Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Weiss
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Heinrich Messner

Effermann escuchó con atención las palabras del fiscal, con las manos entrelazadas y la mirada impasible. No dio muestra alguna de lo que pensaba hasta que Messner terminó de hablar. Entonces, con toda la parsimonia que fue capaz de reunir, volvió a hablar con voz tranquila. Definitivamente, aquel hombre tenía una visión un tanto extraña de las cosas..

-No antepongo ni intereses materiales, ni intereses del espíritu ni nada parecido. A lo único que antepongo es a mi familia. Hace unos años estuve dispuesto a darlo todo por Averland, incluída mi propia vida. Sin embargo, mi orden de preferencias ha cambiado desde entonces, investigador jefe. Y no quiero pecar de pesado, Herr Effermann, pero creo que he probado sobradamente mi honradez hasta el momento...

La situación del fiscal no era buena, estaba claro. Sin embargo, éste se mantenía en su posición; estaba sobradamente probado que él era un fiel sirviente de la justicia, y que no tenía nada que ver con ningún culto prohibido. Todas las dudas de Effermann estaban fuera de lugar, así como sus veladas amenazas.

Mientras Messner hablaba, los dos investigadores que antes habían estado atentos volvieron a sus tareas, al percibir que el fiscal no era una amenaza. En su interior, Heinrich se sintió aliviado. La pausa en la conversación no duró mucho, y Effermann volvió a la carga. Hablaba con un cierto aire de superioridad, como sabiendo que se encontraba en la posición correcta, y que cualquiera que no pensase como él estaba equivocado. A Messner no le solía gustar ese tipo de gente... Estaba claro que por muy seguidor de Verena que fuese, aquel hombre era a su manera un fanático. Tenía una percepción de la realidad en el que las cosas eran blancas o negras; o estabas a su lado, o estabas contra él.

Tras semejante declaración de intenciones, pasó a matizar cuál sería la misión de Messner. Quería saber todo lo posible sobre las actividades de Vergamont Fahen y el sargento Jaran Tropkter. El cómo conseguiría extraer información sobre los dos hombres era algo que preocupaba bastante poco al investigador, que decidió dejar a Messner que se las apañase como pudiese. Se limitó a concertar la próxima reunión y a levantarse de la silla, dando por terminada la conversación. Pero Messner no la consideraba finalizada aún.

-Colaboraré con vos, Effermann, pues parece que no me queda otro remedio... -que el fiscal no estaba para nada contento era más que obvio en el tono de su voz- Sin embargo, me será bastante complicado hacer lo que me pedís. Me consta que el sargento Tropkter partirá al amanecer rumbo a Streissen, formando parte de la escolta de Anna Alptraum. A menos que vuelva a tiempo, me será difícil averiguar nada sobre él... Por último... -Messner miró fijamente a Effermann, no sin cierta insolencia en la mirada- Hoy me habéis mostrado que llevo años siendo una marioneta, controlado por hilos que no alcanzo a ver. Más os vale no estar haciéndome lo mismo.

Ahora sí pensaba que lo había dicho todo.


FDI: Voy a hacer una especie de resumen de la postura de Messner, por si algunos puntos no quedan claros. Con lo que le ha mostrado Effermann es consciente de que los consejeros corruptos son una grave amenaza, y que deben ser eliminados. Sin embargo, ve más inmediata la amenaza de los Leitdorf, y no hará nada que pueda hacerles perder la guerra, pues sabe que en ese caso tanto él como su familia acabarían colgados de una cuerda... Sabe que está a punto de reunir un ejército para un gobierno corrupto, pero le da igual si con eso salva a los suyos. Luego ya habría tiempo para ocuparse de los cultistas.

Por último, lo que más le molestan son las formas de Effermann. Si el investigador lo hubiese pedido bien Messner no habría puesto tantas trabas a colaborar. Pero prácticamente le han obligado, y eso es algo que obviamente no le gusta.

En resumen, lo mire por donde lo mire está altamente jodido...
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Heinrich Messner respondió ante las palabras de Efferman, sin dejarse amilanar por éste. Al terminar, finalizó la conversación de manera notable:

-Colaboraré con vos, Effermann, pues parece que no me queda otro remedio... Sin embargo, me será bastante complicado hacer lo que me pedís. Me consta que el sargento Tropkter partirá al amanecer rumbo a Streissen, formando parte de la escolta de Anna Alptraum. A menos que vuelva a tiempo, me será difícil averiguar nada sobre él... Por último... -Messner miró fijamente a Effermann, no sin cierta insolencia en la mirada- Hoy me habéis mostrado que llevo años siendo una marioneta, controlado por hilos que no alcanzo a ver. Más os vale no estar haciéndome lo mismo.

Investigador Jefe Efferman

-Marionetas...

El fiscal acababa de decir unas palabras que habian hecho recordar a Efferman el día que se inició sacerdote. Palabras que el viejo Efferman recitó suave y lentamente en aquel dia y que volvia a recitar de nuevo, más como un pensamiento en voz alta que como una contestación a Messner.

¿El destino del hombre está controlado por una entidad o ley trascendental? ¿O acaso la mano divina está sobre nosotros? Al menos el hombre sabe con certeza que no tiene control ni sobre su propia voluntad


Al terminar, éste volvió en si mismo.

-Asi que Jaran y Anna han decidido colaborar juntos... Dice vuestra merced más con sus silencios que con sus palabras, y le agradezco por ello más de lo que podría expresar.

Efferman acompañó a la salida al Fiscal. Justo en la puerta, miró a los ojos a Messner para despedirle:

Permitame darle un consejo... Medite no sólo de lo que el mundo puede hacer por usted, sino también de lo que usted puede hacer por el mundo y de su papel en éste. La vida es mucho más que intentar rascar al destino parte de su poder.


19 von Brauzeit, 2527. Angestag, Averheim.


Aun era de madrugada, y las calles del Distrito Sur de Averheim estaban oscuras y tenebrosas. Ratas y alimañas correteaban por los desgastados adoquines de vieja y robusta manufactura Khazalid como niños en un establo. Enfrente de la Iglesia de Verena, el templo de Myrmidia se eregia poderoso y bello. Justo a la derecha, entre la carniceria de Joffel tan famosa en el lugar y la Iglesia, un edificio de tres plantas donde habitaban dignos y humildes ciudadanos ignorantes de lo que aconteceria aquel dia. Al final de la misma calle, el cuartel de la guardia, donde Augoste Getter seleccionaba en aquellos instantes a cinco hombres de fiar para dirigirse a Tannfeld cuando saliera el Sol. Y en la Plenzerplazt, una manzana más alla de la calle de las iglesias, un mendigo llamado Leon Todrtof buscaba a los recolectores de cadáveres, pues un hombre habia perdido la vida y el dinero en un duelo anónimo.

Corría un viento helado, y Messner aun seguia en el portón de la Iglesia. Por lo menos no estaba lloviendo.


FDI: Hombre, no te obliga nadie a hacerle caso a Efferman. No hay ley que pueda culparte si pasas, diga él lo que diga.

A todo esto. Hace frío y las calles de Averheim no son el sitio más seguro para paseos nocturnos, seas el panadero o el mismo fiscal en jefe. ¿A donde vas?
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Weiss
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Re: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

A Messner empezaba a ponerle nervioso la siniestra presencia que era el investigador jefe Effermann.No sólo parecía poseer unos conocimientos prácticamente infinitos, una manera un tanto extraña de ver las cosas y el total convencimiento de que todo lo que hacía era correcto; ahora también se dedicaba a hablar solo, murmurando misteriosas frases. Definitivamente, aquel hombre era muchísimo más que lo que podía parecer en un principio.

El investigador acompañó a Messner a la salida, subiendo por las escaleras por las que previamente le había guiado. Mientras caminaban, hizo unas obsevaciones sobre Anna Alptraum que no gustaron nada al fiscal. Aquel individuo tenía una capacidad enorme para tergiversar las casa, para extraer la peor interpretación posible de cualquier cosa que se le ocurriese soltar a Messner. Molesto otra vez, Messner se encaró a él antes de abandonar el edificio.

-No me gustan esas insinuaciones que hace sobre Anna, Herr Effermann. Frau Alptraum es una mujer poseedora de una rectitud intachable, y su honestidad está fuera de toda duda. Sepa que sólo gracias a su ayuda fue posible vencer a los mutantes hace cinco años, aunque me imagino que ya lo sabrá... No creo que sea merecedora de las sospechas que acaba de expresar. Hasta donde yo sé, no está colaborando con Jaran, y el sargento simplemente forma parte de su escolta.

El sacerdote escuchó, pero se guardó sus impresiones para sí. Haciendo como si el comentario de Messner nunca hubiese existido, concluyó el encuentro entre los dos, con una palabras un tanto inquietantes. Sin embargo, pocas cosas podían inquietar a Messner a aquellas alturas, después de lo que acababa de descubrir...

Con un gran estruendo, las puertas de la Iglesia se cerraron. Era ya tarde, y el frío era considerable. Messner se removió dentro del abrigo y la capa, intentando entrar en calor. Aún así, sus esfuerzos no sirvieron de mucho, y el fiscal empezó a echar muchísimo de menos un buen fuego y unas mantas. Ya era hora de volver a casa...

Se dirigió hacia donde había dejado a Erwin, que tampoco parecía muy conforme con la temperatura. Montó y partó lo más raudo que pudo hacia la Mansión Messner. Durante todo el trayecto, el fiscal tendría que estar atento; no era para nada aconsejable andar solo a aquellas horas y mucho menos si eras uno de los miembros del Consejo... Atento a todo, Messner se adentró en las calles de Averheim.
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Heinrich no tuvo problema alguno al salir, ni encontró maleantes o ladrones por las oscuras calles de la capital. Al poco, cambio las feas calles del Distrito Sur por las hermosas y empedradas avenidas del Barrio Viejo donde la bella mansión Messner se encontraba. Cuando Erwin llevó a su amo hasta las caballerizas de la casa, un empleado del establo con el emblema del pegaso recogió la noble montura, y ofreció ayuda a su amo.

Heinrich no tardó en pasar el umbral de la puerta, pero lo que iba a encontrar en el salón de su propio hogar, a tales horas de la madrugada, le era completamente inconcebible.

Allí, junto al fuego de la chimenea estaba Silvia Messner, su esposa y prima de Anna Alptraum. Junto a ella, en el sofá, un hombre nada desconocido para Heinrich. Moreno, guapo y de ojos verdes, ese hombre no era un cualquiera. Era el mismisimo Migolver Bacher, el hermano de Rudiger Bacher, que combatió codo con codo junto a Heinrich Messner hacia ya media década. El mismo Migolver que habia deshonrado a Tania Fahen, la cual se casó después de la deshonra con Vergamont Fahen para cubrir su honor.

Silvia Messner

Ahora vienes, bien podrías haberte quedado con tus libros y tu trabajo...

-Oh, Heinrich! Gracias a todos los cielos, pensabamos que no volverias a casa...

Silvia se notaba asustada, pero como siempre, se hacia ver noble y fria como el hielo. A su lado, Migolver era experto guardando las apariencias.

-Ha pasado largo tiempo, Heinrich. Pensaba que no te recordaría, pero me equivocaba. Tu porte no ha cambiado con la paternidad, y doy gracias por ello.
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Heinrich Messner

El trayecto hasta la mansión fue mucho más tranquilo de lo que Messner esperaba. Los informes de la guardia no dejaban de reportar ataques, agresiones, trifulcas iniciadas por revolucionarios, peleas en las tabernas e incluso incendios. Sin embargo, aquella noche fue anormalmente calmada, para alivio del fiscal. Lentamente el panorama que se presentaba ante él fue cambiando.

Las estrechas y laberínticas calles del Distrito Sur dieron paso a las rectas y espaciosas avenidas del Barrio Viejo. Ésta era sin duda la mejor parte de la ciudad. Estaba situada ligeramente más alta que el resto de la urbe, por lo que había que subir una pequeña cuesta para llegar a ella. Allí las calles estaban inmaculadamente empedradas, decenas de farolas iluminaban la noche y la vigilancia de la guardia era continua. Aún así, ni todo aquello había podido evitar que los disturbios empezasen a llegar a la zona. Primero se trató de hechos aislados, pero cada vez eran más frecuentes. Ya pocas cosas intimidaban a los revolucionarios, que cada vez llevaban a cabo actos más osados.

Messner no era tan idiota como para pensar que los campesinos y los obreros estaban totalmente equivocados. Sabía que lo estaban pasando mal, pero lo que estaban haciendo no tenía justificación posible. Quemar y destruir no conseguiría nada, sólo empeoraría más las cosas.

¿Tanto les cuesta a todos darse cuenta?

El fiscal saludó a un guardia justo antes de doblar la última esquina antes de llegar a la mansión. Ésta había cambiado bastante en los últimos años. Los negocios con la Reiksguard habían consagrado definitivamente al clan Messner como uno de los mayores comerciantes de caballos de Averland, y posiblemente de todo el Imperio. A partir de ahí, las cosas había ido todavía mejor; el cuerpo de herreruelos de Altdorf, los renovados patrulleros de Averland, el ejército estatal de Ostermark, los Caballeros Pantera, la guarnición de Bogenhaffen... Todos ellos eran ahora clientes de Mannfred Messner, que había visto aumentado el tamaño de su barriga a la vez que aumentaban sus ingresos. Había conseguido prometer a su hija con un acaudalado heredero de Reikland tras la desgraciada muerte del anterior pretendiente de Elisabeth en la guerra, y Steffan servía ahora en la mismísima catedral de Sigmar en Altdorf. No, las cosas no habían ido nada mal para los Messner...

Sin embago, la mayor satisfacción que Mannfred Messner experimentó en su vida fue cuando vio a su primogénito, a su heredero Heinrich casado con nada menos que una Alptraum. Aquello era la culminación del vertiginoso ascenso que habían iniciado los Messner hacía siglos, cuando eran simples tratantes de caballos.

Todos estos hechos se habían visto reflejados en la mansión familiar. La fachada aparecía impecable, luciendo orgullosa el blasón encima de la puerta. Todo un nuevo ala había sido levantada, y habúa sufrido una profunda reestructuración por dentro. Los jardines eran vistosos y estaban bien cuidados y varias fuentes aparecían diseminadas por los terrenos. Era sin duda una de las casas más hermosas de la ciudad.

Messner cruzó el portón y avanzó hasta los establos, donde confió a Erwin a unos de los sirvientes, que lucía los colores de la casa. Dio unas palmadas a su equino compañero antes de dirigirse al chico.

-Sé que es tarde, pero dadle algo de comer. Ha tenido un día ocupado, y aún no ha probado bocado. Luego podéis retiraros. Siento haberos despertado a estas horas.

A Messner le gustaba tratar bien a los sirvientes de la casa. Pensaba que abusar de ellos y maltratarles era un acto despótico, y el origen de muchos de los males actuales. Además, años antes había aprendido que hasta los hombres más humildes podían llevar un héroe en su interior. El fiscal sonrió al recordar a Franz, el hombre que había servido como guardia en su casa, y que se había convertido en una pieza clave en la batalla de Sorghof. Franz había mostrado una valentía sin igual. También se acordó de Liszt, que tras la batalla había partido hacia Altdorf con Pieter Azelhof.

Entretenido con estos pensamientos, Heinrich avanzó hasta las escalinatas de la casa, buscó las llaves y abrió la puerta. Nada le habría hecho imaginarse la escena que iba a encontrar en el salón...

Migolver Bacher estaba de pie junto a la chimenea. El hombre que había desaparecido cinco años antes se presentaba en casa de Messner, justo el día en que el fiscal había descubierto cosas más que intrigantes sobre los incidentes que habían acontecido entonces. Algo muy raro tenía que estar pasando, definitivamente. Fue la voz de Silvia la que hizo reaccionar a Messner. La mujer que se había convertido en Frau Messner tenía tres años menos que Heinrich, y se parecía bastante a Anna. Poseía una belleza enigmática, unos profundos ojos verdes y una larga melena rubia. Messner no había tenido queja ninguna cuando Anna se la presentó... Entonces, todo había sido una especie de cuento, pero las cosas había cambiado bastante según había pasado el tiempo. Messner lo sabía, y no pasaba un día sin que se lamentase por ello. Había hecho las cosas mal.

-Lo siento, Silvia, lo siento mucho. Lamento profundamente aparecer a estas horas, pero tuve trabajo que hacer... Por culpa de ese imbécil obeso de Kirdan debo añadir. ¿Un mensajero avisó de mi retraso, no?.

Heinrich se acercó a dar un beso a su mujer, y la tomó de la mano. Luego la miró a los ojos.

-Podéis ir a la cama, no es necesario que estéis despierta a estas horas. Yo atenderé a nuestro invitado. Buenas noches.

Una vez que Silvia se retiró, Messner prestó atención a su súbito invitado. Había cambiado muy poco en cinco años. No pudo evitar fijarse en su brazo, pues en el combate había quedado seriamente dañado, y no sabía cómo se había recuperado. Invitó a Migolver a sentarse, y sirvió dos copas de vodka kislevita. Messner había desarrollado una intensa afición por aquella bebida desde que la había probado por primera vez en una cena ofrecida por los Fahen. Migolver, aparentemente divertido, comentó el aspecto de Messner.

-Gracias por vuestras amables palabras, Migolver, pero sí es verdad que ha pasado largo tiempo... ¿Qué os trae por aquí?. Debo admitir que nunca me habría imaginado volveros a ver después de vuestra súbita desaparición... ¿Qué ha sido de vos y vuestro hermano estos cinco años?. Sabed que durante meses estuvisteis en las conversaciones de toda la ciudad...

Messner acercó su copa para bindar con Migolver. Después de todo, se alegraba de volver a verle.

-Bienvenido a Averheim.
Última edición por Weiss el 17 Jun 2010, 20:33, editado 3 veces en total.
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Re: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

Heinrich Messner habia vuelto a casa tras un duro día. Muchas cosas habia descubierto, e incluso no habia pegado ojo. Por la mañana, el trabajo en el Consejo se habia hecho agotador. Por la tarde no habia parado de buscar en los libros y codices legales. Y por la noche Efferman le habia mostrado una realidad cruel, manipuladora y terrorífica. Pero si pensaba que su calvario iba a terminar ahi, estaba equivocado, pues al llegar a su hogar de madrugada no le esperaban los cálidos brazos de una esposa atenta, si no la fría indiferencia de quien toma el matrimonio como conveniencia nobiliaria.

Cuando éste llegó, su delicada esposa le saludó, con profunda y fingida alficción: -Oh, Heinrich! Gracias a todos los cielos, pensabamos que no volverias a casa...

-Lo siento, Silvia, lo siento mucho. Lamento profundamente aparecer a estas horas, pero tuve trabajo que hacer... Por culpa de ese imbécil obeso de Kirdan debo añadir. ¿Un mensajero avisó de mi retraso, no?-
fueron las palabras de respuesta de su marido, que fue devuelta por trágicas palabras de consuelo:

-Ninguno, amado mio, por más que esperé en vela. De no haber aparecido herr Bacher para asegurarme de que maleante alguno podria con mi esposo, mi desesperación habria acabado con las vajillas de la casa..

Tras un delicado beso, Heinrich relajó a su mujer dulcemente: -Vete a la cama, no es necesario que estéis despierta a estas horas. Yo atenderé a nuestro invitado. Buenas noches.

El Fiscal no pudo apreciarlo, pues estaba de espaldas a Migolver cuando la despidió, pero Silvia esperó a un movimiento afirmativo de la cabeza de Herr Bacher para marchar de la estancia. Fue en ese momento cuando la conversación entre ambos caballeros comenzó. Una conversación que depararía más de lo que Heinrich pudiera vislumbrar en su cansancio vespertino.

-Ha pasado largo tiempo, Heinrich. Pensaba que no te recordaría, pero me equivocaba. Tu porte no ha cambiado con la paternidad, y doy gracias por ello. -dijo Migolver, tomando la iniciativa para ser respondido con gran cortesía de parte del Fiscal. Una educada charla habia de dar comienzo:

-Gracias por vuestras amables palabras, Migolver, pero sí es verdad que ha pasado largo tiempo... ¿Qué os trae por aquí?. Debo admitir que nunca me habría imaginado volveros a ver después de vuestra súbita desaparición... ¿Qué ha sido de vos y vuestro hermano estos cinco años?. Sabed que durante meses estuvísteis en las conversaciones de toda la ciudad...


Ambos contertulios hablaron, bebieron y brindaron. Los primeros minutos de la conversación se centraron en Migolver, y Heinrich pudo apreciar que éste evitaba el motivo de su visita:

-Pues si, mi apreciado amigo. Problemas acontecieron con mi matrimo con Frau Alptraum. Tania es una mujer encantadora, pero por varios motivos no pude llevar a cabo mi compromiso, motivos que te comentaré con su debido tiempo, no lo dudes.

Y que menos podría hacer, tras interrumpirte en tu casa a estas horas pensó Migolver Bacher.

-Asi pues, y como bien sabes, la victoria de mi hermano hace cinco años fue aplastante. Pero todo se lo debiamos a cierta persona, que fue quien nos trajo a Averheim.


La expresión de Messner se torció de golpe. Migolver sabia que su confesión seria brutal y puede que no saliera con vida de alli, pero si queria salvar a Silvia no le quedaba más remedio que sincerarse ante su marido.

-Si, oyes bien. Rudiger y yo no somos de la ciudad. Tal hombre nos trajo aqui, y nos dió los medios para llevar a cabo nuestra campaña política. No me preguntes acerca de este hombre, pues nunca tuvimos contacto con él cara a cara. Siempre se escondia tras máscaras, fulares o finas paredes de cartón. Él nos encontró a mi... hermano... y a mi en Heideck, cuando no nos encontrabamos en el mejor momento de nuestras vidas. Invirtió en nosotros, y nosotros llevamos a cambio nuestra farsa en la ciudad, tal y como él queria. Mi apellido... Mi apellido no es Bacher, Heinrich. Mi apellido es Rymierenhe, y no soy más que un hijo bastardo de Sigmar sabe que Tullirdef. Mi madre no era más que una sirvienta, y la familia Tullirdef me dejó vivir en la mansión con ella. Ayudé y ayudé, pero jamás me reconocieron, y con razón, pues la edad me volvió impulsivo y estupido. Sin embargo, aprendi de sus costumbres. Tal vez fue todo eso lo que el hombre de Heideck vió en mi cuando los Tullirdef me hecharon de la mansión cuando era yo adolescente, al ser yo poco más que una carga de problemas innecesarios para ellos.

Migolver bebió del vino Messner, y suspiró: -El hombre de Heideck se mostró generoso, y nos dió apellido, casa y poder siempre que cumplieramos al milimetro sus exigencias. Rudiger se encargó de preparar discursos, y bueno, el resto de su historia ya la sabes. Pero yo me dediqué a vaguear, conocer mujeres de la alta nobleza y codearme con sus maridos, evitando siempre a los Tullirfed, pues alguno de ellos podia reconocer mis rasgos. Fue entonces cuando conocí a Silvia...

El monólogo de Migolver llegó al punto más peliagudo de toda la madrugada. Habia de ser habil, pues una palabra erronea podia tener consecuencias funestas.

-Yo no habia conocido el amor de verdad, pero Silvia me lo brindó sin reservas. Se que lo que te digo puede hacer que desees atravesarme con el acero, pero ruego que esperes a que termine para juzgarme. Se que no hay hombre en la ciudad mejor para ello, y bien necesitas saber toda la historia.

-El hombre de Heideck continuaba financiandonos, pero pronto me requirió más trabajo que el de pulular por cortes y asistir a festejos. Tuve que asesinar a los que se oponian a Rudiger y colaborar en secuestros de niños pobres, Messner. Tuve que hacerlo...

Migolver entró en llanto, sin poder evitarlo. Sus ojos ardian en pena y autodesprecio. Que fueran lágrimas ciertas o mascarada de su crimen, solo un buen juez lo sabria. Pero aquella confesión estaba por encima de cualquier sentimiento de culpa. Migolver hablaba de crimenes muy serios, demasiado.

-Las muertes de los opositores de Rudiger, y las carismaticas palabras de éste le encumbraron a la cima. Y yo lo hacia todo para mantener mi estatus. Crimenes de noche, placeres de dia. Queria mantener mi estatus de noble, el estatus que quien diablos fuera mi padre me hubiera negado... Era mi derecho de cuna, Heinrich, y yo no queria perderlo. El hombre de Heideck estaba contento con lo que Rudiger hacia y lo que yo acometia, y todo estaba bien.


-En el fondo yo queria recibir castigo por mis acciones, y buscaba la muerte dia si y dia tambien. Me enrentaba a duelos y tomaba acciones arriesgadas, como la de Sorghof, pero nunca obtuve lo que mi subconsciente anhelaba. Cuando Rudiger ganó su referendum, fuimos obligados a entregarlo todo en manos de Oliver Saford y a perdernos de la vista de Averheim. Abandone a Tania Fahen, que esperaba un hijo mio, y partimos al lejano Norte, como mensajeros del hombre enmascardo para entregar cartas selladas al extraño comandante de un experto ejército de Carroburgo, una ciudad del Oeste del Imperio. Yo no queria separarme de Silvia, pero no me quedaba más remedio. En secreto prometimos no contarle a nadie nuestro amor, y nos separamos. Los años pasaron, Silvia se olvidó de mi como quien se olvida de una mascota, contrajo matrimonio contigo, y el enmascarado me hizo llamar de nuevo. Nada se de Rudiger, ni quiero saberlo pues mi relacion con él fue de mal en peor, si es que alguna vez fue buena.


-Pero el enmascarado queria que volviera a matar, no volver a darme la posición de antaño. Y aun peor, en su ultima misiva queria que acabara contigo y con Silvia, y que quemara vuestra casa como si de obreros enfurecidos se tratara, aprovechando que Silvia me conocía para entrar en la mansión sin problemas. Lo que el enmascarado no sabia era el amor que aun profeso por tu esposa, por lo que callé y actue como si acatara sus ordenes. Si el enmascarado hubiera sabido de mis intenciones, al venir aqui esta tarde para avisaros a los dos del peligro que correis, habria mandando otros asesinos y todos nosotros estariamos muertos. Silvia no sabe nada de ésto, lo último que quiero es preocuparla.

-La muerte es lo único que merezco, Heinrich. Pero antes de recibirla, quiero redimir mis pecados. Quiero ayudarte a ti y a tu familia a que vivais. Podia haber tomado esta decisión antes, pero era debil y el oro era más fuerte que mi voluntad. Recibiré castigo voluntariamente por lo que he cometido y te ayudaré en lo que necesites para mantener tu casa y a Silvia a salvo, sólo te pido a cambio que nadie sepa jamás lo que acabo de contarte. Estoy preparado para ser ajusticiado, pero no para que el nombre de mi madre quede manchado.


Migolver dejó la copa vacia en la mesa. No podia imaginar la respuesta de Messner a sus palabras, por lo que le miró a los ojos, esperando tanto un balazo en la cabeza como un fuerte abrazo por la confesión.
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Hay días en los que uno desea no haberse levantado. Hay días en los que uno desea que la tierra se lo trague, y otros en los que se desea ser partido por un rayo. Tras aquella fatídica jornada, Heinrich Messner deseaba que la tierra se hubiese tragado su cama, justo después de ser alcanzado por un rayo. Todo en lo que creía se había hecho pedazos. Su puesto, su trabajo, todos y cada uno de sus logros no eran más que una farsa, y por si fuera poco Migolver se presentaba en su casa, se identificaba como el antiguo amor de Silvia y declaraba que su misión era matarle...

Migolver Bacher, un hombre al que Messner había considerado un héroe, no era más que un farsante asesino. El fiscal estuvo largos segundos en silencio tras la confesión de Migolver. Apuró de un trago su copa, se sirvió otra y volvió a vaciarla de un sorbo. Luego llenó tanto la suya como la de Bacher y se la pasó.

-Debería mataros ahora mismo, sólo Sigmar sabe por qué no lo hago. Merecéis la peor de las muertes, pero no mancharé mi casa con vuestra inmunda sangre, y menos con Silvia tan cerca... -Messner miró fijamente a Migolver. En sus ojos no había odio, sino más bien decepción- Luchamos codo con codo, Migolver, y aún así me habríais matado si no hubiese sido por Silvia... Fuimos los héroes de Averland, y ahora resultáis ser un farsante, secuestrador y asesino. No puedo confiar en vuestras palabras, por mucho que las lágrimas parezcan sinceras.

Messner guardó silencio unos instantes. Migolver lo había dejado bastante claro; si él fallaba, mandarían a otros a matarles, y tarde o temprano acabarían consiguiéndolo. Tenía que hacer algo, pues la vida de su familia estaba en peligro inminente, pero... ¿qué podía hacer?. El gobierno estaba corrompido por cultistas que harían lo posible por eliminarle, si no habían sido directamente los culpables de aquel intento. Aquella secta tenía en sus manos las vidas de Heinrich y los suyos. Por mucho que le pesase, necesitaba la ayuda de Migolver.

-Habéis dicho que pretendéis redimiros... Os daré una oportunidad entonces. Corregidme si me equivoco, pero parece que hay alguien que está dispuesto a matarnos, y no se detendrá ante nada. Si vos falláis, otro cumplirá vuestro cometido, y mi familia acabará muerta sin remedio. La única forma de evitar la muerte es haber muerto ya... -Heinrich dirigió una mirada llena de convicción a Migolver- Si de verdad queréis redimiros, debéis matarnos. Volved con vuestro amo, y contadle una historia. Decidle que habéis encontrado el momento exacto para actuar, dentro de tres días. Para entonces nos habremos preparado para desaparecer, vos quemáreis la casa y todos nos darán por muertos.

Messner susprió y dirigió su mirada al infinto, a la vez que bebía otro trago.

-Es lo único que puedo hacer para proteger a los míos... Y vos debéis ayudarme, Migolver. Hacedlo en nombre del amor que decís profesar hacia Silvia. Salvad a su hijo, salvadla a ella. Luego tendremos tiempo para ocuparnos de la gente que pretende hacerles daño. ¿Decís que fuisteis uno de los secuestradores de niños, no? ¿Cómo es entonces que desconocíais el paradero de Eva Fahen, o acaso sí lo sabíais? ¿Cómo es que me ayudásteis a acabar con vuestros compañeros, los Quober y...?

Un súbito pensamiento apareció en la mente del fiscal.

-¿Había un hombre llamado Vergamont, no, uno de los secuestradores? Describídmelo...
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Mensaje por Saratai »

Migolver Bacher

El farsante escuchó las palabras de Messner. No podía sino asentir, él en la situación de Heinrich habria hecho lo mismo de haber aguantado las ganas de atravesarle con la espada.

Pero el fiscal no sólo demostró ser paciente, sino sabio. En lugar de matarle alli mismo, o decidir lanzarse de manera suicida por Heideck buscando al enmascarado, ideó un plan para salvar su persona y a toda su familia. Heinrich maquino un plan de huida, y para ello Migolver debia asegurar a su jefe que habia encontrado el momento perfecto para matarle sin riesgos, dentro de tres días.

-Por supuesto, lo haré. Aunque no tengo necesidad de ir a Heideck ni decir nada, el enmascarado me habló dandome una semana de plazo contando desde anteayer.

Cuando aquel punto quedó claro y acordado entre impostor y fiscal, Heinrich comenzó a hacerle preguntas Migolver. La primera fue la de los secuestros, y Migolver no pudo sino asentir avergonzado. El fiscal siguió preguntando, esta ver por Eva Fahen.

-¿Eva? No tengo ni idea, nadie me dijo que su secuestro tuviera que ver con los planes del enmascarado. Y los secuestradores a los que ayudé tampoco comentaron nunca nada acerca de ella. Sinceramente, dudo mucho que el enmascarado planeara su secuestro, los Fahen ya apoyaban muchisimo a Rudiger, no habia necesidad de secuestrar a nadie de su familia.

Heinrich procesó la más que interesante información que Migolver le estaba dando, y preguntó entonces por los colaboradores, los Quober.

-Oh, si, esos bastardos. Fue con ellos a los que ayude a secuestrar niños. Cuando tenian que atrapar a cualquier objetivo, yo les acompañaba a lo lejos, y si alguien les descubria, yo debia interceptar y acabar con los problemas. Sólo tuve que actuar una vez, para matar a un viejo del Sur de la Ciudad, que vió a uno de ellos salir con el crio maniatado y amordazado.

La cabeza de Migolver trabajó, recordando aquellos momentos. Se daba asco a si mismo, fue entonces cuando llegó a su punto más bajo.

-Si, los Quober eran gentuza de lo peor, pero eran lo más prescindible que tenia el enmascarado para realizar las tareas más sencillas. Al menos hasta que un día, uno de los más pecosos y asquerosos hijos delató a su propio padre y hermanos, diciendo que éstos iban a dejar de trabajar para él y vender los niños a las autoridades. El enmascarado se enfureció mucho, y nos mandó a un extranjero y a mi a acabar con todos ellos. Sin embargo, el pecoso y el extranjero tenian muy buena relación, y por algún motivo que se me escapa, el extranjero convenció al enmascarado de la necesidad de mantener al pecoso con nosotros, Pitel. Pitel se hizo llamar Umindel, Rordik, etc., y fue cambiando de apellidos para despistar. El extranjero era...


Heinrich no tardó en hilar un dato más otro, y el nombre de Vergamont salió a la luz.

-¡Exacto, Vergamont! Él fue el encargado de suplir mi puesto, literalmente, en todos los ambitos de la alta sociedad cuando Rudiger y yo fuimos a Carroburgo. Moreno con el pelo muy rizado.


Migolver se permitió una pausa para beber, pero ver la expresion del Fiscal le hizo seguir de manera rápida y profesional.

-No trabajé mucho con él, nunca nos entendimos bien, y aunque veniamos del mismo escalafón social y nuestras cirscustancias personales eran parecidas, él disfrutaba de manera ponzoñosa con su trabajo. Tal ver por este motivo el hombre de Heideck le eligió finalmente a él para sustiuirme. Seguro que le has visto en algún sitio, se mueve en tu círculo, y conociendole, actuará parecido a mi, sin siquiera cambiar su nombre.

El impostor esperó a ver la respuesta de Heinrich. Ninguno de los dos habia dormido nada en toda la noche anterior, pero estaba claro que según se habian desencadenado los acontecimientos en aquellos cinco años, el futuro de sus vidas y la de sus familiares dependia de aquella conversación.
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Heinrich Messner

La cabeza de Messner encajaba piezas a una velocidad endiablada. Aquel día había recibido mucha información, quizás demasiada, y ahora necesitaba ponerla en orden, hacer que cobrase sentido. Varios de los puntos que Effermann le había revelado guardaban relación con lo que Migolver acababa de soltar. Sólo había una cosa que le había descolocado totalmente...

Si los Quober no fueron... ¿Acaso había un segundo grupo que secuestraba niños al margen de la secta?

En cuanto al resto de la información, Messner iba haciéndose una especie de esquema... que no hizo más que confirmarse cuando Migolver describió a Vergamont... Definitivamente, la secta estaba metida en el Consejo hasta el fondo. Messner sabía que los secuestros de niños tenían que ver con la secta, pues era un dato que le habían revelado las investigaciones de la misión sigmarita, hacía ya cinco años. Por tanto, era plausible pensar que el misterioso hombre encapuchado de Heideck era un dirigente de la secta. Aquel hombre había llevado a Rudiger al poder, y acto seguido había hecho que delegase en...

Oliver Saford.

¿Era Saford también un sectario?. ¿Era el hombre más poderoso de la provincia un siervo de los Poderes Ruinosos?. Por lo que Messner sabía, era posible. Luego estaba el asunto de los Quober. Effermann había revelado que la secta traficaba con piedra bruja, que era precisamente lo que Muerte en los Caminos había tratado de hacer. Aquello sugería una colaboración entre la banda y la secta, y sin embargo Muerte en los Caminos estaba dispuesto a utilizar a los Quober, miembros de la secta, como moneda de cambio... Puede que no todo fuese concordia entre los adoradores de los Dioses Oscuros después de todo. Y por último, estaba Vergamont.

Vergamont Fahen no era más que otro farsante, un secuestrador y un asesino, no mejor que los Quober. Messner apretó los puños al pensarlo. Aquel hombre debía pagar por sus crímenes. Y ahora era nada menos que un consejero, luciendo el apellido de los Fahen. ¿Qué tendrían que ver los Fahen en toda la historia?. Su relación con Vergamont podría indicar que estaban compinchados, pero el secuestro de Eva... algo no encajaba bien.

Además, Messner entendió la determinación de Migover por cabalgar a Sorghof cinco años antes. El Bacher sabía perfectamente que los Quober no tenían nada que ver con el secuestro de Eva, pero su misión en Sorghof era bien diferente: su misión era acabar con los Quober.

-Sí, Vergamont conserva su nombre, y se mueve en un círculo bastante más alto que lo que imagináis... Seguid hablando, Migolver, pues necesito toda la información que podáis aportarme. Si mis sospechas son ciertas, la situación puede ser bastante peor que los que nos tememos... ¿Cómo contactaba el hombre encapuchado con vos?. Necesito saber todo lo que podáis contarme sobre él, con quién más tenía tratos, dónde os reuníais. Y también necesito saber sobre Saford. ¿De dónde salió, cómo llegó a ser vuestro mayordomo?. Todo lo que se os ocurra podría ser vital...

La verdad empezaba a dibujarse ante los ojos de Messner.
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Migolver Bacher

El impostor estaba cansado, pero no era momento de ponerse a dormir. Si queria dejar aquel mundo de manera minimamente digna, propia de alguien de sangre noble, debia continuar aquel martirio hasta que Messner y su familia sobrevivieran. Y para ello no tenia más opción que ayudar en todo lo posible.

-¿El hombre encapuchado dices?. Bueno, no quiero enrollarme con mi historia, pero he de ponerte al corriente de algunas cosas para que entiendas como le conoci. Cuando me hecharon fuera de la casa Tullirdef, no me quedó más remedio que deambular de un sitio a otro. Era joven y temerario, y estaba hecho un bala perdida. Sin embargo, siempre fui bueno con la espada, de mano rápida, y fue en Heideck, en una taberna de mala muerte jugando a las cartas cuando tuve que demostrar mi habilidad.


Migolver recordó aquel momento, el dia que acabó con la vida de un hombre. La primera vez que sus manos se mancharon de sangre, y el inicio de una violenta carrera profesional.

-Gane el duelo, y pronto jugar a las cartas y acabar cruzando aceros se convirtió en una rutina. Al acabar con el quinto jugador, llamé la atención de un noble debilucho y cobarde, que queria tener un representante en sus duelos para no jugarse la piel. Yo accedí con desgana, pero no me imaginaba el mundo al que me metia. Los duelos empezaron a constar en pistolas en lugar de acero, y yo no habia cogido un arma de fuego en mi vida. Solo la suerte quiso que sobreviviera para aprender, y al noveno duelo vencido a favor de mi amo, ya me habia convertido en un experto representante legal. Pense en volver a la casa Tullirdef a reclamar satisfacción, pues me creia rey del mundo. Pero el noble al que servia me ofreció un trabajo mejor.

-Los trabajos consistian en espiar a mercaderes y puteros, y yo no entendia muy bien porque. Asi estuve un año hasta que me di cuenta de que mi señor obedecia al enmascarado de Heideck, el cual se percato de que su subdito me subcontrataba, y decidió ahorrarse intermediarios. Aquel noble me habia estafado, cobraba mucho dinero por los trabajos que yo hacia, y yo solo recibia una parte, pero con el enmascarado todo mejoró. Vino a verme donde me hospedaba, pero la mayor parte de las veces se ponia en contacto conmigo por cartas. Siempre vestia de negro, con extrañas máscaras a cada cual más sobria. Era negro, ya veces venia rapado y otras con pelucas. Al parecer era un tipo que sabia bien disfrazarse y cambia de apariencias, pues unas ocasiones podia apreciar sellos y collares de oro en su indumentaria, y otras humildes colgantes de baja calidad. Desde aquel dia siempre hemos estado en contacto, pues yo siempre le digo en que zona voy a estar. La proxima vez que me busque será la semana que viene, en la Casa de la Rosa, en la Zona Comercial. Ese local le sigue perteneciendo, y ahora me hospedo alli, pues es más seguro que cualquier posada.

-En cuanto a Saford, yo no sabia nada de él hasta que Rudiger le trajo. Nunca le pregunté por él. pues teniamos más de un mayordomo, y no solian ser trabajadores del enmascarado de Heideck sino gente normal. Pero cuando le nombró su sucesor, algo sospeché. En el viaje a Carroburgo Rudiger y yo hablamos antes de separarnos, y me dijo que Saford era un conocido suyo de antes de que conociera al enmascarado. Que ahora trabaje para el enmascarado o no, es una incognita. Supongo que solo Rudiger, el enmascarado o el propio Saford te podrán contestar a ello. Pero de Rudiger, no tengo ni idea de su paradero.


Pronto el amanacer haria acto de presencia, pero aun quedaba mucho por resolver...
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Heinrich Messner

El cansancio empezaba a hacer mella es Messner, pero no podía permitirse parar. Había demasiadas cosas que necesitaban ser aclaradas, y cuanto antes mejor. Asimiló la información proporcionada por Migolver, y meditó unos instantes antes de responder con una nueva batería de preguntas. Además, su mente ya estaba hilando un plan. El fiscal sabía que la única forma de recuperar su vida sería terminar con la secta, y estaba más que dispuesto a hacerlo. Sólo era cuestión de planificación, de contar con las personas adecuadas y de guardar el máximo secreto...

Sí, era una locura, más que posiblemente un suicidio, pero era la única opción de Messner. Tendría que enfrentarse a la secta que gobernaba Averland. Siguió encajando datos, y cada vez estaba más seguro de que Saford era una pieza importante del plan. Migolver había dicho que había sido el hombre encapuchado quien le había mandado negociar con el ejército de Carroburgo... Ejército que ahora servía a Oliver Saford.

-Lo siento, Migolver... No sabía de vuestro pasado. Obviamente, no justifica vuestros actos, pero me ayudan a entenderos aunque sea un mínimo. Tengo bastantes sospechas sobre Saford, y pienso que juega un papel importante en toda esta trama... Tendremos que investigarlo, pero ahora me gustaría que me habláseis sobre vuestra misión en Carroburgo. Debéis saber que el ejército con el que tratáteis ahora está a las órdenes del gobierno provincial, lo que revela hasta dónde llegan las manipulaciones del hombre de Heideck. Ahora que me acuerdo, habéis dicho que el hombre vendrá la semana que viene... Pensaremos cómo enfocar esa visita...

Saber que el hombre vendría a Averheim había sido algo totalmente inesperado para Heinrich. La solución fácil habría sido capturarle en cuanto tuviesen ocasión, o incluso matarle. Sin embargo, Effermann había tenido razón cuando había dicho que un ataque precipitado sólo haría que la secta tomase precauciones. Habría que ser muy cauto...

-En cuanto a ese noble... Sería más que interesante hablar con él, al igual que con Rudiger. Encontrarle valdría la pena, desde luego... Si pudieseis dar con él sería un avance de dimensiones colosales, pues estoy seguro que de Herr Bacher sabe bastantes cosas que nosotros ignoramos.

Messner vio cómo la luz empezaba a entrar a través de las cristaleras. Ya faltaba poco para el amanecer, y debían descansar aunque fuese un rato. El día sería largo, y tanto él como Migolver tenían bastantes cosas que hacer. Una vez Migolver terminó de responderle. el fiscal volvió a hablar.

-Creo que es hora de que descansemos un rato, Migolver. Tengo bastantes cosas que hacer hoy, y necesito estar mínimamente descansado. Pero no os preocupéis, os daré cosas que hacer durante el día. Necesito que busque algún lugar discreto, en el que pueda hospedarme una vez haya sido dado por muerto. Tenemos tres días para prepararlo todo, así que más vale empezar ya. Además, agradecería que intentáseis dar con un hombre. Se llama Ficks, y es un viejo veterano del Ejército Estatal. Tengo motivos para pensar que siente cierto agradecimiento hacia mí, y puede ser de ayuda... Sólo conseguid la dirección, no necesito más.

Messner meditó unos instantes por si le quedaba algo por decir. Casi sin quererlo, volvió la vista cinco años atrás, a los campos de Sorghof...

-A todo ésto... ¿Qué ha sido de vuestro fiel Beswug?. No se nada de él desde hace cinco años. Creo que no me queda nada más que deciros. Dedicad el día a buscar el alojamiento, a intentar encontrar la dirección de Ficks, y a ver si podéis averiguar cualquier cosa que nos sea útil en general. Podéis hacerlo bien, Migolver, y sería un buen paso para empezar a redimiros.

Messner estaba ya muy cansado. Lo único de lo que tenía ganas era de acostarse y dormir... Y de despertar y darse cuenta de que todo había sido un mal sueño.
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Re: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

Migolver Bacher

La conversación continuó aun más tiempo, y tanto Heinrich como Migolver estaban claramente agotados. Sin embargo, la embergadura del problema al que se enfrentaban, y del cual los dos conocian su inmensidad, requeria compartir toda la información posible.

-El ejército exiliado de Carroburgo no está liderado por personas normales. No se que relación tiene ni Saford ni el hombre de Heideck con sus lideres, pero aun tiemblo de miedo al recordar la entrevista que tuvimos Rudiger y yo con sus tres capitanes. Sus palabras divagaban sin sentido, y parecian estar locos, con la mente fuera de este mundo o tal vez ambas. Preferiria no volver a tratarles.

Migolver visualizo la habitación de aquella apestosa ciudad en la que se encontró con aquellas personas, medio convertidos en bárbaros. Recordó sus voces guturales, y lo salvaje de sus formas. Y por supuesto, sus amuletos, más propios de orcos o norses que de hombres civilizados.

Tras la pequeña pausa, Migolver recuperó la compostura. Sabia que trabajar con el Fiscal acarreaba o la muerte o el exilio definitivo de Averland. Pensó en fingir su propia muerte tambien cuando todo acabara, y en darle el dinero que tenia ahorrado a su madre. Habian muchos sitios a los que ir cuando supiera que Silvia estaria a salvo, porque desde luego no se la iba a llevar consigo. Su corazón no podria aguantarlo.

-Haré lo que me pides, Heinrich. Buscaré al ese tal Ficks, y si quieres contactar conmigo podrás hacerlo esta noche o la que viene en la Casa de la Rosa, mas te pido que seas discreto cuando lo hagas porque tanto tú como yo nos jugamos mucho si alguien descubre que colaboramos, mucho más que nuestra vida. En cuanto a buscarte alojamiento, perdona pero seria una imprudencia que fuera en la ciudad. Yo recomendaria Bieswang, donde creo que poca gente podria verte a ti o a tu familia, y donde los dirigentes no tienen residencia fija. Pero hablaremos de esto con más tiempo la proxima vez que nos veamos, por ahora será mejor que descansemos todos.

Migolver se levantó, tras saludar a Heinrich. Se preguntó si no habia perdido la cabeza, si no habria sido mejor apuñalarle y quemarlo todo. Si, habria sido muy fácil. Mientras se despedia, intentó sacar su sable, pero... No, no pudo hacerlo. No podia matar a un hombre justo, ni dejar arder la cuna de su hijo, ni dejar que Silvia...

Fue entonces cuando Beswug salió a la luz. Migolver habria preferido que el fiscal no le recordara, pero asi habia sido. Beswug habia sido de las pocas personas de confianza que Migolver habia tenido, pero el infortunio también habia atacado en la amistad al impostor Bacher.

-Gracias por preguntar, pero Beswug fue obligado a ingresar en el ejército. Nosotros teniamos dinero, asi que nos libramos de los reclutamientos forzosos, pero el no corrió la misma suerte. Rudiger no quiso que yo le financiara para que evitara ir a la guerra, asi que... Por la triste expresión de Migolver, Heinrich pudo deducir cual habia sido el destino de Beswug en las batallas contra los norses.

El duelista salió de la casa, mientras los primeros rayos del Sol hacian su aparición entre los adoquinados suelos de la manzana de plata. Mientras salia del recinto y recogia su caballo, meditaba acerca de lo ocurrido en aquella mansión.

Duerme bien, Heinrich. Es necesario que estés descansando y no cometas fallos. Muchos dependemos de ti.







Silvia le dió unos toques a Heinrich, despacio, mientras este bostezaba. Poco a poco, el fiscal abrió los ojos: Se habia quedado completamente dormido en el salón, exhausto ante tanta presión como habia sufrido el dia anterior. Desorientado, comió de lo que los sirvientes le habian preparado y de pronto recordó la cita con Konrad Trademann por la tarde ¿Que hora era? Preocupado, vió por la ventana del salón que el cansancio le habia hecho dormir mucho y ya estaba atardeciendo afuera.

Mucho tenia que hacer Heinrich: Por una parte el Consejo demandaba de él que tratara con las casas neutrales, por otra la iglesia de Verena le pedia que espiara a los miembros del propio Consejo, y por último, para complicar las cosas, algún maldito enmascarado queria verlo muerto a él y a su familia. Mucho trabajo para un solo hombre, demasiado.

Una mirada a los ojos de Silvia le convenció de que poco apoyo encontraria en su esposa, ignorante de todo cuanto se avecinaba. Sigmar quisiera de que todo saliera bien.


FDI: 59 en Resistencia, acabas durmiendo un poco más de lo normal, aunque bien te lo mereces. Un par de galletas oreo te ayudarán a empezar el dia (o la tarde) con el aporte calórico necesario para un buen Fiscal.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Tras un largo rato, la conversación entre Messner y Migolver llegó a su fin. El fiscal había obtenido información más que relevante, y resuelto bastantes enigmas. Ahora conocía un poco mejor la realidad de la provincia, a quién se enfrentaba y a qué debía atenerse. El final de la conversación fue trágico, pues Migolver reveló cuán triste había sido el destino de Beswug. Había sido un hombre valiente, otro de los héroes de Sorghof. Messner lamentó su muerte, y presentó sus condolencias ante el dolido Migolver.

-Lo siento, Migolver. No sabía que... Fue un gran hombre, que formará para siempre parte de las leyendas de Averland. Durante cientos de años seguirá siendo cantado como uno de los héroes de Sorghof.

Justo antes de abandonar la mansión, Migolver parecía confuso, como si se estuviese dirimiendo un conflicto dentro de él. Durante una fracción de segundo, Heinrich creyó ver cómo la mano de Bacher se acercaba peligrosamente a la empuñadura de su espada. Sin embargo, resultó ser un espejismo, o que Migolver había cambiado de opinión en el último instante. Aunque le doliese, Messner no podía culparle por tener dudas: Migolver había elegido el camino difícil, un camino que no sabía exactamente a dónde le llevaría. El fiscal tenía razones para pensar que el noble se hallaba realmente arrepentido, y que tenía voluntad de ayudar, pues de otro modo no le había revelado toda aquella información. Tenía que confiar en él, pues era una pieza clave si quería salvar a los suyos. Esperaba no estarse equivocando.

No puedo estar totalmente seguro pero... ¿qué otra opción tengo?. Podría haber acabado ya con nosotros y no lo ha hecho...

Observó a Migolver mientras se alejaba cabalgando cabalgando durante unos instantes. De pie en la puerta de la mansión, vio cómo un tono rojizo se apoderaba del horizonte. El fiscal suspiró cansado. Él siempre había tratado de ser simplemente un hombre honrado. Puede que años antes pecase de soberbia, de afán de superioridad, de querer controlar a los demás a su antojo. Cada vez que examinaba su vida encontraba montones de cosas que no había hecho bien, pero intentaba rectificar día a día. Ya no era el pedante estirado y prepotente de años atrás, que se creía un semidiós por lucir los emblemas provinciales y contar con el favor de Treitt. Ahora era infinitamente más poderoso que de aquella; era el Fiscal Jefe, uno de los consejeros, y uno de los loados héroes de Sorghof. Estaba casado con una mujer perteneciente a la mejor estirpe de la provincia y su familia se contaba entre las más ricas. Sin embargo, Messner no consideraba todo aquello un privilegio. Había conseguido todo lo que tenía haciendo lo que creía correcto, y ahora esos actos amenazaban con llevarle a la tumba...

Heinrich volvió a la realidad, dándose cuenta de que se estaba poniedo filosófico. Quizás había bebido demasiado. Cansinamente, volvió a su sillón junto a la chimenea, se derrumbó sobre él y se sirvió una última copa de vodka. Antes de que pudiese llevársela a la boca, el fiscal cayó presa de un profundo sueño. El contenido de la copa se derramó por el suelo.


El viento azotaba el páramo de Sorghof. En la lejanía, podía distinguir los carbonizados restos de una casa. Junto a ella, de espaldas, aparecía una figura. Parecía humana, pero estaba extremadamente musculada. Su cara estaba cubierta por un casco y cuchillas surgían de sus antebrazos. Era el Juez de Vida y Muerte en los Caminos. Messner iba vestido con un gastado abrigo negro, y un viejo sombrero cubría su cabeza. Luchó contra el viento para evitar perderlo, pero fue inútil. El sombrero se alejó volando, pero al momento otro apareció súbitamente en su mano: era un sombrero de ala ancha, típico de los cazadores de brujas. Cuando Messner intentó ponérselo, éste se convirtió en humo.

Sin darse cuenta, el fiscal había llegado junto a la horripilante figura. Durante un rato, ninguno de los dos dijo nada, mientras contemplaban el horizonte. A muchas millas de distancia, vieron la Iglesia de Verena arder. Vieron manadas de lobos asesinando caballos, y vieron un decisivo combate entre el Orden y el Caos. Vieron su propio combate. Muerte en los Caminos fue el primero en hablar.

-Fiscal Messner. Yo no esperar volverle a ver. Cosas haber cambiado mucho... ¿O no?. Quizás os encontráis en la misma situación. Quizás vos pensar que conocer cosas que pasan, y ser en realidad un peón engañado. Quizás ser mera marioneta otra vez. Quizás haber sido mejor opción traer piedra verde o... morir. Vos no dejaros matar, y estar pagándolo ahora... ¿Compensar un puesto lo que estáis pasando ahora, fiscal?.

Messner escuchó las palabras del monstruo. Y lo peor es que tenía razón. De algún sitio, sacó una botella de vodka, sirvió dos vasos y ofreció uno a Muerte en los Caminos. De repente, dos butacas y una chimenea había aparecido en mitad del páramo, y los dos estaban cómodamente sentados. Messner brindó con el mutante.

-No os voy a engañar, pues pienso como vos... Vuelvo a estar como hace cinco años. Creía conocer el mundo, pero resulta que todo es una farsa. Una vez más el destino amenaza con arrebatarme todo lo que tengo, y me veo obligado a entrar en el juego, quiera o no.

Messner movió al alfil, dando jaque al rey. En algún momento, un tablero de ajedrez había aparecido, y los dos se encontraban en medio de una partida. El alfil era él, y el rey contrario era el propio Muerte en los Caminos.

-No sé qué hacer... Intento hacer las cosas bien, pero nada parece salirme a derechas. Mi matromonio es puro teatro. Pensé que había limpiado la provincia, pero la corrupción campa a sus anchas, y por si fuera poco tengo que renunciar a absolutamente todo lo que tenemos para salvar la vida, porque alguien pretende matarme... ¿Cómo se lo diré a mi padre?.

Muerte en los Caminos bebió un sorbo traquilo, a través de su máscara de metal. Se puso cómodo en su asiento y contestó.

-Exactamente igual que cuando tú contar que querer matarme. Mannfred no tomárselo mal del todo... En fin, creo que es hora de que vos volver al mundo. Hasta la vista, fiscal Messner. Haber sido un placer.



Unos leves golpes despertaron a Messner. Se había quedado dormido en el sillón. Se levantó de un salto y saludó a su esposa, que no parecía demasiado entusiasmada. ¿Qué hora era ya?. Irrumpió en la cocina, agarrando todo lo que vio comestible. Los sirvientes habían preparado queso, galletas, leche y fruta. Tan rápido como pudo, Messner fue ingiriendo sistemáticamente. Subió a su cuarto a cambiarse de ropa, eligiendo las ropas ordinarias de fiscal. Además, eligió un conjunto de ropa discreta, de calle, con sombrero, capa y botas. Una vez estuvo preparado, salió de la habitación, en busca de algún sirviente.

-Por favor, empaquetad las ropas que he dejado encima de la cama y depositadlas en las alforjas de Erwin. Que lo tengan ensillado y preparado lo antes posible. Además mandad un emisario a la Fiscalía, y otro a Trademann. Quiero a mis ayudantes en el Palacio lo antes posible, y que Konrad sepa que me retrasaré un poco, pero que no me he olvidado de la reunión.

Mientras hablaba, se dirigía a grandes zancadas a la habitación de su hijo. Mannfred Messner-Alptraum. El pequeño estaba durmiendo plácidamente en su cuna. Heinrich prefirió no despertarle, y partó haciendo el menos ruido posible. Volviendo a adoptar un paso enérgico, se encaminó al despacho de su padre. Sin importarle el protocolo, se personó en la estancia, que se encontraba en lo más alto de la Mansión Messner.

-Padre, necesito hablar con vos.

Una vez más, Heinrich Messner tenía que jugar sus cartas contra el destino. Y ya que tenía que hacerlo, pensaba jugar de la mejor manera posible. La partida empezaba en aquel momento.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

El fiscal se encaminó hacia la habitación de su padre. Mucho tenia que hacer, pero la aprobación de su padre era algo vital, pues la vida de toda la estirpe Messner estaba en peligro.

Heinrich habia visitado la cuna de su hijo tras los estraños sueños que habian inundado su mente, pero ahora tenia claro como actuar. Habia tomado consciencia de sus errores y logros, de la importancia y de la futilidad de sus actos, y se veia con sabiduria como para afrontar lo que estaba por llegar y con humildad como para actuar cuidadosamente.

Manfred Messner

El padre de familia Messner se encontraba repasando las cuentas de la venta de caballos. Doscientas cabezas habian salido hacia Reikland, y los dividendos eran cuantiosos. Su humor no podia ser mejor, y cuando su hijo hizo acto de presencia, le animo a tomar asiento y tomar unas pasas con él.

-Heinrich, me alegro de verte. Ayer estuviste bien atareado ¿eh? Cuentame, como fue la reunión de ayer, y quien era el invitado con el que estuviste reunido toda la noche.


El señor Messner sonrió orgulloso. Cada vez Heinrich llegaba más lejos, y ahora formaba parte del mismisimo Consejo Provincial. De mantenerse asi las cosas, no seria descabellado que el nieto que ahora reposaba en la cuna fuera algún dia un gran dirigente averlandés, algo impensable para el padre de Manfred Messner, que paso incluso hambre antes de hacerse un gran hombre de negocios.

-Ojala tu abuelo viviera para ver lo importante que te has vuelto, hijo.


FDI: Buenisima tu útlima entrada. De las mejores que he visto en los dos años de partida ^^
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

El despacho de Mannfred Messner era bastante impresionante. Estaba decorado mayoritariamente por cuadros de temática ecuestre, pero no faltaba algún paisaje o pintura religiosa. Incluso varias generaciones de Messner les contemplaban con ojos de óleo. De espaldas a la ventana, Mannfred repasaba sus cuentas. De joven, el patriarca Messner debía haber sido bastante parecido a Heinrich. Sin embargo, ahora su tamaño era considerablemente más grande que el de su hijo, y su pelo estaba surcado de canas. Era en los ojos en lo que los dos Messner eran totalmente idénticos. Algunos se atrevían a aventurar que el color del blasón de los Messner provenía del color de sus ojos, pues aquel rasgo les había diferenciado durante generaciones. Mannfred se sobresaltó ante la súbita aparición de su hijo, y levantó la vista de los papeles. Quitándose las gafas le saludó interesado. Parecía de muy buen humor, y no era para menos: había colocado nada menos que doscientos caballos en la última operación, caballos que ahora se dirigían hacia Castillo Reiksguard.

El fiscal avanzó hasta el escritorio y tomó asiento. Su padre le acercó un cuenco con pasas, que Messner se vio obligado a rechazar con un gesto. Aún estaba terminando de tragarse su apresurado desayuno. Heinrich tomó aire antes de empezar a hablar. Lo que iba a decir iba a dejar más que descolocado a Mannfred Messner.

-No hay mucho que contar sobre la reunión, Padre. Se habló de los temas que esperábais. Los Leitdorf, las presiones por parte del Conde de Talabecland... Kirdan me instó a declarar traidores a los Leitdorf, con el fin de poder atacarles directamente, pero se trata de una idea descabellada...

Messner estaba dando rodeos con tal de evitar el tema a tratar. Todo lo que pudiese contarle sobre la reunión carecía casi totalmente de importancia comparado con la verdadera magnitud del problema. Además, no tenía tiempo que perder.

-Pero no vengo a hablaros del consejo, Padre. Vengo a hablaros de algo bastante más serio. El invitado de anoche no era otro que Migolver Bacher, y su cometido era... su cometido era asesinarnos, Padre. -Messner hizo una pausa para dejar a su padre asimilar la información.- Sin duda recordáis los oscuros acontecimientos de hace cinco años. La organización a la que me enfrenté ha visto aumentado su poder, y han alcanzado puestos que ni os imaginaríais... Jaran Tropkter, Vergamont Fahen... incluso puede que Oliver Saford. No son más que seguidores de una secta que planea apoderarse de Averland. El incidente de Sorghof les frenó hace cinco años, pero ahora son prácticamente imparables. La inestabilidad, la guerra, el referéndum de los Bacher, no son más que maquinaciones... Migolver Bacher no era más que un farsante, al igual que su hermano, Rudiger. A Migolver se le mandó asesinarnos, y ya estaríamos muertos si él quisiese. Sin embargo, está arrepentido, y me ha confiado valiosa información.

El fiscal se detuvo unos segundos. Lo que estaba contando era prácticamente increíble. Esperaba que su padre se lo estuviese tomando en serio.

-Gente muy poderosa pretende acabar con nuestras vidas, Padre, y no se detendrán ante nada. La única forma de salvarnos es... bueno, es que piensen que ya estamos muertos. Disponemos de tres días para prepararlo todo. En tres días desapareceremos y todos nos darán por muertos.

Messner bajó la vista, apenado.

-Lo siento, Padre, pero es nuestra única opción...

En silencio, Heinrich esperó la respuesta de su padre. Una vez que conociese su opinión, continuaría explicándole el plan.
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
Cerrado

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