Viajero Stirlandés II: Cazador Ofendido

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Van Hoffman
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Heinz Stolzer

Heinz no podía despegar los ojos de las enormes huellas. No podía ser. No tenía sentido. Si "Gordo" estaba allí solo significaba una cosa. Y era que todos los milicianos, incluido Dieter, estaban muertos, y ahora Jaff había soltado a "Gordo" como represalia. Tenía que ser eso, era la única explicación lógica.

Heinz dio la vuelta con el caballo hacia Segir, cuando de repente, escuchó a Lobt gritando que habían puesto cepos en el camino. Cepos, lo que le faltaba. ¿Por qué Sigmar se empeñaba en ponerle trabas a su viaje? Heinz se apresuró para volver junto a los mayorales.

- No deberíamos retrasarnos. Si no queremos acabar como éste -dijo señalando con un movimiento de cabeza al cadáver del mayoral- deberíamos llegar a Averheim cuanto antes. Creo que sus propias vidas son más valiosas que las de estos caballos...
Última edición por Van Hoffman el 20 Ene 2009, 17:24, editado 1 vez en total.
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Los rayos del sol fulminaban la nieve de los árboles. Escondido, cobarde entre las nubes, el astro rey derretia parte del hielo formado en los senderos, haciendo de estos una pista de patinaje poco densa y peligrosa para los caballos que entre Lobt y Segir intentaban llevar a buen puerto.

El consejo del Stirlandés habia hecho efecto, y pese al dolor que sentia, Roklizt no enterró el cuerpo de su compatriota. No sólo eso, sino que tuvo que sacrificar al potro herido. Si habian cazadores de hombres, tenian que salir de alli, y cuanto antes. Durante media hora siguieron el camino hacia Averheim, mirando cuidadosamente el suelo que pisaban. Pero la nieve a medio fundir era un buen enemigo para la vista, y los caballos tampoco eran expertos rastreadores de trampas. Cuando el grupo pasaba por una inclinación descendente del camino Heinz consiguió avistar otro cepo a escasos metros de su caballo. Parando en seco logro salvar la vida del viejo animal. Sin embargo, sus compañeros no tuvieron la misma suerte. A su lado, Segir no consiguió evitar tres trampas en su camino. Ni él ni dos de sus caballos, que cayeron con rapidez. A duras penas consiguió caer del caballo sin lastimarse, pero no se podia decir lo mismo de Lobt, que tras el encabritamiento de uno de sus caballos se precipitó al suelo. Por suerte, la nieve paró el golpe y no llegó a quedar seriamente herido.

Las trampas habian sido montadas por un auténtico profesional, pues no quedaba rastro alguno. O eso parecia en un principio, pues el agudo olfato de cazador del stirlandés le dejó entrever unos rastros movidos de sitio, lo que indicaba que el que habia colocado los cepos habia actuado no hace muchas horas. Ahora no quedaba dudas, los caminos de Averland eran una trampa mortal sin patrulleros que los defendieran. De hecho, Segir y Lobt dudaban de poder continuar su marcha. Les parecia más razonabla dar vuelta a sus pasos para no acabar muertos en una emboscada o sin caballos que vender, pues tres caballos estaban inservibles ya.

Puedes continuar el camino, sólo o convenciendo a los mayorales para que te acompañen, y esperar tener una vista lo suficientemente aguda como para evitar más trampas. También puedes intentar cazar al trampero que os está haciendo la vida imposible, y acabar de una vez por todas con la incertidumbre del camino.
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Heinz Stolzer

Por que poco...

Heinz se dio la vuelta sobre el viajo animal y vio como los mayorales trataban de calmar a las bestias. Lobt se había golpeado, pero no era nada grave.

- Mirad... el camino a Averheim va a estar lleno de trampas, y creo que lo mejor sería que volvieseis a Tannfeld. Ademas, con los caballos así tardaríamos mucho tiempo, y lo cierto es que no nos conviene estar aquí. Yo continuaré solo y advertiré a la guardia de estos sucesos. Si puedo, os haré llegar una escolta. Suerte compañeros.

Y dicho eso, Heinz espoleó al viejo caballo para que continuase hacia Averheim, siempre atento de no pisar otro cepo. El cazador no miró atras, pero esperó que los mayorales actuasen con sentido común.
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Los mayorales asintieron ante el stirlandés, con la preocupación en el rostro y el miedo metido en el cuerpo.

Lobt Eddetryven

-Cuidate mucho viajero. No quiero decir que no puedas conseguirlo, pero creo que seria más inteligente por tu parte regresar con nosotros al pueblo y quedarte alli hasta que todo se normalice. Seguir el camino a Averheim es un suicidio hijo, quieras verlo o no.


Segir cayó a su amigo, pues estaba empezando a pasarse de la raya, entre una precaución sana y la pura intromisión. Ambos mayorales se despidieron del cazador y dieron media vuelta, rezando a Ranald para tener suerte en su camino de vuelta, no sin que antes Segir agradeciera a Heinz que avisara a la guardia, a pesar de que el averlandés no confiaba en que Heinz llegara vivo a su destino.

Sin embargo, el stirlandés continuo su arriesgado camino. Las marcas de las trampas se hacian más evidentes a cada paso del viejo caballo. Tras un par de horas, Heinz habia conseguido comprender la pauta que seguian, y las evitaba con facilidad. Cuando ya debia faltar poco para llegar, el cazador observó dos tramos revueltos en la parte derecha del camino, lo que segun las otras trampas, significaba que los cepos estaban justo al lado contrario, por lo que se apartó de dicha parte al ver con claridad los cepos. Sin embargo, no se percató que la pauta de trampas habia cambiado, y que justo por dónde tramos antes no habia nada ahora habia una cuerda. Al darse cuenta demasiado tarde y no tener suficiente control del caballo no pudo evitar que de debajo de la tierra, oculto con barro, saliera unas cuchillas viejas y rotas, que lastimaron al viejo corcel. Sin inmutarse, continuó su camino. Lo que no imaginaba es que la trampa de la cuerda no eran las cuchillas, si no un contrapeso. De pronto, el ruido que hacian los cascos del caballo no eran los mismos que al pisar la nieve o el barro, si no los que haria al pisar un tablón de madera. Pero para entonces ya era demasiado tarde para el animal.

La madera crujió y decenas de astillas se clavaron por el animal. El caballo, que antes tampoco estaba para muchos trotes, ahora era completamente inservible. Heinz cayó de la montura, pero la nieve hizó que no fuera nada grave. Ahora se econtraba él solo, y aun le faltaba un buen trecho a pie hasta llegar, lo que hacia del camino mucho más dificil y peligroso. Continuó su marcha, pues no le quedaba más posibilidad, andando lentamente para no acabar muerto por ninguna trampa. Ahora que iba andando era mucho más facil percibir las trampas, que cada vez eran menos numerosas (eso, o que él iba mucho más lento).

Cuando pensaba que no iba a llegar nunca, un lejano ruido proveniente de su espalda le alertó de que alguien se aproximaba. Sin ningún lugar dónde ocultarse, no le quedó más remedio que esperar. Tras unos segundos pudo reconocer una carreta, parecida a la que habian usado la noche anterior los habitantes de Monheim. En ella iban dos tipos, que le eran ligeramente familiares. Ambos estaban armados con ballestas y buenas armaduras. ¡Claro!. Eran los dos mercenarios que habia visto en el pueblo, el tileano y la muchacha. Cuando llegaron a dónde él estaba, Heinz pudo observar que llevaban algo en un saco, algo del tamaño de una persona. El carro estaba lleno de marcas, y el caballo se encontraba algo herido.

Valentino Fonseca

-Hay que estar loco para ir por este camino. Loco o desesperado, jejeje. Tu cara me suena amigo, aunque no se de qué. - La espada de alquiler calló unos instantes. -Menos mal que un par de tipos estaban viniendo por el mismo camino que nosotros y se han tragado todos los cepos, si no no estariamos aqui, ¿eh?.


El tileano miró a su compañera, que hizo un gesto de indiferencia.

-Si nos das un par de coronas de oro, por las buenas claro, te dejamos subir en la carreta. No es muy confortable, pero es mejor que morir por las trampas ¿no crees?


Los mercenarios miraron al cazador. No merecia la pena buscar pelea con él por un dinero que no sabian si poseia, y menos a una distancia tan corta.
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Heinz Stolzer

Heinz estaba claramente cabreado. Había perdido a su montura, y ahora que tenía que ir a pie, invertía mucho más tiempo en recorrer menos distancia. Y todo por las jodidas trampas. Mientras vigilaba no pisar ningún cepo, el stirlandés no podía evitar gruñir entre dientes.

De repente, oyó un ruido que venía de su espalda. Se dio la vuelta, pero no alcanzó a ver lo que era. No tenía ningún sitio donde ocultarse, y debido a su enfado, decidió continuar. Si era importante, lo sabría cuando Sigmar quisiera.

Tras unos minutos, una carreta le alcanzó. En ella iban dos mercenarios bien armados. Dos mercenarios que el cazador reconoció rápidamente. Le ofrecieron acompañarles por el módico précio de dos coronas de oro. Malditos mercenarios... eran peores que los recaudadores de impuestos. Pero no, esta vez no iban a engañar a Heinz Stolzer. No tropezaría dos veces con la misma piedra.

- Oh, vamos. Llevo viajando dos dias enteros. ¿De verdad creeis que tengo dinero encima? -dijo mientras gruñía.


FDI: Espero una respuesta afirmativa. Si me dejan subir, diré lo siguiente:

Heinz montó en el carro ayudado por el grandote. Parecía que estaban amables, pues le habían dejado subir a pesar de no pagarles. Heinz se hizo un sitio empujando el saco. Durante un rato, todo estuvo en silencio, hasta que Heinz, ya más calmado, se interesó.

- Bueno, así que ya estais aqui... Entonces significa que los del pueblo acabaron con los mutantes, no? -ante las atónitas miradas de los mercenarios, Heinz se explica- Yo fui quien los guió. ¿Vosotros también veniais, no? Estabais en el pueblo... Pero decidme, ¿que fue del patrullero, Dieter?
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Valentino Fonseca

-Lo siento señor. Si no hay oro, no hay carreta. Que te vaya bien el camino, nos veremos en Averheim si Myrmidia lo ve apropiado.


Sin decir una palabra más, la carreta continuó su camino. Duraten su trayecto, algunos cepos saltaban por los aires por el peso de las ruedas encima de ellos, lo que facilitaria el camino a Heinz, que sólo tendria que seguir las huellas de la carreta para librarse de las trampas.

Sólo una trampa se interpuso en el camino, la cual pudo esquivar el cazador, no sin cierta dificultad y sufriendo un ligero rasguño. Nada serio desde luego. Y después de dos horas más de camino, por fin se pudo ver la capital del Gran Condado asomando a lo lejos de la blanca colina. Ya era la hora de comer, y el viaje del stirlandés le habia dejado completamente exhausto. Tantisimo estrés, tantos peligros y tantos encuentros eran algo agotador, pero ahora todo habia acabado. Al menos por unos minutos, mientras Heinz paseaba por la entrada de la capital. Ningún impedimento le impidió entrar, solo un cartel enorme en la entrada, que no le servia de nada. Además, un pregonero con una horrible verruga en la cara, provisto de campana y harapos, gritaba al viento una letania en mitad del portón principal, que rezaba asi:

-No salgais de la ciudad, no salgais de la ciudad. Los peligros abundan, los peligros aguardan, los peligros matan. No salgais de la ciudad, no salgais de la ciudad.

Tras esto, Heinz entró en la ciudad por el barrio de Jorktown, con plena disposición para moverse por ella.
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Heinz Stolzer

El cazador observó como la carreta se iba alejando, y como los cepos saltaban cuando una rueda pasaba por encima suyo. Heinz siguió caminando, siguiendo el rastro de la carreta para evitar las trampas.

Condenados mercenarios... ojalá uno de los cepos parta la rueda y tengais que ir a pie... si ya lo decía mi madre, "Si te acuestas con ratas pariras un halfling"...

Y todo el camino siguió maldiciendo a los mercenarios, que fueron la cabeza de turco para todo su enfado. Tras dos largas horas que parecieron interminables, por fin había llegado a Averheim. Pegado a la muralla, había un cartel que sin duda intentaba decirle algo. "Las letras no matan vampiros..." Pasó de largo, atravesando el gran portón. Vio a un pregonero subido en una caja, como advertía de que salir era peligroso. "A mi me lo van a decir..." Llevaba sin comer desde aquella mañana, asi que entró en el primer establecimiento (ya fuera posada o taberna) para aplacar el hambre. Se sentó en una silla, y pidió comida a quienquisiera que pasase por alli. Tenía hambre, y no le importaba mucho qué hubiera de comer...
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El cazador pasó por la puerta, aguantando los gritos que el pregonero vomitaba más que recitaba. De la mugrienta y sucia boca del muchacho salian advertencias ya pasadas para el hambriento stirlandés. Mirando a un lado y a otro, al final consiguió ver un letrero con un dibujo: Una cerveza y una salchicha. Del letrero salia una flecha, indicando el camino que habia que tomar para llegar a los alimentos que habian servido de inspiración para el tosco dibujo, previo pago de unos pocos chelines, por supuesto.

Al entrar en la posada, un delicioso aroma a carne de caballo y cerdo inundó las narices del hambriento viajero, y una sorpresa le asaltó al darse cuenta de que aquel lugar no sólo olia bien, sino que era toscamente bonito, a su manera. ¡La primera taberna en condiciones desde que llegara a Averheim!, lástima que la encontrara tan tarde, después de tantos dias viviendo en la ciudad. Un tabernero con un parche en el ojo y una severa cojera servia carne y cerveza por doquier, pues el recinto tenia abundantes clientes. Al llegar a la barra, Heinz vio la enorme cantidad de botellas de distintos licores, cada una con un color y una etiqueta distinta. Tambíen vio como la carne se cortaba delante de los comensales, lo que daba algo más de confianza todavia. Cuando el regente se percató de su nuevo cliente, le saludó con una palmada en el hombro.

Otto Betrafer

-Bienvenido a la Ytingä Inn, viajero. Si quieres algo fuerte de beber, dimelo y tendrás el mejor alcohol de la ciudad, te lo aseguro, y ya no querrás ir a otra taberna.


Antes de que pudiera decir nada, la hermana de Otto pusó delante del stirlandés una asado de costillas de cerdo con dos salsa picante, de un color amarillento una y rosa la otra. Una cerveza para acompañar escoltaba al plato principal. Desde luego, el servicio era rápido.

-Si quieres más hazmelo saber muchacho. Aqui la gente come bastante. Y razón no le faltaba al hombre, pues todos los comensales lucian una buena panza, armados con más grasa que un jabalí.

En un cartel se veian dibujos bastante bien hechos de las comidas, y a su lado distintas rayas, señales de lo que costaba cada plato. Y mirando la tabla, el de Heinz costaba dos chelines. Dos chelines muy bien aprovechados, pues el plato era una auténtica delicia, una carne bien suave y con un sabor fuerte. Y la cerveza, una vez calentada al gusto del viajero, era de la mejor calidad de la ciudad, ciertamente.
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Heinz Stolzer

La caliente bebida se deslizó por la garganta del cazador como si de agua se tratase. De un trago, acabó con toda la cerveza. Estaba caliente, al gusto de cualquier stirlandés que se preciase de serlo, lo cual era un alivio, dado el cansancio y el frío que había pasado hasta llegar a Averheim. La jarra vacía golpeó la barra, acompañada por una gran exhalación. En pocos segundos, Heinz deboró, engulliendo más que degustando, el plato de carne que le pusieron delante. Había encontrado un buen sitio para comer, con buena comida y buena bebida, y no pensaba desaprovecharlo.

- Tfraigame otfro de eftof -dijo el hambriento stirlandés sin esperar a tener la boca vacía.

A penas hubo de esperar unos pocos minutos, cuando la rolliza hermana del tabernero le sirvió otro plato igual. Heinz ya había saciado el hambre, pero esto era ya por vicio. Eso si, esta vez, se lo tomó con más calma, disfrutando de cada bocado y cada sorbo de la cálida cerveza.

Mientras comía, ahora más relajado, Heinz empezó a pensar. En los pasados días, había hecho muchos descubrimientos importantes, mucha información interesante, y ahora debía procesarla:
  • * Herman el Viejo: había descubierto poco respecto a ese hombre. Sabía que era difícil de localizar, y que si queria dar con él lo más adecuado sería llamar su atención para que Herman lo encontrase a él. Quizás, si preguntaba en los barrios bajos, podría sacar algo más de información, pero de momento, Herman era un objetivo secundario.

    * Los asesinos de patrulleros: sin duda, ese tema estaba ya más que resuelto. No había ninguna duda de que los responsables eran Jaff y sus mutantes, y sin duda ahora estarían de camino al reino de Morr. Ya no debía preocuparse por ello, Dieter se encargaría, sin duda.

    * Los alborotadores de Jaff: ese odioso malformado le había "propuesto" un trato. Debía hacer de niñera de unos propagadores de la anarquía, con tal de evitar la victoria de Rudiger Bacher. Eso era interesante. Por lo que le había dicho Jaff, Bacher espolearía a la guardia y sería intolerante con los criminales, lo cual podía resultar beneficioso para Heinz. Debía considerar ayudar a Bacher y deshacerse de los alborotadores a cambio de algún que otro favor. Si, sería prioritario.

    * El asesino de Err: aquí, la cosa era más complicada. No había averiguado nada desde que salieran del templo de Verena con Fabian y Pieter. Todavía estaba demasiado nublado. Quizas le haría una visita de nuevo al templo, a ver si el padre Julius podía echar algo de luz sobre el asunto. Antes de comenzar con este caso, debería acabar con los demás.

    * El topo de la guardia: sin duda, aquí la información era más cuantiosa. Tenía en su poder un documento muy suculento, que sin duda, relacionaba a Pieter con el sacerdote reiklandés desaparecido, y lo metía de lleno en una trama de infiltración y complot. Sin duda, Alan apreciaría mucho esta información. Así pues, lo primero que debía hacer era desenmascararlo. Pero aun quedaba una duda... ¿cómo había llegado a manos del Lector Adolf?

    * Los Quober: no sabía mucho de este caso, solo lo que le había oído a Alan cuando informaba a sus hombres en la Taberna de Tuck, antes de que aquel condenado patrullero lo sacase de sus casillas, y por lo que había en la carta que le "dio" el Lector. Sin embargo, con lo poco que sabía, había dado con algo interesante. Por Tannfeld había pasado un hombre extranjero, que concordaba con la descripción del tal Vargamont. Sin duda, era información muy suculenta, si era capaz de dar con él...

    * Los niños desaparecidos: sobre este asunto, una cosa estaba clara, los Quober habían acabado con ellos. Por lo que parecía, aquella carta, ahora que lo analizaba, contenía más información de la que parecía.
Heinz acabó de procesar todos los puntos mientras se terminaba las costillas. Ante él se abría un abanico de posibilidades, pero debía priorizar. Ante todo, lo más importante, era informar a Alan de los descubrimientos sobre la carta, que contenían información valiosísima sobre el asunto del topo, de los Quober y de los niños desaparecidos. También aprovecharía para darle la noticia de que los asesinos de los patrulleros habían sido ajusticiados. Informar sería facil, y no le llevaría mucho tiempo. Después, tendría que reunirse con Lord Bacher, para hacerle una oferta que no podría rechazar. Tal vez, de camino, visitase el templo de Verena, a ver si el padre Julius tenía alguna novedad. Tampoco le llevaría mucho tiempo. Lo siguiente era capturar a Herman el Viejo. Eso ya le llevaría su tiempo y su esfuerzo, por eso quedaba tan bajo en el órden de prioridades. Y por último, pero no por ello menos importante, debía acabar con el vampiro que acechaba en la ciudad. Pero eso ya sí que sería más complicado. Antes de empezar, debería zanjar el resto de casos.

Heinz tomó el último trago de cerveza. Metió la mano libre en la bolsa y sacó cuatro chelines que dejó sobre la barra. Se despidió amablemente del tabernero y su hermana, y salió de la taberna. Sin prisa pero sin pausa, Heinz se puso en camino hacia la comisaría...
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El camino al Distrito Sur fue animado. Faltaba poco para el fin de año, y las gentes engalanaban sus casas, preparándose para pasar un dia entero encerrados en ellas. Todo tipo de gente iba de acá para allá a hacer las compras, pues debian de tener comida para todo el dia y para los invitados que pudieran acudir. Todo era normal, hasta que Heinz pasó por la plaza de la iglesia vereana. Habia plaza, pero no habia iglesia.

No tenia sentido alguno. Hace dos dias si estaba, pero ahora no habia ni rastro, tan solo unas piedras que unos muertos de hambre estaban cogiendo y llevándoselas. ¿Acaso era posible que los obreros no tuvieran con que hacer leña y hubieran desmontado el templo para calentarse? No, eso era demasiado estúpido hasta para los habitantes de la capital.

Puedes pasar de largo y seguir el camino a comisaria, o preguntar a algún viandante acerca de dónde se está escondiendo el templo, por que a pesar de ser de dia no puedes verlo.
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Heinz Stolzer

¿Pero que demo...?

Heinz no daba crédito a lo que veía, aunque mejor dicho, a lo que no veía. El templo de Verena la Santa, simplemente, había desaparecido. Ya no estaba, como si jamás hubiera estado allí, y como si su visita al templo hacía dos noches no hubiese sucedido nunca. El cazador no podía ni imaginar lo que había pasado.

Todavía conmocionado, detiene a un ciudadano, y le pregunta qué ha sido del templo.

- ¿No se ha enterado? El templo sufrió un grave incendio anoche. Se rumorea que un cazador de brujas lo quemó enterito porque creía que había mutantes. Mutantes en el templo, JA! Pobre padre Julius... echaré de menos sus sermones...

El aldeano se alejó, dejando a Heinz paralizado y perplejo. El templo, quemado... El padre Julius, muerto... El cadaver de Err, calcinado... Las pruebas y pistas, inexistentes...

No podía ser cierto. ¿Cómo iba a ser cierto? Nadie permitiría algo así, ni siquiera esos fanáticos cazadores de brujas. Pero era cierto. El templo no estaba allí, y cuando se acercó, vio claros signos de que ahí hubo un incendio. Heinz cayó de rodillas frente a los cascotes. Sentía como iba perdiendo fuerzas, como no podía con todo lo que llevaba. Pero no solo objetos físicos, si no también carga mental. ¿Cómo pudo Verena permitir esta atrocidad? ¿Cómo pudo Sigmar consentirlo? Las lágrimas caían de los ojos del stirlandés y se precipitaban al helado suelo desde sus mejillas. Heinz se sintió miserable. Ahora, cualquier posibilidad de rastrear al vampiro había sido presa de las llamas. ¿Cualquiera? Un momento... No podía ser... No... Era demasiado fácil... Pero... ¡Si! Así era. Heinz elevó una plegaria a Morr por la pérdida de tantas vidas inocentes, se levantó, y salió corriendo en dirección a la comisaría. ¡Bendito fuera Fabian! Se había llevado a los testigos a la comisaría aquella noche, lo que significaba que todavía debían estar allí, sanos y salvos. Todavía quedaba una posibilidad...
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Mensaje por Saratai »

Jaran maldecia en la puerta de la misma comisaria cuando Heinz llegó ante él. El enfurecido sargento se giró al notar la presencia del stirlandés.

Jaran

-Tú,... ¿Miller? no me acuerdo bien tu nombre, ¿era Franz Miller verdad? Si, ya recuerdo, eras el cazador de mutantes que trajo Fabian el martes. No me pillas en buen momento, ¿que haces aqui?

El sol habia fundido la nieve, y el aspecto de la capital del Gran Condado habia pasado de un blanco impoluto a un marrón blancuzco, al mezclarse el agua helada con el barro y la suciedad caracteristicas del Distrito Sur donde se encontraba la comisaria. Jorktown era más acogedora, en comparación aquel sitio parecia un lugar dejado de la mano de Sigmar, a pesar del dinero que tuvieran sus habitantes. Y el hecho de lindar con la Mataperras no mejoraba esa situación.

La gente de la calle se apartaba al pasar un grupo de hombres y mujeres con cencerros, señal inequívoca de que tenian alguna enfermedad contagiosa. Los niños de la calle lanzaban bolas de barro y estiercol a los enfermos, que intentaban salir rápido del Distrito para volver al Yermo Central donde habitaban. El cielo permanecia claro, pero unas nubes lejanas amenazaban con continuar las lluvias y nevadas tan comunes en aquellas fechas. Con tanta agua y barro, las calles eran un barrizal apestoso lleno de fango. Cuanto antes pasara esta estación, mejor para todos.
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Heinz Stolzer

- El mismo. Y si no me equivoco, usted es Jaran, el sargento. Pues bien, hechas ya las presentaciones, vayamos al grano. ¿Donde está Alan?

Aquel guardia más parecia un matón que un agente de la ley. Claro que ninguna de las dos opciones agradaba al cazador. Y el muy inútil creía que Heinz se dedicaba a cazar mutantes. En fin, bendita fuese la ignorancia.

- Por cierto, ¿estan bien los mendigos que trajo Fabian el otro día?
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Jaran

Los puños del violento sargento se apretaron con fuerza, haciendo enrojecer sus nudillos.

-¿Que si están? Llevo buscandolos toda la mañana. Algun vigilante estúpido se los habrá llevado, y no ha sido de mis hombres, eso seguro. Necesitaba interrogar a esos mendigos para un tema importante, y ahora me quedo sin nada por culpa de algún imbécil que ha decidido actuar sin avisar a nadie. Algo muy tipico de dos vigilantes que yo me se...

-Si, seguro, si es que tiene que haber sido él. No hay otro patán tan descuidado ni soberbio capaz de haber hecho esto. Alan... Y seguro que su pupilo Fabian le ha ayudado, porque me han dicho que les han visto esta mañana temprano a ellos juntos con el tipo de Streissen y unos cloaqueros. ¿Tu no tendrás alguna idea de dónde se habrán podido meter verdad? Hace dos dias estabas con Fabian, algo te habra dicho.


La calle de la comisaria se iba vaciando de tránsito. Ahora todo el mundo estaba comiendo en sus casas, o durmiendo la siesta los que tenian el lujo de poseer tiempo para ello.
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Heinz Stolzer

Heinz no sabía como reaccionar. Primero, el Templo de Verena quemado; ahora, Alan, Fabian y los mendigos desaparecidos. ¿Qué sería lo próximo? ¿Lord Bacher indispuesto por una reunión? Sin duda, Ranald se estaba cobrando un precio muy alto por su ayuda la noche anterior.

Espero que te lo pases bien, malnacido...

El cazador no sabía si era buena idea insultar a un Dios, pero no se pudo contener.

- ¿¡Pero qué clase de cuerpo de vigilancia es éste!? ¿¡Cómo iba yo a saber donde están!? ¡Por eso te lo pregunto! ¡Y claro que estuve con Fabian! ¡Hace dos días! ¿¡Qué te crees, que somos amigos del alma, y que me cuenta qué tiene previsto hacer durante la semana!? ¡Y encima ha perdido a los testigos! ¡Esto es increible! -ahora el que tenía los puños apretados con fuerza, haciendo enrojecer sus nudillos era Heinz- ¡No se en qué momento se me ocurriría colaborar con estos patanes de la guardia! -Heinz ahora hablaba para sí- ¡Si no sirven para nada! ¡Solo saben cobrar sobornos y hacer la vista gorda, y al final es la gente honrada la que ha de hacer el trabajo sucio! -ahora, Heinz, que parecía haber olvidado al sorprendido Jaran, empezó a caminar, en dirección opuesta a la comisaria- ¡Malditos patanes ineptos! -Heinz siguió increpando a pleno pulmón mientras se alejaba, cuando, antes de desaparecer doblando una esquina, se acordó de Jaran- ¡Si consigue encontrar a Alan, que lo dudo, digale que lo busco! -eso último se lo gritó desde lejos.

Y mientras seguía maldiciendo e insultando a los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad de Averheim, iba bajando el tono, dirigiendose a la mansión de Lord Bacher.


FDI: Se que es algo curioso, cuanto menos, que le reproche a un sargento de la guardia como si fuese su superior, pero mi intención es no dejar intervenir a Jaran, y marcharme dejandolo con la palabra en la boca.
Van Hoffman, pastor de garrapatos por gloria y gracia de Igarol

Nuevos cometidos:
Sacar a pasear al garrapato, limpiar caca de garrapato, cepillar al garrapato, limpiarle las muelas por dentro al garrapato...
Cerrado

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