Tercera parte: La Misión

Partida dirigida por Van Hoffman

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Weiss
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Daeron Nénmacil

Sus hechizos seguían funcionando, y eso llenaba de orgullo al mago. Cada vez quedaban menos de aquella asquerosas ratas, y en vista de lo "valientes" que eran, no deberían tardar mucho en empezar a huir. Sin embargo, una de las que quedaba hirió de gravedad a Tyrion. Daeron no vio cómo fue la herida, pues se encontraba detrás del todo, pero si escuchó el desgarrador grito de dolor que salió de la garganta del Caledoriano. El Domador intentaba darle el relevo, su Capitán se lo ordenada, pero el orgulloso noble se resistía a abandonar su puesto.

Qué ganas de morir tienen algunos...

Alzó la voz, por encima del estruendo del combate.

Muévete Tyrion, o acabarán matándonos a todos por tu culpa.

Una grieta en la línea podía acabar con todos. Daeron apuntó a algún skaven que amenazase directamente a Tyrion. Debía conservar su miserable vida la suficiente como para terminar de pelear...
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Van Hoffman
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Todo pasó muy deprisa. El alarido de Tyrion. El grito de Anuviel. La órden de Yvraerl. La réplica de Daeron. El tiempo pareció relentizarse. El ataque skaven pareció detenerse. El ruido pareció silenciarse.

Tyrion sentía dolor. Mucho dolor. Pero, en contra de lo que cabía esperar, sintió un fuerte tirón en la espalda. Al instante, se vio en el suelo, detrás de Anuviel. Giró la cabeza con lo que le pareció un movimiento tan rápido como el desplazamiento de un caracol y vio a Aënor tendido junto a él.

Pero entonces, todo volvió a la normalidad. Tras ver como herían a Tyrion, Anuviel saltó, espada en mano y dejando caer la ballesta tras él, a la posición donde estaba el noble. Se había colocado junto al capitán, esperando que el de Caledor retrocediese. Y lo hizo, pero no del modo que el noble hubiese querido. Aënor, que sabía por experiencia própia lo que era estar herido y en medio de un combate, no dudó un solo segundo. Dejó a un lado la ballesta y agarró a Tyrion, estirandolo hacia él. Los dos cayeron de bruces al suelo, al tiempo que Anuviel saltaba al hueco que dejaba el noble.

Y Anuviel ahora ya podía luchar. Saltó y desvió un par de golpes, al tiempo que lanzaba él una estocada. El golpe dió en el brazó del hombre-rata, causandole un ligero golpe.

A su lado, Yvraerl continuó el ataque, buscando y desviando. Sin embargo, quizás debido a la tensión del momento, no logró impactar a ningún skaven, y se preparó para bloquear los ataques que le sobrevinieran.

Mientras tanto, Tyrion trató de levantarse, pero el dolor de la pierna era demasiado fuerte, y no pudo hacer otra cosa que gemir y llevarse la mano a la herida.

Y Daeron, ajeno a lo que ocurría delante, continuó arrojando muerte sobre las inmundas criaturas. De nuevo, los vientos se posaron con total sumisión sobre las manos de Daeron, que fue capaz de enlazar con perfección el hechizo, y otro rayo salió de sus manos hacia los skavens. El hombre-rata se estremeció por el impacto, pero continuó agitando el arma.

Delante, los skavens volvieron a atacar, pero sus torpes ataques fueron rechazados por los ágiles movimientos de Yvraerl y Anuviel.

Y mientras tanto, los eslizones, impotentes, vieron como se sucedían los acontecimientos. Tichi Hui agarró a Tyrion de los hombros y lo estiró fuera del peligro, mientras el otro se adelantaba para agarrar la rudimentaria ballesta y accionar el disparador. El virote se pasó de largo, pero por lo menos había disparado. Tichi Hui metió la garra en un pequeño saquito que colgaba de un cinto y sacó unas hierbas. Con sumo cuidado, las masticó, hizo una pasta, y la colocó sobre la herida. Tyrion sintió como el dolor se iba desvaneciendo poco a poco. El eslizón no había resuelto el problema, pero por lo menos, aliviaría el dolor y cortaría la hemorragia de momento.



OFF: Bueno, para que no vuelva a pasar nada raro, digo el orden de iniciativas :oops: Aënor, Anuviel, Yvraerl, Tyrion, Daeron, los skavens y los eslizones. Tyrion, has recuperado una herida, con lo que ya no estás a 0, y ya no te duele tanto la pierna.
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Van Hoffman
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Cada vez quedaban menos skavens, y la determinación de los elfos aumentaba con cada baja entre las filas enemigas.

Aënor se levantó, cogio la ballesta y volvió a disparar. El virote se clavó en el pecho de otro hombre-rata, justo en el corazón, matandolo de un solo disparo. Una nueva baja.

Mientras tanto, en el frente, Anuviel y Tyrion luchaban con valentía. El experimentado espadachín de Cracia arremetió contra uno de los dos skavens a los que se enfrentaba, mientras que el joven pajarero atacó al que había perdido la punta de su arma en el ataque contra el noble. La estocada de Yvraerl atravesó cuero, carne y músculo, y la hoja partió en dos la columna de aquel horrendo ser. Con la velocidad del rayo, Yvraerl extrajo el arma y el skaven se desplomó como un saco de fruta. Mientras tanto, el golpe descendente de Anuviel abrió un enorme tajo en el vientre de la criatura, sacando al exterior vísceras y tripas. El skaven trató de volverselas a meter dentro, pero murió a los pocos segundos.

Algo más atras, los ojos de Daeron brillaron con un color púrpura intenso cuando volvió a canalizar los vientos de la magia usando su cuerpo como catalizador. Los zarzillos púrpura y azul se arremolinaron en sus manos, creando otro de aquellos ya famosos relámpagos. El rayo salió disparado de las manos del aprendiz de mago con una palabra, y se estrellaron contra otro skaven, que sufrió espasmos a causa del impacto eléctrico, y cayó muerto dejando tras de sí un olor a carne quemada.

Aquella matanza fue demasiado para los skavens. De inmediato, detuvieron el ataque. Al principio, retrocedían lentamente, pero después, todo se tornó en una frenética huída. Dejaron caer sus lanzas y sus escudos con la idea de ganar velocidad, y las nueve alimañas restantes corrieron por el pasillo que continuaba recto y con pendiente ascendente.

Lejos de estar satisfechos, Anuviel, Yvraerl y el otro eslizón se lanzaron tras ellas, matando a dos más a la altura de la sala de la encrucijada. Pero ya no avanzaron más. No podían dejar a sus compañeros solos. No era inteligente dividirse.

Por fin, la batalla había acabado. El pasillo estaba lleno de cadáveres y de restos, despojos que eran los únicos testigos de la heróica hazaña de los elfos. El aire apestaba a sudor, sangre, vísceras, carne quemada y almizcle. En total, contaron quince cadáveres, a los que el eslizón se encargó de que jamás volvieran a mover un solo pelo.

Ahora, tenían que decidir por donde irian. Debían acabar lo que fuera que vinieran a hacer aqui, pues la herida de Tyrion era fea, y Aënor e Yvraerl también estaban heridos. El tiempo estaba en su contra...
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kurgan
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Tyrion Audec

El mundo se había convertido en un lugar extraño. Cuando el jefe cosa-lagarto se agachó sobre la el noble, Tyrion pensó que se había revelado su verdadera naturaleza: excitado a la vista de la sangre, iba a hincarle el diente. Intentó revolverse, pero estaba demasiado herido como para hacer nada.

Por algún motivo se equivocó. El eslizón no sólo no empezó a devorarlo en el suelo, sino que incluso le cortó la hemorragia-vale que de forma asquerosa, pero el pobre animal no conocería nada mejor-con algún remedio que, había que admitirlo, hacía remitir el dolor. Tyrion tuvo fuerzas suficientes como para ponerse en cuclillas y mirar al reptil con aire asombrado. El bicho, además, no parecía darle importancia al hecho de parar la sangría, aunque Tyrion hubiese amenazado hacía un momento con ejecutarlo. Probablemente ya ni se acordase, pero el caso es que lo malo del orgullo de Tyrion es que funcionaba en los dos sentidos. Tenía que matarlo por la ofensa, pero también le había, quizás, salvado la vida, y eso colocaba al noble en una posición complicada.

El bicho comenzó a levantarse.

-¡Eh! Eh... Gracias, supongo. Me habéis ayudado y ahora tengo una...-cómo explicarlo en términos simples- ahora te tengo que ayudar yo a vos. Una vez. Y hasta entonces no resolveré lo de los insultos, ¿eh?

Off: Hey, como acabó combate posteé sin seguir el orden de I, llevaba un tiempo dándole vueltas a esto.
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Yvraerl Eisël

Todo habia acabado... Por ahora. Y de nuevo, habia salvado la vida a pesar de las innumerables ratas. A sus pies yacian una enorme cantidad de ratas-hombres, y parecia imposible que lo hubieran conseguido. Aunque tal vez no fuera tan increible. Al fin y al cabo, cuando los Asur combaten unidos, nada les podia derrotar, y lo que alli habia acontecido era un ejemplo. Ni una sola baja habian sufrido, gracias a cumplir las tácticas estipuladas, y de seguir asi, no tendrian problemas en limpiar la pirámide de skavens. Incluso por unos instantes, gracias a la felicidad de quien sobrevive, se olvidó de sus ganas de huir de aquel lugar y de abandonar a los eslizones. Puede que no hubieran servido de mucho, pero habian ayudado a Tyrion y a la formación en general, tirando del testarudo y problemático noble cuando fue necesario. Sin duda, les debia una disculpa.

El vagabundo contemplo con tranquilidad a sus compañeros, la mayoria habian resultado heridos, hasta él mismo estaba repleto de rasguños y cortes, que convendria limpiar para evitar infecciones. El elfo comenzó a tratar sus heridas lentamente, calmando el dolor que sentia. Con la mirada, dió un gesto positivo tanto a Daeron como a Anuviel. Los dos se habian portado mucho mejor de lo que habia esperado, y gracias a ellos todo habia salido bien. El elfo se acercó al mago, pues debia enmendar su error.

-Daeron, siento haber desconfiado de ti. Pensé que no nos ayudarias, y ahora me siento algo mal. Puede que nuestros puntos de vista sean distintos, pero ahora, viendo como éstas criaturas ayudaron a Tyrion a pesar de nuestro enfrentamiento, mi opinión a cambiado. Ruego que perdones nuestros ataques verbales, y que los atribuyas a nuestra ignorancia y no a nuestra animadversión.

Tras éstas palabras de arrepentimiento, Yvraerl andó hasta el cruce de túneles de la pirámide. En verdad, seria buena idea perseguir a aquellas ratas, cuando estuvieran preparados. Estaba claro que era la voluntad de aquel eslizón grande, aquel lagarto Slann, expulsar de la pirámide a aquella raza de skavens. Y quien sabe, tal vez tuvieran más opciones de salir de aquel lugar si cumplian la misión que si se internaban en la jungla. Esperaria a que todos sus compañeros, incluidos los eslizones, estuvieran preparados para seguir adelante. La próxima vez que se encontraran problemas deberian cambiar de táctica, y la temeridad de Tyrion podria aprovecharse mejor.
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William Tender
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Anuviel Darkmane

Anuviel deambuló por el pasillo como un niño en un lugar nuevo que no conociera. Tras el estallido de adrenalina del combate, se sintió repentinamente ausente y ajeno a la situación. Sin mediar una palabra, se dedicó a mirar con curiosidad y rostro perdido todo cuanto le rodeaba: los restos de los cadáveres skaven... la disculpa del capitán Eisël con Daeron... la de Tyrion con Tichi Hui, y la conclusión del tratamiento... En la mano derecha de Anuviel, un arco púrpura de electricidad estática residual de los conjuros de Daeron chisporroteó entre sus dedos, que se sacudió con dos barridos de la mano. Lentamente, se agachó y recogió con cuidado una de las jabalinas arrojadas por los eslizones, y que, por suerte, conservava la punta más o menos intacta y sin astillar. Se preguntó si podría tener algún efecto adverso sujetarla sin la protección de unos guantes de cetrería como los suyos, al tiempo que observaba cuidadosamente la artesanía del arma. Cuando su curiosidad estuvo satisfecha, tendió la jabalina a un eslizón, con gesto amable pero distraído.
Recogió la ballesta, y la cargó con cuidado. Se preguntó si sería conveniente devolverle la espada a Tyrion en su condición actual... y resolvió dejársela al cinto, y esperar instrucciones de Yvrael.

Luego, su mirada se posó de nuevo en los cadáveres Skaven. Aunque Anuviel amaba a casi todas las bestias que había observado, en la forma y espíritu de cada una, tuvo que reconocer que había algo obsceno en estas criaturas, algo que le produjo un asco difícil de explicar, como si la amargura de la bilis le subiera al paladar. Sorprendido de sí mismo, se dió cuenta de que despreciaba a estos monstruos, y decidió hacer partícipe de su sensación a su nuevo hermano.
Con cuidado, cogió un resto de pescado, y lo untó en la sangre corrupta de una de las bestias, para después ofrecérselo a su nuevo hermano. La gaviota tardó en reaccionar, notando un sabor extraño en el pescado... finalmente, lo engulló.

-Siente su sabor, hermano, siente la recompensa que hay en su sangre, en la sangre que derramemos de estas bestias, habrá victoria, habrá más peces para tí, y más paz para el mundo. Pronto, estarás preparado para ayudarme en su derrota.
Musitó Anuviel, apenas en un susurro.
En silencio, se levantó, apretó la ballesta cargada al pecho, y miró a Yvrael espectante, en espera de la próxima orden.

Le apetecía acabar con lo que quedara de aquellas alimañas.
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Weiss
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Daeron Nénmacil

Cada vez quedaban menos de aquellos condenados hombres rata. Los elfos se confiaban cada vez más, luchaban cada vez mejor, al contrario que las ratas, que se acobardaban, se lo pensaban antes de avanzar... Después de ver caer a cuatro de ellos en cuestión de segundos, decidieron emprender la retirada, que se realizó en el más perfecto de los desórdenes. Cada uno corría hacia donde podía, pasando por encima de los otros, chocando entre ellos... Este caos sirvió para que los elfos pudiesen matar a dos más, a la altura de la encrucijada.

Los chillidos se alejaban cada vez más, hasta perderse en las profundidades de la Pirámide. Una vez el grupo estuvo seguro de que el peligro había pasado, se permitieron descansar, bajar sus posiciones de guardia. Daeron hizo lo mismo. Guardó su espada, que había tenido en la mano durante el combate, y cogió su bastón. Parpadeó un par de veces, para disipar el fulgor de sus ojos, y agitó la mano para deshacerse de la energía residual que todavía la recorría. Había sido un gran despliegue de Magia en poco tiempo.

Junto a los eslizones y el Domador, Daeron era uno de los miembros del grupo que seguía ilesos, por lo que se dedicó a pasear por el pasillo, mirando en qué se ocupaban los demás. Primero se acercó a donde Tichi Hui atendía a Tyrion, para ver cómo el noble agachado se explicaba ante el líder eslizón. Daeron no pudo contener una sonrisa. Justo cuando se daba la vuelta, casi tropieza con el "Capitán". Asombrosamente, venía a disculparse ante Daeron, a pedirle perdón por su comportamiento anterior.

Claro, lo más lógico habría sido que os dejase a vuestra suerte aquí encerrados como ratas... O aún mejor, que os atacase por la espalda... ¿Tan mal concepto tenéis de mí, Señor Capitán?... Puede que a partir de ahora penséis un poco más antes de juzgar a la gente... Los eslizones son más nobles que muchos elfos que he conocido, y no deberíais dejaros guiar por las apariencias... Si no fuese por Tichi Hui, todavía seguiríais perdidos en la selva, posiblemente muertos a estas alturas... Reflexionad sobre ello, Capitán...

Una vez acabó de hablar con Yvraerl, siguó avanzando por el pasillo, hacia la encrucijada. Fue apartando a patadas los asquerosos cadáveres de los skaven, luchando por llegar a la sala antes de que la magia residual le encrespase por completo el pelo...

Quién me mandaría peinarme...

Se situó en el centro de la sala, mirando los cuatro pasillos que de ella salían. El que tenía detrás, por donde habían llegado, y el que tenía enfrente eran ascendentes, mientras que los laterales eran descendentes. Fue entonces cuando recordó algo que le había enseñado el Chamán. Se giró hacia el grupo.

Tichi Hui, ven por favor.

Mientras el líder eslizón se acercaba, fue exponiendo sus conclusiones a los demás.

Verán, mis estimados compañeros... Tengo unas ganas considerables de moverme de este pasillo, que parece que tiene algún problema con mi pelo... Así que propongo... Veréis, las Pirámides tienen una estructura simétrica. Si continuamos de frente, por ese camino ascendente, llegaremos a la salida. Sin embargo, si vamos por estos otros dos descendentes, nos adentraremos en las profundidades de la Pirámide. Es el camino que propongo. Si además tenemos en cuenta que los skaven llegaron desde la derecha, es posible que su madriguera esté por ahí, así que sólo queda un camino...

Daeron señalaba con su bastón el camino de la izquierda, invitando a avanzar al jefe de los exploradores.

Tichi Hui, haz los honores.
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Mensaje por Van Hoffman »

Mientras Yvraerl atendía sus heridas y las de Tyrion, Anuviel se paseaba por el pasillo. Daeron, por su parte, miraba los pasillos de la derecha y de la izquierda, y Aënor se preocupó de recoger cuantos virotes hubieran sobrevivido al combate.

Al cabo de unos minutos, el grupo estaba listo para continuar. Daeron había sujerido ir por el pasillo de la izquierda, comentando que el del frente llevaría a otra entrada a la piramide. Era un planteamiento lógico: sobre sus pasos no podían volver, pues debían acabar lo que vinieran a hacer aquí; seguir la ruta de huída de los skavens no les interesaba, pues salían fuera y podrían emboscarles; por el pasillo de la derecha habían llegado las alimañas, y quizás hubiera más por allí; sólo quedaba el pasillo de la izquierda, que descendía ligeramente.

Así pues, el grupo siguió por el camino de la izquierda. Tichi Hui iba primero. Tras él, Yvraerl y Daeron. Aënor ayudaba a Tyrion a caminar, apoyandolo en su hombro. Por último, Anuviel y el otro eslizón cerraban la marcha. El domador llevaba su ballesta, y Aënor la otra.

Caminaron durante metros, descendiendo poco a poco, arropados por paredes de piedra tallada que mostraba más de aquellos pictográmas grabados. Las figuras humanas sacrificadas se fueron sustituyendo por lo que parecían ser skavens. Grandes serpientes multicolor aparecían repetidamente, y en uno de los tallos, un gran eslizón de cresta roja era alabado por otros de los suyos. Sin duda, aquella pirámide ocultaba misterios dignos de resolver.

Tras un rato descendiendo, el pasillo se abrió a una sala. La sala era pequeña y cuadrada, llena de más relieves. Delante de ellos, unas escaleras descendían paralelamente a los pasillos de salida de la pirámide. Sin duda, el camino no había acabado, pero ¿continuarían los elfos en su descenso a las profundidades de la pirámide?



OFF: Tanto Yvraerl como Tyrion recuperan una herida más. Podeis anotarlo en vuestra ficha.
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Saratai
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Mensaje por Saratai »

Yvraerl Eisël

Estos túneles son interminables, no imaginaba que tuvieramos que desplazarnos por subterráneos. Oh, vaya, creo que me estoy perdiendo.

El vagabundo, para espantar sus inquietudes, comenzó a tejer una historia que vagamente recordaba. Las historias siempre hacian volar la mente, relajaban al alma y hacian pensar con más claridad. Yvraerl no podria vivir en un mundo sin cuentos de largos viajes ni historias pasadas que evocaran nobles sentimientos.

''Esta situación me recuerda a la leyenda de Aeras el valiente durante la segunda incursión druchii, el cual perdió a su amada por los valles Anulli. Aeras, un fornido craciano, era un asur aguerrido, y cuando su hermano le contó que su prometida habia desaparecido en tan lejanos valles, agarró su hacha de plata finamente elaborada, colocó sus blancas pieles encima de la armadura de su padre, detallada con numerosas inscripciones que narraban la historia de su familia, y comenzó un viaje para buscar a la persona que tenia su corazón. Todos le dijeron que desistiera, que se contentara con llorar su perdida y que no arriesgara su valiosa vida, que aun podia dar mucho a sus hermanos. Pero Aeras era testarudo, y nadie consiguió hacerle cambiar de opinión.

El viaje era largo, y a pesar de que los druchii habian sido expulsados en su gran mayoria, aun quedaban grupos corsarios por bosques y montañas, alejados de sus malignas compañias y sin poder tomar ninguna arca negra. Aeras habia sido destinado lejos de donde su amor le aguardaba, y tuvo que superar innumerables peligros, pero los sentimientos que sentia le hicieron seguir adelante.

Tras largas jornadas de viaje, el solitario Aeras llegó a su destino, cansado por tanto tiempo de marcha. Más no perdió la esperanza el buen leñador, y ascendió por aquellas peligrosas cordilleras. Se enfrentó a monstruos sin igual, a enormes alacranes, a terribles arpias, a peligrosos basiliscos, e incluso sobrevivió a manadas de gigantes lobos y aladas mantícoras. Al final, tuvo que internarse en unos antiguos subterraneos de las montañas, para resguardarse de las bestias de pesadilla y tener un lugar desde el que seguir su búsqueda. Y cual fue su sorpresa, cuando, por milagro de Asuryian, encontró en la cueva dónde se cobijaba una pulsera como la que su hermosa amada solia llevar.

Con renovadas fuerzas, sabiendo que su prometida habia pasado por alli, inspeccionó las montañas y las cuevas, hasta llegar a unas enormes grutas bajo tierra, creadas por Isha y adornadas con las aguas que le habian dado forma. Descendió y descendió, y nunca escogió otra bifurcación, pues siempre podria volver arriba, pero si divagaba por diestra o siniestra, tal vez no encontraria el camino de vuelta. Tras dos dias de busqueda, encontro a los captores de su corazón. Presto, acabó con sus vidas sin que los malvados pudieran hacer nada. Recogió a su moribundo amor, y regresó a tierras civilizadas, cazando para alimentarla y sobreviviendo a todo peligro, descuidandose a si mismo para salvarla a ella.

Cuando por fin llegaron a su destino, Aeras cayó muerto por su esfuerzo, feliz por haber dado su vida a cambio de otra más bella. Su historia fue conocida por siempre, y su estirpe continuó durante generaciones.''


-Vayamos hacia abajo, compañeros.
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Mensaje por kurgan »

Tyrion Audec

Una cosa mala de ser herido en la pierna es que después duele. Mirado con perspectiva, ése es el menor de los problemas: la gangrena, la fiebre y la infección son más graves, y la pérdida de sangre tampoco es cosa muy sana. Pero a Tyrion le costaba no maldecir mientras se arrastraba con la ayuda de Aënor.

Escuchó a medias la historia que contaba Yvrael, y que en este momento le interesaba tanto como las conductas reproductivas de los topos, pero se guardó de decirlo. Lo que le preocupaba, evidentemente, era averiguar como un hombre-rata miserable había sido capaz de sobrepasar su guardia. Parecía cosa de magia...

¡Por Vaul, ahora estaba claro! El maldito Daeron, él tenía la culpa. Había tejido algún hechizo para embotar su mente, para humillarlo e intentar matarlo, por miedo o envidia, pensando que Tyrion no lo iba a descubrir, o que no haría nada. Pero ja, el muy estúpido se había equivocado. Tyrion lo había averiguado, y si había hecho eso, cómo dolía la pierna al apoyarla, carajo, también habría manipulado la febril mente del muchacho sombrío. Menudo juego que se traía, pero Tyrion ya lo sabía todo. Que se andase con cuidado...
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Mensaje por William Tender »

Anuviel Darkmane

El recrear las imágenes de las agrestes tierras de Cracia, le recordaron los paisajes de las boscosas montañas de su pueblo; el pensar en Cracianos, en su fiero maestro; y la historia en general, le hizo olvidar un poco la claustrofobia creciente.
Anuviel había escuchado ya una vez esa misma historia de boca de el viejo señor de los gatos cracio, pero apenas la recordaba, le separaban de ella un mar de tiempo, y otras etapas más sombrías de su vida.

El joven sonrió nostálgico al escucharla de nuevo:
-Una vieja y hermosa historia. Aún recuerdo las lecciones, que de muchacho, me dió en ella mi maestro:
De los triunfos de Aeras, aprende que has de tener valor y fortaleza, de sus errores y su caída, aprende a no luchar nunca sólo.
Aún me pregunto cómo hubiera sido la historia de Aeras si hubiera tenido algún compañero de camino.
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Weiss
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Daeron Nénmacil

Daeron empezaba a cansarse de andar. No entendía la necesidad de construir pasillos interminables cuando construirlos más cortos sería más práctico, sencillo y barato. Luego se dio cuenta de que el precio era un factor poco importante para los Hombres Lagarto, que al contar con larguísimas vidas podían hacer cosas extremadamente complicadas en vez de sencillas, y de que el concepto "práctico" era algo que parecían no comorender del todo... Así, siguió avanzando por aquellos enormes corredores. Para pasar el rato, pensó en darle conversación a Tichi Hui, pero el líder eslizón parecía demasiado concentrado en lo que quiera que estuviese haciendo...

Por lo tanto, Daeron se dedicó a mirar las paredes. Viendo los relieves, la presencia de los skaven empezaba a ser lógica. Los muros relataban la guerra entre Hombres Lagarto y skaven, explicadas por escenas de sacrificios, imágenes de eslizones, de Tehenhauin... En vista de todo aquello, aquel Templo podía ser mucho más interesante de lo que parecía en un principio...

Y entonces, en medio de tales divagaciones, escuchó que el Capitán se había puesto a contar un cuento... Ya había escuchado bastante cuentos la noche anterior, y estaba cansado de ellos... Quizás se habían puesto de moda en Ulthuan durante su ausencia... Pero la verdad es que no tenía ganas de escuchar uno más. Cuando acabó, el Domador intervino, volviendo a elogiar la historia de Aeras.

Aeras lo que era realmente es un poco suicida... Una cosa es salvar a alguien, y otra cambiar tu vida por otra... No tenía por qué haber muerto, y si murió fue porque quiso hacerse el héroe... ¿Tanto le habría costado descansar, o cazar para los dos?. Ya sé que morir es muy romántico, pero lo veo bastante contraproducente... Aún así, me imagino que cada uno es libre de hacer lo que quiera con su vida, ya sea desperdiciándola, sentado mirado cómo duermen los dragones... cosas así...

En cuanto acabó de hablar, llegaron a una nueva sala. Otra rampa seguía descendiendo, y la opinión del Capitán fue que continuasen bajando. Sus historias le aburrían, pero por lo menos sus opiniones eran sensatas.

Obviamente... no pienso haber llegado hasta aquí para dar la vuelta...
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Mensaje por Van Hoffman »

No tardaron mucho en tomar una decisión, una vez llegaron a la sala. Ahora, todos estaban nerviosos, impacientes por saber qué secretos les aguardaba la pirámide. Algunos escondian ese sentimiento, pero a otros se les notaba. Todos estaban de acuerdo en que debían continuar adelante, y eso implicaba descender por las escaleras.

La escalera era muy estrecha, con el espacio justo para una persona. El primero en bajar fue Tichi Hui. Le seguían Daeron e Yvraerl. Aënor y Tyrion bajaban con dificultad, debido a la herida del noble y a la estrechez del lugar. Cerrando la marcha, Anuviel, y detrás, el último eslizón. Bajaron durante un rato, pasando por tres pequeños rellanos y cambiando de sentido sendas veces. Finalmente, llegaron al final. Otra sala, muy similar a la que acababan de dejar atrás, se abría delante de ellos. Los relieves eran muy similares a los de arriba. Un pasillo se adentraba en la tierra justo en frente de las escaleras. Siguiendo el camino, flanqueados por relieves y grabados, llegaron de nuevo a una encrucijada, con de nuevo, cuatro pasillos. Uno delante, otro a la derecha, otro a la izquierda y el último era por el que habían venido.

Si se quedaban allí mucho tiempo, quién sabía cuantos skavens vendrían esta vez....
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Mensaje por kurgan »

Tyrion Audec

¿Qué más daba?

-La cuestión es seguir avanzando. No auguro nada bueno si nos detenemos a deliberar. Que la suerte decida, y Lileath guíe nuestros pasos. Que alguien diga un número del uno al tres.

Tranquilamente, esperó a que Daeron protestase e incluyese alguna ironía.
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Ubicación: En tu oreja, diciendote que quemes cocos

Mensaje por Saratai »

Yvraerl Eisël

El vagabundo sonrió ante los agradables comentarios del afable domador.

-Ah, amigo Anuviel, si Aeras hubiera tenido un compañero no habria sido Aeras el Valiente. Pero tu maestro fue sabio al hablarte dado que sus palabras están llenas de sentido: No debemos jamás luchar solos si podemos evitarlo.

Tras una pausa, en la que el trotamundos apreció la mueca de desagrado del noble por los cuentos populares, y la peculiar forma de ver las cosas que Daeron poseía tanto de aquella narración como del resto de costumbres élficas, Yvraerl continuó hablando con el de Nagarythe asegurándose a si mismo que la próxima vez intentaría animar a sus altivos compañeros con otro tipo de entretenimiento.

Un duelo de espadas, o de insultos tal vez. Seguro que esos dos disfrutan mejor el tiempo entre estos interminables túneles si se enfrentan entre si el resto del camino para comprobar quien es más capaz o cual está mejor dotado por los dioses.


-Puede que Daeron tenga razón, en parte, - siguió comentando Yvraerl con Darkmane, el único que parecía dispuesto a conversar durante los interminables caminos por los que el grupo pasaba - y que los actos heroicos no tengan cabida en ésta época en la que los nuestros son menos y los enemigos más. Y puede también que si en el pasado hubiéramos renunciado a nuestra forma de ser y de vivir, en estos años los asurs no estuviéramos en una situación tan precaria que nos condena a un triste fin, ya conocido por todos.

-Pero al mismo tiempo creo firmemente en que es mejor morir de acuerdo a unas convicciones, actuando conforme a la propia naturaleza, que no robarle unos años más a la vida mediante artimañas, ocultando tus creencias y negando el espíritu que cada uno de nosotros lleva dentro, algo que la mayor parte de los seres vivientes en este mundo hacen a diario.


Tras estas palabras, el vagabundo callo ensimismado en sus propios pensamientos. Durante aquel extraño viaje, su manera de pensar había cambiado notablemente. Cuando subió al barco de aquellos humanos tras tantos años vagando solo por bosques y ciudades, hacia ya tanto tiempo, sólo pensaba en él mismo, y bien poco le importaban las personas que no pudieran servirle para algún fin. Algo de respeto guardaba por los de su raza, pero para los demás solo tenia los mismos pensamientos que guardaría alguien por unas herramientas de usar y tirar. Y ahora, examinando detenidamente sus pensamientos, se percataba de todos los cambios sufridos. Ahora estaba dispuesto a luchar hasta la muerte por otros de su estirpe, y era capaz de reconocer el valor que tienen las demás razas, como los humanos que habían muerto por su imprudencia (que a veces él mismo compartía) o aquellos eslizones que habían demostrado poseer sentimientos como amistad u ofensa. De no haber sufrido el naufragio, nunca habría aprendido tales cosas, y ahora se limitaría a vagar de un lugar a otro del Viejo Mundo, como había hecho con anterioridad por Ulthuan.

El Destino era un señor veleidoso, inescrutable para todos. ¿Acaso era toda esta travesía una diversión de los dioses, o todo había sido urdido por la simple casualidad? Eso nunca lo sabría el elfo, pero al menos estaría preparado para actuar rápidamente fuera como fuera.

Sin tiempo para meditar más, el grupo llegó a una nueva encrucijada. Desde la primera que encontraron, en la cual giraron a la izquierda. Tras éste, una y otra vez siguieron rectos por todas las bifurcaciones. Sin duda le placía continuar con ese mismo esquema.

-Deberíamos seguir recto, como siempre. Desconocemos a donde lleva cada pasillo, pero si tuviéramos la mala suerte de llegar a un camino sin salida, si continuamos siempre rectos tendremos la certeza de saber por dónde hemos venido. Si ahora comenzamos a ir arbitrariamente por un lugar y luego por otro, al final acabaremos dando vueltas sobre nosotros mismos.

-Tenemos que basar nuestras decisiones entre todos con argumentos lógicos, y no en el azar.


Tras dar su opinión, Yvraerl esperó a que Daeron hablase. En otras ocasiones había demostrado usar la cabeza para más cosas que para portar una cabellera peinada, y su punto de vista podía ser bastante útil.
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