Aunque estaba muy pálida y descolorida, y nunca dejaba sus habitaciones si no era de noche.

Al principio ninguno de los belicosos nobles de Silvana obedeció las órdenes del nuevo Conde; estaban demasiado enfrascados en sus sangrientas disputas y rivalidades para prestar atención a los edictos de alguien que consideraban un usurpador. Si esto preocupaba a Vlad von Carstein, no daba muestras de ello. Procedió a reconstruir con calma las propiedades que habían sufrido durante siglos los efectos de la negligencia. Un granjero que acabara de heredar una manada de ganado no podría haber prestado más atención a la prosperidad de sus tierras. Estimaba a sus arrendatarios como las familias de campesinos estiman a las bestias que engordan para los festejos de verano. después de siglos de gobierno del demente Otto, este cambio fue bien recibido. Sin embargo, pronto empezaron a suceder cosas extrañas.

Las chicas y los chicos jóvenes de los pueblos empezaron a desaparecer. Aparecían ejércitos No Muertos. Al principio eran fuerzas pequeñas, y no atacaban ninguna de las posesiones del Conde, pero arrasaban las de los que desobedecían su autoridad. Si los No Muertos no acababan con los rebeldes Sylvanos, éstos eran víctimas de algún extraño accidente.

El Barón Heinz Rothenmeyer fue devorado por los lobos. Al Barón Pieter Kaplin lo encontraron muerto en sus habitaciones: sus ojos estaban muy abiertos y su cabello completamente gris. Había muerto de terror. Su mujer enloqueció y murió poco después. Al jefe de bandidos Boris Muerdeorejas lo encontraron colgando de un árbol; su cuerpo no contenía ni una sola gota de sangre. Sólo los que juraron lealtad a Vlad von Carstein parecían inmunes a estos sucesos. Los nobles renegados se apresuraron a jurar lealtad al Conde. En diez anos, aparentemente sin aplicar la fuerza de las armas, von Carstein controlaba más firmemente la ingobernable Sylvania que la mayoría de Condes Electores sus propios territorios.

Pasaron los años. En Drakenhof nacieron y murieron generaciones de campesinos y Vlad e Isabella von Carstein seguían gobernando, sin cambiar con los años. Al principio pocos prestaron atención a su longevidad. Las vidas de los campesinos siempre habían sido desagradables, embrutecidas y cortas, y los nobles habían disfrutado de vidas mucho más largas. Sin embargo, cuando la mujer más vieja de Drakenhof afirmó que su abuela era una jovencita cuando von Carstein subió al trono, hasta los estúpidos analfabetos campesinos de Sylvania empezaron a sospechar que no todo era lo que parecía.

Cada vez llegaban a Sylvania más y mas cazadores de brujas. Los que decidían investigar a von Carstein desaparecían. Las cosas empeoraron. La enfermedad que había contraído Isabella von Carstein empezó a afectar a otras familias nobles aliadas del Conde. Pronto todos los castillos de Sylvania eran la guarida de personas muy longevas y de hábitos nocturnos. El número de vivos que desaparecían aumentaba considerablemente. Los templos de Sigmar fueron cerrados. Se instalaron puestos de vigilancia a lo largo de la frontera. Pocos eran los extranjeros que podían entrar. Sylvania pasó a ser un país más independiente que cualquier otro estado del fragmentado Imperio.

En la Geheimnisnacht del año 2010 después del nacimiento de Sigmar la horripilante verdad sobre Vlad von Carstein fue revelada por completo cuando, de pie sobre las almenas de la torre Drakenhof, lanzó un terrible hechizo extraído de las páginas de los Nueve Libros de Nagash. Los muertos se agitaron en toda la tierra. Los Esqueletos cavaron en la blanda tierra de Sylvania, los Zombis salieron de sus criptas, y los Necrófagos corrieron para dar la bienvenida a su nuevo señor. Von Carstein había lanzado un desafío a los tres Emperadores. Las guerras de los Condes Vampiros habían empezado.

Los ejércitos de Sylvania marcharon hacia el Noroeste, dirigiéndose a Talabheim, la capital de Ottilia, uno de los tres pretendientes al trono Imperial. El ejército No Muerto era muy numeroso. La aristocracia de los Vampiros de Sylvania estaba al frente de hordas de Esqueletos y Zombis. Las levas de campesinos avanzaban junto a sus señores, luchando por ellos como lo habrían hecho por cualquier otro señor feudal. Estos degenerados estaban acompañados por los Necrófagos. los Caballeros No Muertos, y otras siniestras criaturas. En la Batalla del Vado de Essen destruyeron a las tropas de Ottilia, haciendo huír a los humanos. Von Carstein había prometido antes de la batalla ser clemente con los humanos si se rendían, pero que no habría compasión si se oponían a él. Cumplió su palabra. Sus seguidores ejecutaron a todos los cautivos, y von Carstein reanimó sus cuerpos.

Mientras veía como asesinaban a sus tropas, el general de Ottilia, Hans Schliffen, quedó tan ofuscado que entró en un estado de furia asesina, se deshizo de sus captores, cogió la propia espada mágica del Conde y le cortó la cabeza. Por su acción los seguidores del Conde le despedazaron miembro a miembro. Los restantes Vampiros empezaron a discutir entre ellos quien ocuparía el puesto de von Carstein. Hermann Posner acabó imponiéndose a los demás. Sin embargo, por la noche, mientras estaba pavoneándose a la cabeza del ejército, von Carstein regresó. Posner afirmó que era un truco y von Carstein le mató. No era la primera vez que el esquivo Conde regresaba de la muerte.

En la Batalla de Schwarthefen. Jerek Kruger, líder de los Caballeros del lobo Blanco mató a Vlad, y el ejército de Sylvania fue derrotado por las fuerzas del Conde Elector de Middenheim. Un año después, Vlad von Carstein estaba al frente de otro ejército y el cuerpo de Kruger, destrozado y sin sangre, fue encontrado al pie de la torre de Middenheim. En los campos de Bluhof, von Carstein murió atravesado por cinco lanzas y con el Colmillo Rúnico del Conde de Ostland atravesándole el corazón. Tres días después fue visto ordenando la crucifixión de los prisioneros en el exterior de las puertas del pueblo. En el puente de Bogenhafen, un disparo de cañón afortunado arrancó la cabeza a von Carstein. Una hora después la dotación del cañón estaba muerta y el pueblo estaba siendo saqueado. Los soldados del Imperio quedaron aterrorizados ante un enemigo que era aparentemente invencible.

En invierno del año 2051, los Sylvanianos asediaron Altdorf, La ciudad estaba rodeada por un foso bordeado de estacas afiladas junto al muro de la ciudad. El Reik había sido desviado hacia el foso para proteger la ciudad con una corriente de agua bastante rápida. Ninguna de las precauciones tomadas por los defensores sirvió de nada. No detuvieron a los Sylvanianos.

Los cráneos aullantes lanzados por las catapultas de hueso aterrorizaron a la población. Grandes maquinas de asedio construidas con restos humanos atados entre sí avanzaban animadas por la Magia Oscura. Los pájaros carroñeros planeaban lentamente por encima de sus cabezas. Von Carstein les dio el ultimátum tradicional: abrid las puertas de la ciudad y servidme vivos, o luchad y servidme muertos. Toda la población, incluido Ludwig, el pretendiente al trono Imperial, quería rendirse pero el Gran Teogonista Wilhelm III les convenció para que no lo hicieran. Entró en el Gran Templo de Sigmar y después de tres días de ayuno y oración, salió afirmando que Sigmar le había revelado como podía salvar al Imperio. Conocía el origen de la inmortalidad de von Carstein.

Ese día envió un agente al campamento de los Condes Vampiro. Su nombre era Felix Mann, y era el mayor ladrón de su época. Le habían ofrecido el perdón y estaba bajo la influencia de una compulsión creada por el Gran Teogonista. Había de robar el anillo del Conde Vampiro. Gracias a sus habilidades para pasar desapercibido, Mann logró llegar al centro del campamento. Con el corazón en un puño, entró en el pabellón de seda donde los aristócratas No Muertos dormían en sus ataúdes abiertos. Su confianza era tal que no había nadie de guardia. Mann sacó el anillo del dedo de von Carstein y huyó, pero no regresó a Altdorf. Nadie sabe lo que le sucedió a él o al Anillo de Carstein.

Cuando Vlad von Carstein despertó estaba furioso. Ordenó el ataque inmediato a la ciudad. El ejército No Muerto avanzó. Las grandes torres de asedio construidas con huesos llegaron hasta las murallas. En las almenas de Altdorf los defensores estaban preparados. Los alabarderos empujaron las escaleras de asedio y docenas de No Muertos cayeron al suelo, agitando lentamente sus miembros. Los Esqueletos y los espadachines se mataban entre sí sobre las almenas. Los héroes Imperiales, arma dos con fantásticas armas mágicas, mataban a la aristocracia vampírica, y también morían a manos de esta.

En el centro de este gran combate, por encima de la ciudad, el Gran Teogonista luchaba con el Conde Vampiro. Era una batalla como pocas hayan podido ver los hombres. Los dos poderosos luchadores intercambiaron varios golpes. Después de una hora de combate continuo Vlad tenía cierta ventaja. Presintiendo que su final estaba cerca, Wilhelm cargó contra su enemigo, tirándole por encima de las almenas. Los dos cayeron juntos, cogidos en un abrazo de muerte. Vlad quedó empalado en las estacas de madera al pie de las murallas, y a continuación Wilhelm cayó encima suyo, clavándole todavía más. Con un terrorífico aullido, el Conde expiró por última vez, ya que sin el poder antinatural de su anillo para resucitarle, finalmente era mortal.

Con la desaparición de von Carstein, los Sylvanianos tuvieron que retirarse. Más de la mitad de los Vampiros habían muerto, pero las bajas sufridas por los defensores de Altdorf eran tan elevadas que no pudieron perseguirles. El Gran Teogonista Wilhelm fue enterrado entre los muros del Templo de Sigmar. Actualmente, la gente reza a su espíritu cuando la amenaza de las legiones No Muertas está cerca. En un cofre de ébano con refuerzos metálicos, entre los restos destrozados del pabellón negro, fueron encontradas las copias de los Nueve Libros de Nagash y el Liber Mortis que habían pertenecido a von Carstein. Fueron rápidamente guardados bajo llave en el interior del Templo de Sigmar. La última baja de la Batalla de Altdorf fue Isabella von Carstein. Aparentemente era incapaz de vivir eternamente sin su marido y se empaló ella misma en una estaca, convirtiéndose en polvo ante el Emperador Ludwig y su escolta.

Ludwig podría haber aprovechado ese momento para empujar con sus tropas hacia el interior de Sylvania y eliminar el azote del mal para siempre. pero las fuerzas de los otros dos pretendientes al trono Imperial se aliaron contra él, ya que temían que pudiera utilizar su popularidad como vencedor del asedio de Altdorf para mejorar su posición como pretendiente al trono. Los perniciosos señores de Silvanya dispusieron por tanto de tiempo para recuperar fuerzas.

Durante un cierto tiempo no era seguro que pudieran hacerlo. Entre los Vampiros había una disputa para decidir el heredero de Vlad von Carstein. Habían sobrevivido cinco candidatos al título: Fritz, Hans, Pieter, Konrad y Mannfred. Todos podían aducir que eran von Carsteins, ya que él les había convertido en lo que eran. Ningún heredero parecía tener más derecho que los demás. La situación acabó convirtiéndose en una lucha por el poder, ya que todos los pretendientes afirmaban ser los auténticos Condes von Carstein. Finalmente todo acabó desastrosamente, Fritz murió mientras intentaba asediar Middenheim. Konrad mató a Hans después de una lucha para determinar quien era más fuerte. Pieter fue capturado en su ataúd por el cazador de brujas Helmut van Hal, un descendiente lejano del infame Vanhal que intentaba redimir los crímenes de su antepasado.

Konrad von Carstein estaba completamente loco. Incluso cuando andaba entre los vivos tenía la reputación de ser un carnicero loco por la sangre, cruel, sin piedad y extremadamente violento. Una vez ordenó, sólo para divertirse, que todos los gatos de su reino sirvieran para que sus ballesteros practicaran. Al menos en dos ocasiones había quemado pueblos de campesinos porque no le gustaba el hedor que desprendían. Juzgó a su madre por el crimen de haberle dado a luz sin su consentimiento y la hizo emparedar en su propia torre. La adquisición del poder y la longevidad de los No Muertos no reforzó su enloquecida visión de la realidad. Su reino del terror duró casi un siglo y su nombre es aún actualmente utilizado para asustar a los niños.

Como no tenía aptitudes nigrománticas, esclavizaba a los hechiceros que capturaba y les obligaba a hacer su voluntad. Pronto estuvo al frente de un enorme ejército que empezó a asolar el Imperio provincia tras provincia. Mientras que Vlad ofrecía a sus oponentes la elección entre la vida y la muerte, Konrad les ofrecía elegir entre morir inmediatamente o morir dolorosamente. Mientras Vlad von Carstein consideraba que los humanos eran ganado que debía cuidarse como el granjero cuida a sus animales, Konrad consideraba que los humanos eran animales para cazar, como los ciervos.

Konrad era tan depravado que obligó a los tres pretendientes al trono Imperial a combinar sus fuerzas contra él en dos ocasiones diferentes. La primera vez fue en la Batalla de los Cuatro Ejércitos, una batalla librada cerca de Middenheim el año 2100 en la que nadie logró una victoria clara. Esta batalla es famosa por el infame acto de traición en el que Lutwik, el hijo de Ludwig, y Ottilia de Talabecland ordenaron asesinar al otro durante el combate. Lo único que evitó que Helmut de Marienburg fuera el Emperador fue que Konrad le mató. Incluso Helmar, el hijo de Helmut rehusó aceptar la pretensión al trono de su padre cuando este paso a ser un Zombi bajo el control de Konrad. La segunda ocasión fue en la batalla del Páramo Horrible, donde un ejército combinado de humanos y Enanos derrotaron definitivamente a Konrad en la primavera del año 2121. El héroe Enano Grufbad sujetó a Konrad mientras Helmar empalaba al asesino de su padre con su Colmillo Rúnico.

El último y más peligroso de los Condes Vampiro era Mannfred, un individuo sutil, astuto y traicionero que algunas personas dicen estaba despierto cuando robaron el Anillo de Vlad von Carstein, hechizando a los centinelas para evitar que le vieran. Mientras Konrad saqueaba el Imperio, Mannfred estudiaba tranquilamente el arte de la nigromancia. Dicen que viajó basta el Reino de los Muertos en busca de los secretos de la No Vida, regresando al castillo Drakenhof con un profundo conocimiento de la Magia Oscura, dedicando bastante tiempo a estar seguro de su poder. Después de la muerte de Konrad pasó a ser el gobernante indiscutible de las huestes de Sylvania, pero durante una década no hizo nada, dejando que los diferentes pretendientes al trono Imperial pensaran que la amenaza de Sylvania había acabado, dedicándose a enfrentarse entre ellos, cosa que realmente hicieron. El Imperio estaba una vez más sumido en una violenta guerra civil cuando Mannfred decidió que era el momento de atacar.

Sus legiones de No Muertos cruzaron la frontera de Sylvaniana en pleno invierno y avanzaron por la nieve hacia Altdorf, pasando a cuchillo a todos los campesinos que encontraron para engrosar a continuación las filas de su ejercito. Durante la infame Guerra de Invierno del ano 2032, derrotó a varios ejércitos Imperiales reunidos apresuradamente para intentar detener su avance. Las victorias iban sucediéndose y el rumor que Mannfred estaba cerca era suficiente para que los campesinos huyeran de sus hogares, muriendo congelados en la nieve. Su ejército llegó a Altdorf al final del invierno y encontró las murallas de la ciudad sin ningún defensor.

Mannfred estaba seguro de su triunfo. Estaba a punto de tomar la ciudad más grande del Imperio cuando el Gran Teogonista Kurt III apareció en las murallas y empezó a recitar el Gran Hechizo de Desunión del Liber Mortis. Viendo como sus tropas empezaban a deshacerse en polvo, Manfred ordenó una rápida retirada. Aunque probablemente era el más poderoso de los Condes Vampiro, sus enemigos estaban ya preparados para enfrentarse a la amenaza de los No Muertos.

Mannfred siguió el rió Reik con su ejército hasta Marienburgo. Quería asediar esta ciudad portuaria, pero sus planes fueron desbaratados por el ejército de Marienburg y una compañía de Altos Elfos que hacía poco había establecido una colonia comercial en la ciudad, Entre los Elfos estaba el Alto Mago Finreir, cuyo terrible poder decantó la batalla contra las fuerzas de Mannfred en el momento crucial. Mannfred se preparó para un largo asedio, pero sus exploradores le avisaron que un ejército de Altdorf estaba avanzando rápidamente hacia allí. Mannfred tuvo que levantar el asedio y huír a través de todo el Imperio. Así empezó un largo juego del gato y el ratón, aunque ningún bando estaba completamente seguro de quién era el gato. El ejército de Mannfred iba desgastándose poco a poco por los enfrentamientos con los ejércitos de los diferentes estados del Imperio, recuperando efectivos después de alguna gran victoria.

Finalmente, Mannfred fue empujado hasta los bosques de Sylvania. Decidido a no cometer el mismo error que habían cometido sus antecesores, las desesperadas familias de los nobles del Imperio hicieron una tregua entre ellos y lenta, pero firmemente, empezaron a registrar los bosques de Sylvania. Los Enanos les ayudaron en esta búsqueda. Los ciudadanos del Imperio, por fin unidos, avanzaron implacablemente. Al final, Mannfred tuvo que combatir en Hel Fenn, y el Conde de Stirland le mató mientras el Vampiro intentaba buir en su carruaje. Su cuerpo se perdió en el borde del gran pantano y nunca fue encontrado. Martin, Conde de Stirland, reclamó todas las tierras de Sylvania como parte de sus dominios, ya que había matado al Conde. Puesto que nadie deseaba realmente esta tierra maldita, nadie discutió su derecho. Así es como finalizó al amenaza de los Condes Vampiro, o al menos eso pareció en aquel entonces.

Mannfred era el Conde Vampiro que más tiempo había vivido, y existe un rumor que dice que todavía vive en la actualidad, amenazando con volver una vez mas al frente de los ejércitos No Muertos de Sylvania. El poeta Felix Jaeger afirma haberse encontrado con él el año 2503 mientras viajaba junto a su compañero Enano, Gotrek Gurnisson. Sin embargo, Jaeger es un conocido criminal y agitador de multitudes, cuyas narraciones de viajes son muy extravagantes. Por esto, los eruditos no creen que esta afirmación sea verdadera. Es dudoso que un poderoso Vampiro como Mannfred von Carstein huyera ante un Enano exiliado armado con un par de candelabros de plata, como afirma Jaeger. La narración de Jaeger es sin duda falsa, por lo que nos contentaremos con los hechos demostrados sobre la vida de Mannfred. Por lo que respecta a esta historia, Mannfred von Carstein, el último de los Condes Vampiro, murió en Hel Fenn. Que descanse allí para siempre.
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
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