Mannricht II: Lobos entre corderos

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Jacques el arcabucero
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Mannricht

Se había jugado el tipo con Ficks, desde luego.
Mas tarde, cuando el sargento se acercó y le dijo todo lo demás, el joven patrullero sintió un leve temor a sus espaldas. Perder el trabajo, dejar el cuerpo... ser patrullero es todo lo que sabía hacer, y necesitaba la paga. Dentro de poco piensa casarse con su prometida y tener hijos. No puede permitirse perder el trabajo, sin embargo, sus convicciones son firmes, y lo que él considera que es o no es justo, lo mantiene hasta el final a toda costa.
Nunca había visto un mutante tan de cerca, él pensaba que eran monstruos horribles, llenos de dientes y pelaje aspero, sanguinarios y crueles, pero se ha encontrado con un pobre idiota baboso y ese tal Reinhard. Puede que tenga garras si, pero Mannricht tiene la firme convicción que no serán usadas para destripar inocentes. O al menos, eso es lo que el cree.

- Gracias sargento, me ha salvado la vida. No podía permitir que Ficks le volara la cabeza, no hubiera sido justo. Eso al menos es lo que yo creo. Y con mis convicciones me iré a la tumba, del mismo modo que mi padre, que perdió una pierna y casi acaba en el hoyo en las revueltas. Solo espero acabar cuanto antes con este asunto, encontrar a ese tal Inmaister y a los niños desaparecidos.

Mas tarde, se produce el encuentro de la carreta.

- Soy Mannricht, guarda de caminos, el sargento Alan y el de ahí detrás, Ficks. Creo que vamos en la misma dirección, y a por la misma presa. Inmaister Quober. No es así? Sabemos que pasaron por Tannfeld y allí tuvieron un encuentro con uno de sus hombres.
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El ''aventurero'' asintió a las palabras de Mannricht. Mientras tanto, Alan examinaba al estaliano, y Ficks quedaba callado. El pecoso y carismático cazarrecompensas le dió la mano a todos los presentes.

Umindel Rober

-Encantado de conocerles señores. Si, todo lo que dices es cierto, y estamos muy cerca de encontrarle.


Y asi era, pues habian huellas de carro en el camino, huellas recientes.

-Creo que juntos, podemos coger a ese bandido y ¡darle su merecido!

El sargento arqueó una ceja ante tales palabras, pues no estaba acostumbrado a ver a tanta gente desinteresada en tan poco tiempo. Sin embargo, cuando Rober continuó la marcha a Bieswag, Alan les siguió, al igual que Ficks.

Durante una hora viajaron hasta que el sol amaneció. Fue en ese instante cuando, a lo lejos, divisaron otro carro lleno de barriles. Cuando lo vieron, la pareja de morenos azuzaron las riendas de su carromato, en dirección al de los barriles, gritando que por fin iban a pillar a Inmaister.

FDI: Comienza una persecución. El carro de los barriles está lejos, pero ''Negranoche'' es rápido, al igual que el carromato de Rober y de Jorge. Dime que haces para llegar y que harás si llegas a la altura del carro.
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Jacques el arcabucero
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Mannricht

Espoleo a "Negranoche" y me encorvo sobre él sin perder de vista el carruaje.

Mi intención es asegurarme que se trata de Inmaister Quober, poniéndome a su altura para verle. El tema del parche en el ojo será vital.

- Deténgase inmediatamente! Guarda de caminos! - le gritaré al llegar a su altura.

Si es Inmaister, y si no se detiene, pasaremos al plan B.
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29 de Ulricario de 2521. Camino a Bieswang, Angestag.

Las ruedas de los carros machacaban las piedras del sendero, girando furisosas una detrás de otra. El carro de Jorge y Umindel avanzaba a inusitada velocidad, tirado por dos caballos y compuesto únicamente por paja, madera y el par de desharrapados con navajas. Más lento iba el carro de un solo caballo que llevaba el hombre que era perseguido, un cuarentón pelirrojo cargado de barriles. Detras de los dos carros, que ya iban parejos tras un rápido sprint del primero, cabalgaban Ficks y Alan. Y al lado del carro de los barriles, Mannricht trotaba junto a Negranoche, mandando detener a un hombre que no estaba por tal labor.

El tipo en cuestión no llevaba parche alguno, y parecia tener los dos ojos, pero desde los barrilles, y por el traqueteo de la persecución, Mannricht pudo oir de pasada unos gritos de auxilio, chillidos como los de un niño, además de golpes y ajetreo. Cinco eran los toneles que llevaba el carro perseguido, todos de la marca cervecera Leitdorf.

Los dos carros chocaron una y otra vez, saltando astillas de madera por doquier. Umindel, cuando estuvo a su altura, le gritó al perseguido mientras llevaba las riendas:

Umindel Rober

-Inmaister, estás perdido. ¡Se acabaron tus dias de crimenes!


Por su parte, Jorge saltó del carro de Umindel y se coló en el del pelirrojo, con un cuchillo en los dientes. Cuando ya estuvo estabilizado, se colocó el cuchillo en la mano izquierda, y con la derecha empezó a tirar barriles al suelo, primero uno y luego otro, que obstaculizaron el paso a Alan y a Ficks. Tres barriles quedaban aun en el carro, y los gritos se seguian oyendo. Por delante, el carro de Umindel embistió de nuevo al carro del pelirrojo que no desistia en su huida, haciendo que una rueda saltara, y que Jorge y dos de los barriles de los tres barriles estuvieran a punto de estrellarse contra el suelo. A lo lejos, el pueblo de Bieswang comenzaba a vislumbrarse.

Alan Friedsgoth

-¡Mannricht, para esta persecución ya!
- las órdenes del sargento se oian lejanos, pues su caballo habia estado a punto de caer por culpa de los barriles.

Sin embargo, lejos de poder hacer tal cosa, el carro del pelirrojo empezó a desmontarse por culpa de la enorme cantidad de daños que el carromato de Umindel le estaba haciendo. Las riendas se rompieron, y el pelirrojo cayó a las rocas de la carretera, chocando su cara contra el suelo. Umindel no tardó en encarar los cascos de los caballos hacia el caido, atropeyandolo en el proceso y pasandolo por debajo de las ruedas y de las ocho patas de los dos caballos.
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Mannricht

El patrullero dirige a Negranoche hasta un lateral del carromato donde huía Quober. Entonces salta de su caballo al interior y desenvaina la espada. Está intrigado por ese sonido que ha podido escuchar durante la persecución, y un nubarrón cruza sobre sus pensamientos, teme lo peor.
Abre los barriles a toda prisa mientras grita:

- Sargento, Ficks! Los barriles! Abrid esos barriles!! - refiriéndome a los que tiraron durante la persecución, de los de encima de la carreta me encargo yo.

Algo no me acaba de gustar de los dos tipos que tengo alrededor, así que no me descuidaré con ellos. Les tengo un ojo encima en todo momento (si es posible, claro)
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29 de Ulricario de 2521. Camino a Bieswang, Angestag.

Alan y Ficks se apresuraron hasta llegar dónde los barriles haciendo caso a Mannricht, bajando de sus caballos para abrirlos. De pronto, tras abrir uno de los barriles, Ficks calló al suelo de rodillas. Tras unos instantes tensos, el veterano se lanzó a Alan, abrazando a su amigo.

Ficks

-Dioses, gracias, gracias.


Mientras tanto, Alan sacó de uno de los barriles a una niña de unos siete años, notablemente mareada. Tenia el pelo largo y rubio, y tanto pies como manos estaban atadas por gruesas sogas. Sus ropas estaban llenas de paja, con la que Inmaister habia llenado el barril. Por fin, tras tanto tiempo desaparecida, Ariel era encontrada.

-Alan, coge a Ariel, y que no vea lo que voy a hacer. Es hora de impartir justicia.

Ficks agarró su caballo, espleándolo hasta donde se encontraba Mannricht junto a la carreta de Inmaister. Alli estaba tendido el cuarentón pelirrojo, y ahora que la persecución habia terminado, y él estaba en el suelo, se podia apreciar como uno de sus ojos era de cristal.

No cabia duda, era Inmaister.

Al tiempo, Umindel bajó del carro tras haber atropellado a Inmaister. Jorge, aprovechando que Inmaister estaba mareado, le soltó un rodillazo en la cara, dejandole incosciente. Parecia que iba a sacar un cuchillo, y asesinar al pelirrojo, cuando Ficks llegó claramente enfurecido. Umindel le hizo una señal a Jorge, el cual se apartó instintivamente.

-Vosotros, cazarrecompensas. Largaros de aqui. No os vais a llevar a este tipo a ninguna parte. A este cabrón lo voy a matar aqui mismo, lentamente. Ficks hablaba a Umindel y a Jorge, y para sorpresa de todos, una sonrisa cruzó la cara de Umindel

Umindel Rober

-Por supuesto, nos marchamos. Total, tampoco necesitamos el cadáver para cobrar el dinero, jijiji. Ha sido un placer atrapar a ese bastardo. ¡Vayan con Sigmar, patrulleros!


El pecoso moreno y su compañero subieron a la carreta. Pero hasta que no comprobaron como Ficks entraba en una crisis, golpeando salvajemente con los puños la cara del ya moribundo Inmaister contra el duro suelo de piedras, no se largaron del sitio.

FDI: La situación queda asi. Ariel está con Alan, Ficks está matando a Inmaister y los dos cazarrecompensas siguen su camino, en dirección Bieswang. Parece que todo ha terminado...
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Mannricht

El patrullero abre los barriles y descubre que no está aquí el origen de esas voces que creyó escuchar. Se pone de pie, sobre la carreta y ve a Ficks que da con su hija - Al fin! - exclama sonriente. Observa la tierna escena de Ficks y su hija, se peina el flequillo hacia delante con la palma de la mano inconscientemente. Se siente reconfortado, y por esa escena, por ese reencuentro, todo a valido la pena. Que le volaran la cabeza a caracol, que Fabian haya bajado a lo mas profundo de la Prisión de almas, que el monasterio ardiera hasta los cimientos... Mannricht sorbe sonoramente y tiene que limpiarse una lagrima que amenaza con salir a pasear.
Seguidamente, se reconforta también por la escena de Ficks aplastando la cabeza de Quober. Y aquí ya no puede evitar que las lagrimas salgan. - Que padrazo... - exclama al ver a Ficks explicándole a Innmaister que no debe de volver a secuestrar a nadie.

Los dos tipos parten al galope.
- Que Mannam os guíe! - les concede.

Seguidamente, se acercará a la pequeña Ariel, y se agachará para quedar a su altura.
- Pequeña, estas bien? - oh, que tenemos aquí...? un chichón! pero tu eres fuerte verdad? eso no duele, verdad que no? - le sonríe mientras le quita algúna mancha de la cara con salivilla y mucho cuidado - Nos has tenido muy preocupados, pero todo ha acabado al fin.

Dará sonriente un golpecito de complicidad en el hombro al sargento, y otro a Ficks.
Mannricht es feliz.

Tras esto, poco más quedará por hacer. Si acaso, regresar y apechugar con cualquier decisión jurídica sobre mi comportamiento con los mutantes.
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Sigmar, qué calor.






19 de Veranal de 2522. Afueras de Streissen, Aubentag.

El sol abrasaba la piel y secaba los campos y riachuelos. Era uno de los días más calurosos de todo el año, y si llevabas montando a caballo durante veinte dias, con una armadura puesta y pocas raciones de agua, la situación no era envidiable.

El rubio averlandés limpió su espada una vez más. La sangre de gor era casi imposible de limpiar, y más aun cuando estaba reseca. Pero al menos ya habia salido de Hochland, y no tendria que pisar aquella tierra maldita jamás. A partir de ahora, se quedaria en Averland, pues ya habia visto bastante mundo, demasiadas muertes, y por fin comprendia por qué los soldados volvian tan mal de la cabeza, la guerra era para volverse loco. El soldado se arrancó partes del florido uniforme, pues a pesar de que los trajes de un lansquenete eran bonitas, no podian ser llamadas el ejemplo de la comodidad.

Por fin, ¡Streissen!

A lo lejos, el soldado vislumbró un pequeño pueblo, que debia ser Streissen, sin duda. Al menos eso era lo que los pequeños halflings de la Asamblea le habian asegurado. El herido soldado cabalgó deprisa hasta llegar a la sombra de un árbol, donde un viejo campesino descansaba en las afueras del pueblo, comiendose con dificultad unas manzanas frescas. El soldado le preguntó, ansioso:

-Viejo, ¿es ésto Streissen?


El anciano, arrugado como una pasa y sin un pelo de tonto, le respondió con calma -Aham, asi es., lo que hizo sonreir al lansquenete, que bajó despacio del caballo, con ayuda del viejo, que cojeaba claramente. Tras quitarse el yelmo y la armadura, el soldado se hechó a descansar de la caminata junto al anciano, comprobando la comidad de la hierba y disfrutando de la sombra del árbol. El anciano, curioso, le preguntó al soldado: -Digame, muchacho, ¿qué a venido a hacer aqui? Porque usted no es de Streissen... o ¿es que tiene familia en el pueblo?.

El veterano de guerra se quitó unas vendas en el brazo, dejando ver una herida que ya iba cicatrizando. Cuando el viejo cojo le preguntó, tardó unos segundos en responder: -No es familia lo que busco aqui, pues no tengo ni esposa ni hijos. Estaba buscando a un viejo compañero, a un buen amigo que vive por aqui. No creo que le conozca, se llama Mannricht. Es un tipo muy alto y fuerte, moreno y con la cara rojiza.

El viejo se quedó pensando, hasta que estalló en risas: -Sí, si que le conozco. El bueno de Mannricht, si. El viejo se levantó unos segundos. Ahora era visible que habia perdido una pierna, y en su lugar llevaba una gruesa pata de palo, de madera maciza de roble. Una pequeña barba negra cubria su cara, y a pesar de su edad, se notaba que aun podia valerse por si mismo. No tardó en seguir hablando.

-Mannricht vive aqui, en una bonita casa cerca del rio. Y pronto será padre. Pero bueno, no nos quedemos aqui todo el dia. Si viene del Norte, tiene mucho que contar. Vayamos a mi casa, y alli podrá descansar mejor que en el suelo.

Juntos, el lansquenete y el viejo campesino andaron tranquilos por los preciosos campos de Streissen, que en verano relucian al sol. El soldado se alegró de que la guerra, la muerte y la locura no hubiera tocado tal vergel, y se juró a si mismo de que esa zona debia ser protegida por siempre. Los caminantes no tardaron en llegar a una casita cerca de un riachuelo, propiedad del cojo. Ambos entraron en ella, y la esposa del anciano los recibió con alegria, preparandoles unas pastas. Mientras tanto, el anciano siguió hablando.

-Si Mannricht es amigo suyo, tiene usted amistades interesantes. El soldado arqueó una ceja, pero no interrumpió al abuelo. -Si, lo digo por que Mannricht es toda una celebridad en el pueblo. Mire, él era antes un gran patrullero de caminos, ¿sabe? Bueno, imagino que ya lo sabrá. Pues bien, hace unos meses su sargento en el pueblo murió, por culpa de unos mutantes. Ahora, esos problemas parecen lejanos desde que los estirados Alptraum gobiernan la provincia, pero antes era lo normal. Bien, el caso es que Mannricht fue a trabajar a la ciudad, y alli, esos bastardos burócratas lo expulsaron del cuerpo a él y a un compañero suyo, ¡encima de que le salvaron la vida a una niña pequeña y limpiaron la asquerosa capital de contrabando! Esos chupatintas son unos imbéciles... Con perdón, si es usted de alli.

El soldado se rió ante las sentencias radicales del viejo. Estaba claro que tenia ardor revolucionario a pesar de su edad. Paciente, esperó a que el anciano siguiera hablando, pues le estaba encantando el relato de aquel cojo, y la animada manera en que se expresaba le hacia disfrutar de la conversación.

-Bien, pues el bueno de Mannricht regresó a su hogar, de dónde no debió haber salido. Pero bueno, el muchacho es un culo inquieto, y siempre tiene que moverse de un lado a otro. Volvió con su prometida, se casó con ella y volvió a dedicarse al trabajo de sus padres, labrar el campo y cuidar el ganado. Y a pesar de la pobreza en la que viviamos, el muchacho trabajó duro, como el mejor de los granjeros. Hasta que un dia, hace dos semanas, ocurrió el milagro. Desde Monheim vino un rico capataz manco de las minas de Monheim, preguntó por él, y llenó su casa de oro. ¿Te lo puedes creer? No cabiamos en júbilo, hicimos grandes fiestas y una comida para todo el pueblo y para el mecenas de Monheim, un chaval joven y grandote, que habia perdido una mano y varios dedos en un accidente.

Fue entonces cuando en la cara del soldado se dibujó una sonrisa de oreja a oreja.

-Ahora, Mannricht espera a su hijo mientras labra el huerto, con la confianza de que tendrá dinero para alimentarle, buenos amigos con los que pasar una vida larga y placentera y una bella esposa que lo quiere con locura.


Entonces, el soldado le preguntó al anciano: -Señor, ¿Cómo sabe usted tanto de Mannricht?

El viejo le contestó: -Bueno, teniendo en cuenta que yo le crié, y que la mujer que alli ve es quien lo trajo al mundo con mi ayuda, es normal que sepa mucho de él. Por cierto, no me he presentado. Me llamo Mark Stas Boleslav. Pero llamame Mark, a secas. Nadie me llama por mi apellido.El soldado le estrechó la mano al cojo, respondiéndole al saludo: -Muy bien, visto lo visto, creo que Mannricht ha estado viviendo tan bien como imaginaba. Sin más, recogió su caballo y salió de la casa cogiendo el camino por el que habia venido. Al salir, el viejo le recriminó: -¡Señor, la casa de Mannricht no está por ese lado!

El soldado paró el caballo, y giró la cabeza hacia atrás: -Por lo que usted me ha contado, será mejor que no le proponga a Mannricht lo que tenia que ofrecerle. Usted solo comentele, si quiere, que a venido a visitarle su amigo Alan Friedsgoth.

Sin más, el lansquenete siguió cabalgando.









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