Viajero Stirlandés IV: Terrores Nocturnos

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Viajero Stirlandés IV: Terrores Nocturnos

Mensaje por Saratai »

3 von Nachexen, 2527. Wellentag, Hausern (Provincia de Wissenland).

El caserio parecia a punto de derruirse, bajo el peso de una suciedad con cientos de inviernos a cuestas. Bajo el deteriorado techo, tres figuras se alzaban. Dos de ellas iban ataviadas con largas capas para la lluvia. La tercera no era sino un maltrecho miliciano. Alrededor, la nieve se hacia espesa pero el viento habia dejado de soplar, haciendo que el ambiente fuera frio pero no helara. El miliciano suspiró.

-Ya os lo dije en su momento y os lo repito, no ha pasado nada nuevo desde la última vez. Bueno, ahora la gente no muere, y tampoco es que sea un ser dañino.- El rostro de uno de los hombres ataviados con capa se estremeció. -Perdón, no digo que no sea dañino, solo que la gente no está asustada. Ellos no quieren problemas y, bueno, tú debes entenderlo mejor que nadie.

Valentino Fonseca

-Ah, maldita sea. Siempre tuve el mismo presentimiento acerca de Loningbruck. Pero claro, a mi nadie me hace caso...


El hombre de acento tileano se ajustó el parche y miró a su compañero, cuya cara estaba señalada con una fea marca en el lado izquierdo

-Vosotros mismos.- replicó el miliciano. -Eso si, mi primo me ha dicho que es estúpido intentarlo, no conseguireis nada.-





18 von Brauzeit, 2527. Konistag, Tandern.

El Reik bajaba poderoso, con la fuerza de mil caballos, por las laderas que separan Wissenland del Gran Condado de Averland. Entre los bosquecillos cercanos a la rivera, la vida se preparaba para el cercano otoño que se aproximaba, ignorante de los acontecimientos por venir al tiempo que la brisa mecía la copa de los altos pinos. Mientras tanto, Fonseca daba un paseo por la orilla, para relajarse de tanto estrés. No estaba muy entusiasmado por volver a Averland, pero al fin y al cabo el que se habia convertido en su mejor compañero, Franz Miller, estaba obstinado en hacerlo. Los rumores apuntaban a un extraño ser que habitaba por los bosques de Loningbruck, y Tandern era el pueblo habitable más cercano a aquel lugar, lo que la convertia en un excelente lugar para preparar una investigación. De pronto, el antiguo mercenario escuchó cascos de caballo. Instintivamente se ocultó entre unos matorrales, para ver como una doncella y un hombre desmontaban junto al río. La doncella parecia miembro de la nobleza, y su acompañante tampoco tenia pintas más plebeyas que ella.

Fiu, ya me esperaba bandidos o algo peor. De verdad, tengo que dejar este estilo de vida cuanto antes.

La pareja empezó a hacer manitas, trayendo al tileano dolorosos recuerdos. Éste, que tampoco era ningún mirón, intentó escabullirse sin hacer ruido y darle algo de intimidad a la pareja, creyente ésta de que estaban solos. Pero en su retirada táctica, el antiguo arca roja reconoció a la mujer como Susanne von Kusch, la hija del regente de toda la zona. Justo la habia visto un dia antes en la plaza, acompañada de su guardaespaldas.

Estaba anocheciendo cuando Fonseca llegó a la taberna donde se hospedaban, justo en mitad de Tandern. Tenía curiosidad de que estaría haciendo el stirlandés, y de cómo se estaria tomando este el regreso a la zona. Habia pasado mucho tiempo desde Sorghof, pero la historia se habia convertido en leyenda y quien sabe como se lo tomaria la gente. Desde luego, las versiones serian muy distintas en las afueras a en la capital. El tileano encontró a su compañero cenando, pues ya estaba oscureciendo, y tal vez el muy loco quisiera empezar a trabajar esa misma noche. El stirlandés estaba más viejo y corpulento, mucho más envejecido de lo que dictarian cinco inviernos. Sus cabellos aun se mantenian marrones, pero sus ojos castaños se veian más profundos, más graves. Fonseca no era ignorante a este detalle: La vida del cazador de monstruos estaba mellando la cordura de Franz.

-Miller, no te vas a creer a quien acabo de ver en el bosque, jejejeje.-

El tileano tomó asiento, y pidió algo de comer. Tenia interés en los planes de Franz, y en la actividad que les tocaría llevar a cabo.


FDI: Franz Miller, es tu turno
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Van Hoffman
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Re: Terrores Nocturnos

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Franz Miller

Averland. Cinco largos años separaban su última visita al Gran Condado. Pero ahí estaba de nuevo, el destino los había querido juntar una vez más. Pero no era la misma persona que un atardecer invernal partiese al galope, huyendo de los muros de Averheim; no, había cambiado, y mucho. Se había convertido en un hombre endurecido, como una roca golpeada durante siglos por el incesante viento. Su rostro, ahora más moreno, estaba surcado de leves arrugas, y unas perennes ojeras ensombrecían sus ojos. La cicatriz de su mejilla izquierda ya no era solitaria. Muchas otras la acompañaban, por todo el cuerpo del stirlandés. Y su mirada. La mirada de un hombre que no conoce el miedo, de un hombre que se enfrenta a la muerte día tras día, sin vacilar. Franz Miller se había convertido en un hombre duro, severo y sin sentido del humor. Pero de no ser por Valentino, habría sucumbido hacía mucho tiempo.

El rubio tileano mantenía a Miller al pie del cañón. Se habían convertido en buenos compañeros, y fieles camaradas. El optimismo desmedido de Valentino era el soplo de aire que necesitaba Miller. Siempre estaba dispuesto a hacer un chiste (la mayoría de las veces grosero) sin importar la situación, y aunque el stirlandés era serio e inexpresivo, le divertía su compañía.

Así pues, volvían a la provincia que los había juntado, y ahora Miller cenaba en una taberna de Tandern. El stirlandés metió el cucharón de madera en el plato de sopa que humeaba frente a él. Y mientras tomaba aquella cena caliente, llegó Valentino con su habitual sonrisa.

-Miller, no te vas a creer a quien acabo de ver en el bosque, jejejeje.-

Miller miro de soslayo a Valentino, pero no dijo nada. En lugar de eso, volvió a meter el cucharón en la sopa y a llevarselo luego a la boca. Cuando el plato se vació, Miller se pasó un trapo por la boca y miró al tileano con ojos sagaces.

- ¿Y bien? ¿No vas a soltarlo aún?
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Re: Terrores Nocturnos

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Valentino Fonseca

-Bueno, si recuerdas bien ayer fui a hacer unas compras a la plaza, reparar la ballesta y pagarme algo de compañía... El caso es que nada más salir de casa vi a la regente de la zona, Selena von Kusch, y a su hija pequeña, Susanne, que volvian al territorio despues de un viaje, con toda su comitiva. Ya sabes que los nobles me importan bien poco, pero la gente no paraba de jalear y gritar, asi que me quedé mirando un rato. Fue entonces cuando un pregonero de la comitiva nobiliaria afirmó delante del púlbico que la joven Susanne iba a prometerse a un miembro de la familia Leitdorf, Markus no se qué.


El tileano vió en la seria expresión de Miller la poca importancia que veia éste a tal acontecimiento festivo.

-Una tonteria pensarás, y eso pensé yo en el momento. Pero hace un momento he ido a dar un paseo por la rivera del río, y no te imaginas a quien he visto... ¡A la mismisima Susanne, tonteando a escondidas con otro hombre! ¿Puedes hacerte a la idea de lo valiosa que es esa información? Podria dar al traste de la boda de esa niña rica, y seguro que más de una pretendiente de la mano de Markus pagaria unas buenas cantidades de oro, jejejejeje. ¡O valdria de chantaje para la misma Susanne! Si se planteara bien, tendriamos para comprar más equipo, nuestra ropa apesta y nuestras armas son una mierda... Hay muchas posibilidades.

Fonseca se percató entonces del gesto sombrio del stirlandés.

Mierda, le está pasando otra vez...

Desde hacia un tiempo, Miller pasaba por rachas de repentinas depresiones, ensimismado en sus pensamientos. Sólo Sigmar sabía que pasaba por su cabeza en esos momentos, pero Valentino ya sabia que era mejor dejarle solo, y que al dia siguiente estaría mejor... Con suerte.

-Esto... voy a darme una vuelta, a ver si saco algo de información. Acuerdate de lo que nos dijo el miliciano en Hausern. Debemos encontrar uno de los jardines cerrados. Cuando estés bien buscame por la plaza y vemos cómo montamos el tinglado.


FDI: Tirada de Vol. de 86, los puñales atacan de nuevo. Te comento también la información que el miliciano os dió:

''Mi primo me dijó la última vez que le vi con vida que patrullando por unos jardines en Tandern vió algo que le heló la sangre. Era una figura humana, pero levitaba como si los mismisimos infiernos le insulflaran la vida. Pero yo nunca he estado en Tandern, a si que poco te puedo decir. Seguro que ya habreis oido estas historias mil veces, pero te aseguro que mi primo JAMAS exageraba, de hecho era un hombre que nunca le daba importancia a algo, y esa fue la primera vez que le vie asustado por algo. Pero bueno, ya os lo dije en su momento y os lo repito, no ha pasado nada nuevo desde la última vez.''
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Franz Miller

Miller miraba a Fonseca a medida que éste iba hablando.

-Bueno, si recuerdas bien ayer fui a hacer unas compras a la plaza, reparar la ballesta y pagarme algo de compañía... El caso es que nada más salir de casa vi a la regente de la zona, Selena von Kusch, y a su hija pequeña, Susanne, que volvian al territorio despues de un viaje, con toda su comitiva. Ya sabes que los nobles me importan bien poco, pero la gente no paraba de jalear y gritar, asi que me quedé mirando un rato. Fue entonces cuando un pregonero de la comitiva nobiliaria afirmó delante del púlbico que la joven Susanne iba a prometerse a un miembro de la familia Leitdorf, Markus no se qué.

Al serio stirlandés empezó a aburrirle aquella retahila de vanalidades.

-Una tonteria pensarás, y eso pensé yo en el momento. Pero hace un momento he ido a dar un paseo por la rivera del río,

Oscuridad

y no te imaginas a quien he visto... ¡A la mismisima Susanne, tonteando a escondidas con otro hombre!

Ojos rojos

¿Puedes hacerte a la idea de lo valiosa que es esa información? Podria dar al traste de la boda de esa niña rica, y seguro que más de una pretendiente de la mano de

Un destello

Miller no oyó más.

Sus ojos se cerraron. Su trastornada mente le estaba atacando de nuevo. Lo veía con claridad. Aquel par de ojos rojos antes del destello a la luz de la antorcha. Una fracción de segundo, y Fonseca había perdido el ojo de un zarpazo. La Bestia, mitad hombre mitad murcielago, de largas y afiladas garras, se dejó ver por fin. Antes de que pudiesen reaccionar, se lanzó a por el tileano. No, no era Fonseca. Era él mismo, pero mucho más joven. Y la Bestia se había transformado en un pálido aristócrata que mostraba sus dientes, Él. A sus pies yacía el cuerpo inerte de un crio, Rolf.

Miller apretó los párpados y los dientes. Sus nudillos empalidecieron. Las imagenes, borrosas y cambiantes, iban y venían. Fonseca, Miller, Rolf, la Bestia, Él... Los escenarios se entremezclaban. Se veía a si mismo, acabando con la vida de su amigo Rolf. No pudo más. Con un grito de rabia y dolor, lanzó de un manotazo el plato que había sobre la mesa por los aires. Le costó unos segundos recobrar la compostura y se dio cuenta de que el tabernero y una criada lo miraban estupefactos. Le daba igual.

La cena ya estaba pagada, y Valentino había desaparecido, así que decidió ponerse en marcha. Aunque era de noche, no se acostaría, no iba a permitir que las pesadillas lo trastornasen más. Se ciñó el cinto con las dos espadas, una de ellas extremadamente decorada. El pomo tenía forma de rosa negra, el símbolo de Morr, y en los extremos de la cruceta vigilaban las testas de dos lechuzas de mirada profunda, en representación de Verena. Aquella espada, hacía dos años que no era desenvainada. Una vez apretó la correa del cinturón, bien ceñido, se abrochó la capa. Junto a la puerta de la taberna, cogió el sombrero de ala ancha de un perchero y se lo caló, envolviendo su rostro en un manto de sombras nocturnas.

Una vez fuera de la taberna, Miller se dirigió a la plaza del pueblo, donde lo esperaría Fonseca. Allí, buscarían el jardín del qué habló el miliciano y entonces, su cacería daría comienzo...
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Re: Terrores Nocturnos

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La noche era luminosa, pues Mannslieb brillaba fuerte en el firmamento. Cuando Miller salio de la posada, vió a Fonseca hablando con un lugareño, con un pinta de tratante. El tileano se despidió del hombre, y fue a hablar con el atormentado cazavampiros, no sin cierto cuidado de no mencionar nada que pudiera hacerle perder los estribos.

Valentino Fonseca

Ese hombre me acaba de comentar que los únicos jardines patrullados son los de un Palacio Brigundano que está en ruinas, al Oeste del pueblo. Deberiamos buscar allí.


Los dos cazadores caminaron sin prisas hacia donde el tratante habia indicado. Fonseca se orientaba con suma facilidad, pero el stirlandés tenia problemas a la hora de saber dónde estaba, problemas que se acrecentaron cuando una ligera niebla hizo acto de presencia cuando dejaron caminos asfaltados por senderos entre los árboles.

He pasado cerca de aqui esta tarde, no debemos estar lejos de los jardines del palacio.

A medida que se iban adentrando en el bosque, comenzaron a notar la presencia del rio, que circulaba nervioso al lado Oeste del Camino. De pronto, a lo lejos, divisaron dos figuras de negro. Raudos los dos cazadores se ocultaron, mientras esperaban a que las figuras se acercaran.

Dos milicanos hacian su ronda con uniformes negros ribeteados de lineas amarillas. Cuando Fonseca y el atormentado Miller les reconocieron como tales, el tileano salió a su encuentro. Las primeras impresiones de éstos fueron las de peligro, adoptando gestos defensivos con sus alabardas.

-¿Quien eres y que haces aqui? ¡Contesta, rápido!


FDI: Los milicianos aun no te han visto. Te encuentras detrás de ellos, resguardado bajo un ciprés de los muchos que pueblan el sendero. Los milicianos parecen soldados jovenes.
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Re: Terrores Nocturnos

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Franz Miller

Miller estuvo a punto de cojer al tileano de un brazo e impedirle que se descubriera. Reprimió un insulto y escuchó la asustada petición del miliciano. Miller estaba en una muy buena posición, si se producía un enfrentamiento armado. Aún no le habían visto y estaba tras ellos. Sin embargo, no iba a matar a dos milicianos del ejército de Averland. Así pues, de un salto, se plantó tras ellos, con la mano en el pomo de su arma, y con aire autoritario y voz poderosa, clamó:

Yo soy Franz Miller, Héroe de Sorghof, Azote de mutantes y aquel que acabó con la vida de Muerte en los Caminos. Ahora bajad esas armas, no vamos a haceros daño.

Aquellas palabras, pronunciadas con la poderosa voz de Miller, y dada la situación, seguro que harían que los muchachos apretasen sus traseros.


FDI: Basicamente, uso mi habilidad de Intimidar
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Re: Terrores Nocturnos

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Los milicianos apuntaban con sus alabardas a Fonseca, cuando Miller salió de entre los árboles como una terrible sombra, ordenando a los milicianos que bajaran sus armas tras presentarse como el heroe de Sorghof.

Miller comenzó a hablar con voz atronadora, y uno de los milicanos dio un salto ante su presencia. Cuando el stirlandes terminó su orden, los dos hombres se miraron con ojos abiertos como platos, para segundos después estallar en carcajadas. El más alto de los milicianos contestó.

Milicano Alois

-Perdone mis modales, oh gran heroe de Sorghof. Como no quiero que vuestra merced me azote o cualquiera que sea su especialidad, me presentaré formalmente, para después ir corriendo a mi hogar a prepararle un banquete como solo un majestuoso servidor del Imperio como es usted se merece.-
De nuevo, ambos milicianos estallaron en risas. -Me llamo Alois, y éste de aqui es mi compañero Paul. Trabajamos aqui para que los piratas y contrabandistas que pasan por el río Aver no se pasen de listos y dejen tranquilos a los habitantes. Pero ya que vuestra ilustrísima se encuentra aqui, tal vez debamos obedecerle para cazar algún dragón o salvar alguna aldea ¿me equivoco?

Miliciano Paul

-Dejate de tonterias ya, Alois. Escuchadme bien, vosotros panda de aburridos.-
Paul parecia el responsable, más pequeño y fornido que su compañero.-Está claro que no sois ni bandidos ni mendigos, y aqui no se os ha perdido nada. Si venis a saquear el palacio abandonado, volved por donde habeis venido. Muchos otros lo han intentado antes que vosotros, pero ese lugar esta maldito.

Fonseca se ajustó el parche mientras Alois hablaba, y se arregló la rubia coleta hacia atrás cuando Paul se explicaba después. Llevaba muy mal que desconocidos se rieran de él o de algún compañero, asi que cuando empezó a caminar lentamente hacia atrás, primero un paso, luego otro, Miller ya sabia cual era la intención del tileano para con aquellos milicianos. Sin embargo, al parecer Paul también lo estaba intuyendo, contestando ante los movimientos del tileano.

-Me da igual si os habeis sentido insultados. Este de aqui y yo- dijo señalando a su compañero -somos veteranos de Middenheim, por jovenes que luzcamos. El gobierno averlandés nos contrató por bastante dinero para hacer nuestro trabajo y hacerlo bien, asi que si quereis ir por la Carretera del Norte con nosotros, por mi perfecto.


FDI: Está oscuro, y algo de niebla pasa entre vosotros. Estás a unos cuarenta metros más o menos de los dos milicianos, y éstos a su vez están a unos cincuenta de Fonseca, en linea recta (vamos, que estas algo lejos del tileano. Para que te hagas una idea, si los milicianos son el chorizo, Fonseca y tú sois el pan de barra. Todos vosotros estais en un sendero, entre el rio y los cipreses. El camino, embarrado, tendrá unos 50 metros de anchura.

Las tiradas efectuadas han sido de 98 para tu intimidación, que no ha sonado muy bien, aunque con sus tiradas de voluntad tampoco habria tenido mucho efecto. Ellos, que no se han inmutado, o están de farol o de verdad son veteranos. Lo que está claro es que usan expresiones desconocidas para vosotros, y tienen un acento extraño. No hablan como sureños.

Depende de lo que hagas, habra un combate o las cosas se tranquilizarán.
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Re: Terrores Nocturnos

Mensaje por Van Hoffman »

Franz Miller

En un rápido movimiento, la brillante hoja de plata del stirlandés destelló y rebanó la cabeza de Alois, arrojandola por los aires hasta que se hundió en el barro con un sonido de succión. Segundos después, ensartó a Paul hasta que las dos lechuzas tocaron la piel del miliciano. Retorció su arma, apoyó un pie sobre el pecho del todavía vivo muchacho y arrancó la espada con poca delicadeza. Miller tenía los ojos en blanco.

No.

Miller hubo de hacer un grandisimo esfuerzo, haciendo acopio de toda su fuerza de Voluntad para que su esquizoide visión no se hiciese realidad. Aquel par de jovenzuelos se estaban riendo en su cara, insultandole a él, a Franz Miller. Una rápida y fugaz mirada le reveló que Valentino sentía los mismos deseos que él. Y es que aquel par no se merecían otra cosa que una muerte rápida. Pero al fin, Miller se serenó (todo cuanto pudo), y tras tomar aire profundamente, se adelantó unos pasos, acercandose a los milicianos. Aún mantenía la mano en el mango de su espada.

- ¿Has dicho que el palacio está maldito? Habla, qué sabes?
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Re: Terrores Nocturnos

Mensaje por Saratai »

La pregunta de Miller partió la tensión por unos instantes. Paul y Fonseca siguieron mirandose fijamente durante unos segundos, pero Alois, al creer que el stirlandés no se abalanzaria a por ellos, levantó su alabarda.

Miliciano Alois

Este tipo, me mira con cara muy rara. Parece un completo chiflado... Bueno, si va al palacio sus sufrimientos acabarán rápidos.

-Para ahi, no te muevas más. Si, he dicho que ese palacio está maldito. Todo el que entra en sus jardines no vuelve a ser visto... con vida.

Paul escupió al suelo con desagrado, no parecia partidario de entablar conversación con aquella gente tan poco amistosa. Alois comprendió el gesto, y paró la conversación.

-Id a donde os plazca, mientras no ataqueis civiles, no sois nuestro problema. El palacio está siguiendo este camino.

Los milicianos se juntaron, siguiendo su camino pero atentos a cualquier movimiento sospechoso. Fonseca no pudo reprimir su ira insultandoles vulgarmente, pero éstos no se inmutaron.


FDI: 85 en la tirada de Cotilleo, Fonseca no se contiene su rabia... No, no sois la alegría de la huerta. Tú eliges si seguir por el camino o volver al pueblo.
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Re: Terrores Nocturnos

Mensaje por Van Hoffman »

Franz Miller

El stirlandés miró con desprecio a los dos milicianos. Comprendió que no sacaría nada de ellos por las buenas, y no estaba dispuesto a causar un baño de sangre en aquel momento. No, ahora tenía cosas que hacer, y quizás ya saldase cuentas con ellos más tarde.

Así pues, relajó el gesto, apartando la mano de su arma, y miró al tileano.

- Fonseca, nos vamos. Ya sabemos donde está el palacio y vamos en buen camino. Este par de hijos de halfling no merecen nuestra atención.

Dicho eso, y sin preocuparse de lo que dijeran o hicieran los dos muchachos, apretó el paso siguiendo el camino, hacia el palacio.
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Re: Terrores Nocturnos

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Los milicianos fueron alejandose poco a poco entre la niebla, mientras Fonseca y Miller apretaron el paso para llegar pronto al Palacio. Y no tardaron en encontrar pistas que indicaban lo cerca que se encontraban de éste.

Calaveras, cruces y demás señales de advertencia, que campesinos y milicianos habian colocado por doquier para advenedizos forasteros que cruzaran el camino del rio Aver, ignorantes del peligro que corrian de continuar su marcha. Fonseca le pegó una patada a una de tales indicaciones. Desde hacia años, el tileano se habia sumido en la corriente de impulsividad y locura en la que Miller se encontraba. Aunque seguia tan ruidoso y animado como siempre, bien cierto era que habia perdido la calma que tiempo atrás encontrara con los arcas rojas y con ella... Los recuerdos de Gertrude no habian desaparecido de la mente del mercenario, y desde su perdida habia perdido el miedo a morir. Tal vez pensara que la muerte le haria descansar, le redimiria de los pecados cometidos en su juventud.

En ese momento llegaron. Tras media hora de camino a pie, a lo lejos vislumbraron imponentes y enormes muros de piedra, repletos de enredaderas de un lúgubre pero hermoso color azulado, tan denso que impedia ver el grosor del muro con exactitud. El ambiente comenzó a volverse tenso, y un silencio sepulcral tomo posesión de aquel lugar.

-¿Lo hueles Miller? Estamos cerca- susurró Fonseca, lentamente y con cuidado, mientras observaba la imponente visión de los altos muros del jardín.

La puerta de entrada al jardín era un gran arco de piedra, repleto de rosas tan azules como las enredaderas que cubrian los muros. Al acercarse, Miller pudo calcular unos ocho metros de altura, tal vez algo más, de los muros y la puerta. No era algo normal, como tampoco lo era el antinatural color de las plantas que alli malvivian, espigadas por la falta de luz y frondosas por la humedad. No habia árbol ni arbusto alguno al entrar en los jardines, tan solo un estrecho pasillo de flores y muros tan altos como los de la entrada, lugar perfecto para ser emboscado de haber tenido los muros abertura alguna.

Y entonces ocurrió. No habian caminado ni cien metros dentro del jardín, cuando Fonseca se paró en seco, petrificado al oir algo a lo lejos. Miller no escuchó nada al principio, pero al prestar atención pudo notar como la fria brisa nocturna trasportaba el lejano canto de una adolescente, más un tarareo que sonata, tan hermoso como aterrador. La melodia cautivaba los sentidos y las propias emociones, y por unos momentos, ambos hombres se olvidaron de sus trastornos y preocupaciones.

La leve melodía se hacia ligeramente más intensa conforme avanzaban por aquel interminable pasillo al aire libre. El olor y fragancia de las añiles rosas era cuanto menos, embriagador, y el dulce aroma que se desprendía de ellas hacia de contrapunto al estrecho y agobiante pasillo por el que caminaban, con apenas espacio para andar al mismo nivel, los dos cazavampiros. Al poco tiempo, econtraron una trifurcación en el sendero. Prestando atención, los dos compañeros de caza dedujeron que el canto provenia del sendero central, del mismo grosor que el anterior. A la derecha, un pasillo retorcido hacia presencia, mientras que a la izquierda, era ancho y abierto. Ninguno estaba cerrado, y desde cualquier angulo las lunas eran visibles entre nubarrones oscuros. La niebla que habia acompañado los primeros pasos ahora se habia desvanecido, dando más visión a la pareja.

-No me esperaba que el jardín fuera tan grande, ni siquiera puedo ver dónde se encuentra el palacio-
comentó el tileano mientras desenfundaba su espada. -Sea como sea, tengo una sensación extraña, mejor estar preparados. Solo oir esos cantos me ponen los pelos de punta.

Ninguno de los dos hombres era dado a asustarse, y menos con una vida de sangre y caza como la que habian llevado. Pero aquella situación era distinta: Lo normal era lugares agrestes, tumbas y criptas, brujos y horribles seres. Un jardín lleno de flores delicadas bajo los dulces cantos de una muchacha en la lejanía... No, no era algo a lo que ninguno de ellos estuviera acostumbrado.

-¿Tú que dices Miller? Yo tiraria por enmedio, por si econtraramos a la muchacha. Tal vez sea una trampa, pero quiero dejar de oir esto de una maldita vez...



FDI: Tirada de percepción pasada, 26. Puedes oir el canto, pero muy suavemente, más como una melodia que imaginaras en tu cabeza que como una canción que se estuviera cantando realmente.
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Re: Terrores Nocturnos

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Franz Miller

Miller apretó el paso, dejando atrás a los milicianos rápidamente. No pasó mucho tiempo hasta que notaron los primeros síntomas de que se acercaban al lugar. Calaveras, rótulos y señales rodeaban el camino. A Miller poco le importaban esas burdas advertencias de que el peligro se hallaba adelante. Fonseca pateó una de esas señales, y Miller esbozó una ligera sonrisa. Hacía tiempo que los dos le habían perdido el miedo a la muerte y al peligro.

Tras una brevísima parada para considerar las advertencias (o ignorarlas más bien), Miller y Fonseca siguieron el camino y al poco llegaron finalmente a la entrada de los jardines del viejo palacete. Al stirlandés le sorprendió que los muros que delimitaban el recinto se alzasen tan alto, no era típico y daba la sensación de que ocultaban algo. Pero lo que hacía que el vello se le erizase eran las hiedras y flores de un helado color azul.

-¿Lo hueles Miller? Estamos cerca

Fonseca rompió el silencio del ambiente, como un trueno, a pesar de que hablaba en susurros. Miller lo miró y asintió, pero antes de entrar en el recinto, Miller se acercó al muro. Con cuidado, tomó en su mano una hoja de enredadera. Se inclinó y se la acercó a la cara. Con cuidado de no romperla, la olió, inspirando profundamente. No eran naturales, no al menos su color, y quería sentir su tacto, su olor, su gusto... Aunque pareciera una imprudencia, Miller se llevó la punta de la hoja a la lengua. ¿Serían venenosas? Solo había una manera de comprobarlo. Miller mordió levemente la punta de la planta y paladeó. Fonseca lo miraba desde el umbral, impaciente. Finalmente, Miller se apartó y atravesó el umbral, decidido.

Dentro, el jardín era más bien un pasillo de plantas tan alto como los muros. Incontables rosas de color azul plagaban el muro de matorrales que bordeaba el sendero. La fragancia que desprendian lo ambrumaba. No estaba acostumbrado a aquello, menos aún en la guarida de una supuesta bestia malvada que helaba la sangre. Y fue entonces cuando la oyó. Fonseca se había detenido en seco, como escuchando. A penas le dio tiempo a mirar al tileano cuando escuchó aquella voz, aquella melodía, aquella dulce tonada. Aquella música embriagaba su oído, y junto al perfumado aroma de las rosas, lo transportaba a un lugar de ensueño. Miller olvidó de pronto todos sus males. Olvidó el jardín, olvidó a Fonseca, olvidó su misión... Solo podía prestar oídos y abrir las fosas nasales.

Entonces se dio cuenta. Como una revelación divina, se sobrepuso. Aquella voz y aquel aroma le estaban hechizando, embrujandolo para atraerlo a una trampa mortal. Decidido, siguió caminando, ignorando el olor y el sonido. Tras un rato, llegaron a una encrucijada. Del camino central, brotaban dos senderos, a izquierda y derecha. El de la derecha era retorcido y sinuoso, siniestro, estrecho. El de la izquierda, por contra, era más ancho y más espacioso, menos angustioso. Frente a ellos, el sendero principal continuaba, y de allí provenía el dulce y melódico canto femenino.

-¿Tú que dices Miller? Yo tiraria por enmedio, por si econtraramos a la muchacha. Tal vez sea una trampa, pero quiero dejar de oir esto de una maldita vez...

Miller miró un momento a Fonseca, y luego miró al camino recto.

- No quiero precipitarme Fonseca -dijo mientras se arrodillaba en el suelo- Antes quiero pensar un poco. Quién sabe qué encontraremos en este lugar...

Miller cogió un puñado de tierra y lo olió. Después, pasó unos minutos analizando el suelo de la encrucijada, en busca de cualquier tipo de pista, huellas o lo que fuese, que le ayudase a tomar una decisión sensata. No quería cometer un error, pues un error en su trabajo resultaba letal.


FDI: Hago uso de mis habilidades de Supervivencia y Rastreo, y las que sean necesarias, con tal de analizar bien la zona del cruce. Y que Sigmar nos ampare...
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Saratai
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Re: Terrores Nocturnos

Mensaje por Saratai »

Miller y Fonseca quedaron examinando el terreno. El stirlandés, incluso se habia atrevido a morder una de las hojas del retorcido y extraño jardín. El tileano esperó lo peor, pero el cazavampiros no cayó al suelo envuelto en babas y espasmos, sino que escupió sin remedio la hoja. Su sabor era tan dulzón que no podria haberlo retenido mucho tiempo sin que su paladar regurgitara el contenido el cual al pasar los minutos no pareció contener ponzoña o veneno alguno.

Cuando llegaron a la encrucijada, fue idea de Miller rebuscar por el suelo con la esperanza de encontrar huellas. Éste no tardó en vislumbrar pisadas, que con el rocio de la noche habian quedado claramente visibles tanto en el retorcido camino de la derecha como en el amplio de la izquierda. Más no eran iguales. Mientras que las huellas del camino derecho parecian escasas, las del izquierdo eran más numerosas, como cinco o seis personas. Miller no consiguió ver con claridad cuantas botas habian caminado por el sendero derecho, pero sin duda eran menos que las del izquierdo. Y peor aun, en el amplio camino de la izquierda, las huellas eran pesadas, como si hubieran arrastrado los pies. Ambos cazavampiros ya sabian que podia provocar tales tipos de huellas.

-Joder, no quiero ir ni por la izquierda ni por la derecha. Esas huellas me huelen a carne podrida deambulando por estos malditos jardines y ya he visto demasiada como para querer apreciarla de nuevo-
espetó el tileano con preocupación.

Por último, los dos compañeros investigaron el principio del primer camino. Claramente, el sonido del bello canto procedia de su interior, pero una densa niebla se veia a lo lejos, impidiendo ver nada a través de ella. Ninguna huella era visible por aquel camino.

Ya volvían al origen de la trifurcación, cuando un chasquido alarmó a los dos hombres. Un viento helado movió todas las hojas del jardín, y por un momento pareció que las propias plantas cobraran vida, una vida muy contraria a compartir su existencia con los demás organismos pluricelulares alli reunidos. Sin tiempo para reaccionar, cuatro espinas del tamaño de navajas fueron expulsadas desde la mismisima tierra que pisaban, algún tipo de trampa preparada por lo que demonios fuera que cuidaba el jardín. Dos de ellas se perdieron en el cielo para caer inofensivamente entre los muros, pero las otras dos penetraron en los hombres. Una atravesó la pierna izquierda de Valentino Fonseca por el muslo, el cual grito de dolor al ver la espina entrar por la carne que rodeaba a la rodilla y verla salir cerca del principio de su pierna. De haber sido esta más gruesa, su siniestro trabajo habria terminado precipitadamente. Por su parte, Miller recibió el golpe entre las costillas, provocando un dolor que sólo una flecha le habia producido con anterioridad. Por suerte, el cuero habia parado la mayor parte, y la herida no fue de gravedad.

El jardín ya no emitia un olor agradable, la melodia habia dejado de ser dulce, y la luz de las lunas que facilitaba la visión en aquel estrecho pasillo de piedra y plantas habia perdido su fulgor.

Ahora, el olor era a vegetales en estado de putrefacción, proveniente de la tierra revuelta después de que las espinas salieran disparadas del mismo lecho de liquen que coloreaba de azul el jardín.

Ahora, la melodia era acompañada de un extraño sonido de violin, tan impercetible como antes, pero que daba escalofrios tan solo de escucharlo detenidamente, provocando una necesidad imperiosa de hablar para evitar su su sonido se introdujera en el cerebro.

Ahora, el camino central estaba repleto de grises vapores, vapores que la naturaleza jamás seria capaz de moldear con tan lugubre forma, la cual parecia haber sido creada con el mero propósito de ocultar el contenido de sus pasajes interiores por una inteligencia que escapaba al entendimiento humano.

Y sobre todo era ahora cuando Fonseca pensó que moriria en aquellos jardines, más no dijo palabra alguna a su compañero, mientras se recostaba en un muro para quitarse aquella monstruosa espina de la pierna.

-Lo que más me molesta es que no hay nadie a quien pueda atravesar para cobrarme esta herida... Cuando pille a quien haya puesto esta trampa, te aseguró que lo pagará con intereses.


Fonseca sopló rápidamente mientras esperaba la decisión del stirlandés. Para él, cada sendero era una forma de morir distinta y horrible, sin la certeza de que fueran a encontrar el palacio tras cualquiera de los tres caminos.

FDI: Una tirada de Rastrear de 16 te da bastante información acerca de las huellas. Una tirada de 78 te impide darte cuenta de los bultos que se estaban formando en un pedazo de tierra, de la cual salen las espinas. Aun no tienes claro de si es una trampa normal y corriente o si por el contrario ha sido algún infernal maleficio. Lo que si queda patente es que los jardines son la propiedad de alguien peligroso, que no quiere ser molestado.

EDIT: Pierdes dos puntos de vida.
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Van Hoffman
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Re: Terrores Nocturnos

Mensaje por Van Hoffman »

Franz Miller

Huellas. Cinco o seis individuos que arrastraban los pies por el camino izquierdo. Miller sabía que había hecho bien en examinar el terreno. Por la mirada de Valentino, Miller supo cual era su preocupación: la misma que la suya. Apostaría su brazo derecho a que aquellas huellas eran el rastro inconfundible de una banda de no muertos. Por contra, en el sendero de la derecha, unas pocas huellas, Miller no pudo precisar la cantidad de individuos, se internaban sinuosamente. Por el camino central, no había señal de nadie.

-Joder, no quiero ir ni por la izquierda ni por la derecha. Esas huellas me huelen a carne podrida deambulando por estos malditos jardines y ya he visto demasiada como para querer apreciarla de nuevo

Miller no contestó. Se limitó a mirar hacia adelante. Ambos se internaron unos metros en el camino central, con ánimo de investigar un poco ese sendero. El canto de quien quiera que fuese no había menguado, y ahora se estaba formando una neblina siniestra que no dejaba ver muy alante. Todo aquello era muy siniestro, pero la pareja de cazavampiros no se amilanaban fácilmente. Miller y Fonseca volvieron a la encrucijada y entonces pasó.

Un viento helado les golpeó la espalda y removió las enredaderas de las paredes. Una alarma mental saltó como un resorte en la cabeza de Miller. Peligro. Instintivamente, se llevó la mano al pomo de su arma. Pero estaba muy equivocado. El suelo se movió, unos pequeños montículos aparecieron bajo sus pies. De repente, una serie de saetas naturales saltaron por los aires. Una de ellas se incrustó en el muslo de Fonseca, casi atravesandoselo de arriba a abajo. Una segunda se le clavó superficialmente al stirlandés en el costado. Con un gemido, Miller dio gracias a su armadura, que había amortiguado casi todo el impacto. Las otras volaron inofensivamente.

- Por los dientes de Taal... -maldijo Miller mientras se arrancaba el dardo del costado- Fonseca, estas bien?

-Si. Lo que más me molesta es que no hay nadie a quien pueda atravesar para cobrarme esta herida... Cuando pille a quien haya puesto esta trampa, te aseguró que lo pagará con intereses.

Miller asintió y miró hacia atrás, donde el camino se hundía en la bruma. Ahora, la dulce melodía vocal estaba acompañada por un sibilante violín. Un escalofrío recorrió el espinazo de Miller. Y para empeorar la situación, unos vapores antinaturales inundaban el sendero, junto a la espesa niebla. El camino estaba cerrado.

- Esto no me gusta. No podemos ir por ahí, Valentino. Ni por ahí -señaló el camino izquierdo-. No nos queda otra, iremos por la derecha.

Sin vacilar, Miller desenvainó y se internó en el sinuoso sendero. Elevó una sencilla plegaria: que Morr guiase sus pasos.
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Re: Terrores Nocturnos

Mensaje por Saratai »

Los cazavampiros se ajustaron las ropas. Con dolor, Valentino se sacó la espina de la pierna, mientras que la astilla de Miller se desprendió casi sola por su propio peso. El viento aullaba transportando oscuras sensaciones, y la voz de la joven dió pasó a un lejano chirriar de cuerdas. Estaba claro, a medida que avanzaban el jardín se volvía más peligroso y defensivo, como si de un lúgubre organismo se tratara.

Paso a paso, atentos y con las armas desenfundadas, fueron desvelando el tortuoso camino de la derecha al tiempo que los muros les dejaban espacio minimo para avanzar al unisono. Tras escasos minutos andando entre espesa niebla pudieron vislumbar una lejana formación de oscuridad que al salir de un cúmulo de densa neblina resultó ser el lejano palacio. Sin embargo, cual fue su decepción al notar que éste se encontraba muy lejos, en un monticulo a cientos de metros de dónde ellos se encontraban.

El palacio parecia inmenso en la lejania, con tres torres y una cúpula de boveda ancha, todo en piedra y sin ventanas visibles a tal distancia, más como un mausoleo que como una mansión festiva.

-¡Esto no es un jardín, es un condenado bosque de laberintos!-
gritó furioso Valentino.

El sendero seguia siendo escabroso, doblandose en un mar de curvas que solo servian para desesperar y hacer perder el tiempo. Pasaron los minutos, que se hacian eternos como horas. De haber sido construido el pasillo en linea recta, ya habrian llegado al palacio.

Lo que ninguno de ellos esperaba era lo que estaba cercano a acontecer. Al doblar una de las numerosas curvas de aquel pasillo entre muros y liquenes turquesas, ambos compañeros vieron extrañas huellas en el suelo, huellas que no parecian las de botas, sino más bien las de algún animal. Fue el tileano el primero en levantar la vista de las huellas. Aun agachados los dos, Fonseca habló a Miller lenta y cuidadosamente.

-No te levantes ni mires hacia delante bruscamente, pero tenemos compañia. Y no del tipo de compañia con la que tomarias un té.

Enfrente de los dos hombres, al final de uno de los tramos rectos de aquel pasillo y a unos cincuenta metros, un perro les miraba completamente inmóvil. No habria problema alguno de ser un can normal y corriente. Pero nada en aquel tortuoso sendero podia ser normal, y aquel perro no era una excepción. Aquel perro estaba recubierto de piel y carne azulada, levantada y podrida. Algunas de sus costillas estaba al aire, y su mandibula inferior estaba desprovista de carne. Sus ojos, parodia de visión, estaban negros como la noche en la que ambos cazavampiros habian decidido arriesgar sus vidas entrando en aquel jardín. Solo la brujeria oscura habria podido animar a un animal de esas características.

Por culpa del viento y de la melodía, ninguno de los dos hombres habian percibido al maldito animal acercarse, y ahora lo tenian cara a cara. Pero eso no era lo peor.

De entre la esquina del pasillo, una figura comenzó a tomar forma entre la niebla nocturna. En la cabeza llevaba un sombrero de ala ancha, parecido al de un cazador de brujas. En la mano diestra, una antorcha que parecia haber estado apagada durante mucho tiempo refulgía de un malsano color purpúreo mientras que de la muñeca se percibia un filo cordón que ataba la mano al collar del monstruoso can. En la izquierda una espada brillaba con un fulgor fantasmagórico que helaba la sangre con solo posar la vista en él. La figura vestia una larga cazadora de cuero largo, tres cuartos que llegaban hasta las rodillas, donde unas largas grebas de cuero tapaban lo que sus pantalones negros no cubrían. Las manos, completamente enguantadas, sostenian la antorcha y la espada con firmeza.

Aquella figura miraba hacia abajo, por lo que su rostro estaba completamente tapado a la vista. Pero al sentir la fuerza del can andar lentamente hacia delante en el camino, fue levantado poco a poco el rostro hasta dejar ver una mandibula sin carne ni piel alguna.

Fonseca y Miller miraron la escena con tranquilidad. Cualquier otro habria gritado con pánico, habria orinado los pantalones o habria salido corriendo por donde habia venido. Pero aquellos hombres estaban hechos de otra pasta, y lo único que cambió fue su rostro enfureciéndose ante aquellas parodias de vida, creadas por malsanos dementes que alimentaban su brujeria con la sangre de inocentes.


FDI: 16 y 23 para resistir el miedo. Estarás contento ^^
Cerrado

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